La Cámara de Diputados uruguaya dio ayer el “sí” a la Ley de Matrimonio Igualitario aprobada en el Senado y convirtió al país en el duodécimo del mundo y el segundo de América Latina en permitir que los homosexuales se casen.

El sufragio parlamentario se resolvió con el voto a favor de 71 de los 92 legisladores presentes, puesto que al apoyo del bloque oficialista de izquierdas Frente Amplio (FA), impulsor de la iniciativa, se sumó el de un buen número de parlamentarios opositores.

Desde antes del inicio de la sesión, que duró más de cuatro horas, llegaron al Palacio Legislativo defensores de los derechos de los homosexuales para seguir la discusión desde las gradas del recinto parlamentario.

Ataviado con un llamativo traje y con un colorido maquillaje en el rostro, un activista de la organización Ovejas Negras llamado Roberto mostró a EFE su satisfacción por el alcance de la ley. “Estamos recontentos, es un día muy importante para nosotros”, afirmó antes de ingresar al Parlamento.

Según Roberto, la ley es “la frutilla (fresa) de la torta (pastel)” de un largo proceso y demuestra que “la Iglesia no tiene mucho peso en Uruguay”, una de las primeras naciones de América en separar a esa institución del Estado y que a finales del siglo XIX ya contaba con una educación laica, gratuita y obligatoria.

Uno de los aspectos más llamativos de la nueva ley es que otorga a los dos cónyuges la potestad de decidir el orden de los apellidos de sus hijos y, si no se ponen de acuerdo, establece un sorteo para fijarlo. Otro hecho novedoso del texto aprobado ayer es que permite el matrimonio a partir de los 16 años.