Eduardo flores: ‘El estadio Siles es parte de mi vida’
Desde julio de 1987 se preocupa porque el estadio Hernando Siles funcione como un reloj en un partido.
Quienes conocen la actividad que realiza en el escenario deportivo más importante del país le dicen “el dueño del estadio” porque Eduardo Flores tiene al Hernando Siles en la palma de su mano. Sabe de memoria cómo es hasta el lugar más pequeño de la estructura de Miraflores construida en 1930 y que en 1977 fue remodelada.
Hace poco ha cumplido 25 años como administrador del recinto. Sin embargo su historia allí comienza un año antes, el 10 de julio de 1986 ingresó a trabajar en el entonces Instituto Departamental de Deportes como inspector de escenarios deportivos, luego pasó por las oficinas de almacenes y cotizaciones hasta que en julio de 1987 recibió la designación en el cargo que sigue cumpliendo.
— ¿Cómo llega a ser administrador del estadio Hernando Siles?
— Fue por una invitación del arquitecto Eduardo Jáuregui , promotor de la ciudad Deportiva de Pucarani. Soy el encargado de velar porque el escenario deportivo esté en magníficas condiciones y listo para que se disputen partidos de la Liga y torneos internacionales. El equipo busca siempre que los servicios estén en óptimas condiciones.
— ¿Qué funciones cumple, sobre todo cuando hay jornadas de fútbol?
— El estadio tiene que dar las garantías respectivas en seguridad para los protagonistas y el público. Antes, durante y después del partido estoy en constante comunicación con el personal a mi cargo controlando que todo se desarrolle en total normalidad en todos los sectores del escenario.
— ¿Recuerda cuáles fueron las primeras actividades que hizo cuando asumió el cargo?
— El anterior administrador me dejó el manojo de llaves y me deseó buena suerte. Ese momento junté a los obreros, hablé con ellos, me contaron sus experiencias que las pude asimilar. Me ayudaron mucho personas como Reynaldo Uriona. También destaco el aporte de periodistas como Carlos Ascarrunz, quien fue su director, Remberto Echavarría quien contribuyó con sugerencias para hacer un buen trabajo; Eugenio Aduviri que siempre estaba pendiente de las mejoras que se hacían en el estadio, a ellos los recuerdo con mucho respeto y agradecimiento.
No me olvido de Alfonso Seligman, quien casi a diario le entregaba material de lectura para cumplir con las normas y requisitos que exige la Conmebol.
— ¿Hay algunas anécdotas que recuerda en tantos años de actividad?
— Después de que Bolívar jugó un sábado por la noche el estadio quedó cerrado domingo y lunes porque era feriado, el martes a primera hora recibí un llamado del club en el que me pedían revisar si había un dinero de las recaudación. Encontré en uno de los escritorios 10 mil Bolivianos que devolví a la entidad aplicando el principio de coherencia de hacer lo que uno pregona que tenía Marcelo Quiroga Santa Cruz.
— ¿Recuerda otra de hace años?
— En 1993, antes de que empiecen las eliminatorias, llegó a La Paz el cantante Ricardo Montaner para dar un concierto que debía empezar a las 21.00.
Recién ingresó al escenario a la 01.00 porque el sistema de sonido no reunía las condiciones. La gente se enojó y rompió las puertas e ingresó hasta la cancha, destrozó 300 metros cuadrados del campo de juego, a eso se sumó una lluvia que había caído en la tarde.
El mayor susto me lo llevé cuando un oficial de policía se me acercó y me dijo que había desprendimientos en la bandeja alta de la recta de general. De inmediato le dije al mánager del cantante que interprete sólo baladas porque el salto de la gente podía hacer colapsar la tribuna. Fui con el policía al lugar donde me dijo que vio los desprendimientos y cuando llegamos vi que se trataba de las juntas de dilatación que se abren y cierran de acuerdo con el clima, esas juntas son necesarias en una estructura como el estadio, es como un elástico. El susto se me pasó, pero no dejé de darle una reprimenda al policía que se equivocó. Ahora recuerdo y sólo sonrío.
— ¿Cómo vivió ese episodio en enero de 2007 cuando lo querían retirar del cargo?
— Fue una actitud precipitada de las autoridades de entonces que me alejaron de las funciones por aspectos supuestamente legales, que fueron desvirtuados a través de un proceso judicial.
En ese lapso que no estaba trabajando sucedió un hecho lamentable en un clásico de la Copa AeroSur en el que una avalancha provocó la muerte de una persona y causó varios heridos, ese momento estaba en mi casa y sufrí mucho porque el estadio es parte de mi vida y de la vida de mi hogar.
Gracias al apoyo de los medios de comunicación pude volver al cargo.
— Este estadio está siempre en la mira por el tema de la altura, ¿cómo son los inspectores de la Conmebol?
— En estos 25 años tuve la suerte de contar con la colaboración de don Alfonso Seligman, un hombre que nos vinculaba de manera amplia con las autoridades, Me llevo muy bien con gente como el brasileño Hildo Nejar, una persona bonachona, o nuestro conocido Alfredo Asfura, el inspector que llega de Chile y que hace cumplir estrictamente con lo que dice la norma.
— ¿Es cierto que el escenario es pesado porque hay fantasmas?
— Son situaciones paranormales. Recuerdo que cuando se jugaba un partido de Copa Libertadores de América entre Bolívar y el América, de repente en una parte del campo de juego empezó a funcionar el sistema de riego sin que ningún funcionario hubiese manipulado el sistema. Fuimos al lugar y vimos que todo estaba en orden y el juego se reanudó.
— ¿Qué personalidades del deporte que pasaron por el estadio se le vienen a la memoria en este momento?
— Acá vi nacer en el deporte a Geovana Irusta, la mejor marchista del país, quien comenzó su carrera representando al Liceo La Paz en las competencias escolares. También tuve la suerte de conocer a grandes jugadores como Diego Armando Maradona, Carlos Balderrama, Romario, José Luis Chilavert, Lionel Messi y nacionales como Ramiro Vargas o Raúl Álvarez.
Aquí recuerdo una actitud de Xabier Azkargorta, quien durante la eliminatoria de 1993 compartió con todos los empleados del estadio para conocernos. Uno de ellos era el portero Agustín Quispe, quien falleció durante el Mundial de Estados Unidos.
Cuando volvió el plantel el técnico no se olvidó de él, me encargó entregarle a su familia un dinero que salió de su propio bolsillo y sé que lo hizo con agrado.