Rumbo a Río 2016
Londres 2012 dice adiós. Fueron los Juegos Olímpicos que convirtieron en leyendas a estrellas como Usain Bolt y Michael Phelps. Fue la cita en la que fueron batidos varios récords del mundo, sobre todo en natación y atletismo. Y así como hubo éxitos, también hubo fracasos, como le ocurrió a la selección masculina de fútbol de Brasil, que sigue sin ganar el oro que tanto añora.
Londres cumplió llevando adelante una organización sin grandes contratiempos y superando los temores que tenía antes de dar inicio a la cita que reunió a más de 10 mil deportistas de todo el mundo. Se cerró la trigésima edición y pasó la posta a Río de Janeiro 2016, la primera ciudad de Sudamérica que acogerá al mayor evento deportivo del mundo.
El país de la samba y del fútbol asumió el compromiso de organizar un evento excepcional lleno de la pasión que caracteriza a sus habitantes. Los ha denominado desde ahora los Juegos de la celebración y de la transformación, pues Brasil no sólo quiere brillar y relucir por los escenarios deportivos y por la fiesta inaugural o de cierre, sino que pretende mostrar su potencial económico con la ambición de superar a los últimos juegos.
Para semejante emprendimiento, Brasil deberá demostrar tal organización y desarrollo como para que no queden dudas sobre el proyecto presentado.
Más allá de la inversión que debe realizar, ya es un buen avance que tenga casi la mitad de los escenarios requeridos, una herencia de los Juegos Panamericanos de 2007. Sin embargo, unos Juegos Olímpicos —como los que concluyeron ayer— requieren estar a una altura mayor y los brasileños saben lo que ello significa.
Brasil tendrá en 2014 una prueba de fuego con la disputa de la Copa Mundial de la FIFA. Y dos años después tendrá la oportunidad de demostrar qué hizo que asumiera el reto de llevar a cabo los dos eventos deportivos más grandes del planeta.