Un abono a la confianza
En esta clase de partidos cuesta, por lo general, encontrar el margen de ganancia. No siempre está a la vista. Algo de eso radicó, precisamente, en el triunfo. A no olvidar que el equipo llegaba de recibir una paliza en el país vasco. Y no hay que habituarse, se dice, a perder…
El cotejo rozó el nivel de lo discreto, lo que tampoco llamó la atención.
Otro factor rescatable —hurgando finito— tuvo que ver con remontar la desventaja. Hubo disposición para ir adelante y forzar el error del adversario. Por eso, Carlos
Saucedo cabeceó cómodo y empató antes del descanso.
La selección arrancó nerviosa, imprecisa en el trato al balón, y paulatinamente mejoró, frente a un rival que en más de una ocasión le generó dolores de cabeza en la disputa física (atención que en Barranquilla puede sufrirse la falencia todavía más).
El complemento permitió la victoria. Una vez más sirvió la pelota detenida, que, claro, hay que emplearla atinadamente. La firmó Gualberto Mojica y el festejo tuvo que ver con lo anotado inicialmente, porque frente a un adversario limitado no cabía más resultado que el positivo, así se afirme que en la circunstancia referida importara más el rendimiento. Si sólo de esto se tratara, hubiera sido recomendable más minutos para el goleador de San José, porque la dupla con Marcelo Martins precisa de rodaje y uno piensa, salvo error u omisión, en el cotejo ante Argentina, del próximo mes.
Ojalá a Xabier Azkargorta le haya servido. Sólo él sabe que los compromisos venideros, aquellos por los puntos, no admitirán experimentos. Y, además, constituirán la compuerta definitiva para delinear el porvenir en la clasificatoria, que ya está bastante cuesta arriba.
Lo anoche observado por televisión se emparentó en mayor medida con la voluntad e intención de mostrarse. De fútbol hubo menos (el cambio de ritmo es una asignatura pendiente, el juego tiende a ser excesivamente monocorde). En materia de producciones individuales no surgió nada sorpresivo. Al contrario, el rubro transitó en lo previsible. El desenlace alimentó el espíritu, pero es posible que las dudas persistan. ¿Y las certezas? Varias aún se dejan esperar, no cabe duda.