El sueño de la favela de enfrentar al campeón
Anita Fútbol Club quiere que el mundo vea la pobreza de Brasil
Los jóvenes se retiran del entrenamiento en la cancha de tierra de la favela Anita Garibaldi, a escasos kilómetros del aeropuerto de Guarulhos (afueras de Sao Paulo). Su meta es clara: jugar en breve contra el campeón del Mundial.
Con el apoyo de la ONG latinoamericana Techo, el Anita Fútbol Club tomó la iniciativa de invitar al gran vencedor a su terreno y así mostrar al mundo esta favela plagada de casas precarias sin red de agua ni electricidad.
Los más grandes se han ido, pero los niños quieren seguir jugando pese a que ya cayó la noche. Uno de los más pequeños golpea la pelota descalzo sobre el polvo marrón, mientras otro se mece en la red raída del arco como si fuera una hamaca. El resto practica centros y tiros imposibles como los de sus ídolos que ven por televisión.
En la favela Anita Garibaldi, que nació como una ocupación hace 13 años, hay pocas certezas y muchos sueños. Han sobrevivido a las operaciones de desalojo hasta en seis ocasiones.
Alrededor de 3.000 familias viven ahora en este terreno donde retumban los motores de los aviones del aeropuerto internacional de Sao Paulo.
“Cuando llegamos en 2001, esto era un terreno de eucaliptos. Todo lo que tenemos lo hemos abierto con nuestras manos, sin máquinas”, recuerda Elvis Vieira, un DJ de 32 años, que ejerce de líder de la comunidad.
“íEy, padrinho!”, llama su atención uno de los niños que está todavía jugando. Le respetan, saben que está detrás del “Desafío Anita”, así como de muchas iniciativas de mejora de esta comunidad engalanada con banderas de Brasil.
“Me gustaría jugar contra Brasil porque así la mayoría de los futbolistas volverían a sus orígenes: a los campos de tierra donde se aprende el fútbol en este país”, dice orgulloso el entrenador del Anita FC, Alexandre Romao, un funcionario de 35 años, y agrega que en el vestuario su estilo se parece al de Luiz Felipe Scolari, actual seleccionador de Brasil.
“Ésta es una utopía que yo he abrazado porque veo que los chicos creen que va a pasar y si ellos lo creen, yo también”, dice Alexandre, quien llegó a la favela con los primeros ocupantes el 19 de mayo de 2001.
Vive en una de las casas de 18 metros cuadrados con su mujer y su hija, de donde sale todos los días a las 04.00 para ir a trabajar.
Renaldo de Oliveira Silva tiene 20 años y nació en Bahía, pero llegó con sus padres y sus hermanos a “Anita” cuando tenía 7 años.
Viste el número 14 y es uno de los volantes del equipo. Si tuviera que identificarse con un jugador, elegiría a Hernanes de la selección brasileña.
“Por la garra que pone en el campo”, afirma seguro. Aunque ya es padre, Renaldo tiene una llamativa cara de niño y no es de los que se quejan con facilidad. Su vida transcurre entre la cancha de tierra de “Anita” y su trabajo como mecánico en Guarulhos.
“La vida aquí es sosegada, nuestra diversión es el fútbol, siempre nos reunimos en la cancha después de trabajar”
Los datos
SUEÑO
Los chicos están convencidos de que el campeón del mundo visitará la cancha para jugar un partido contra ellos.
OBJETIVO
Quieren mostrar al mundo las precarias condiciones en las que se vive en la favela Anita Garibaldi.
NADA
El barrio no tiene servicios básicos, no hay electricidad ni agua y las casas están a punto de derrumbarse.
CON SUS MANOS Quienes viven allí cuentan que desde que se asentaron todo lo que se ve fue hecho con sus manos, allí nunca llegó maquinaria pesada para ayudar en la construcción de la favela más pobre de Sao Paulo.
‘Se libra una batalla diaria por ser alguien en la vida’
AFP – Guarulhos
Al borde de la cancha, Adenaclay Gonçalves dos Santos observa el entrenamiento. Tiene 29 años, pero en su cara lleva marcada toda una vida de lucha contra la precariedad.
“Vivo aquí porque no tenía ningún sitio a donde ir y conseguí comprar un terreno”, cuenta.
A los 16 años, esta mujer vestida de amarillo-Brasil tomó un bus desde Alagoas (noreste) y se pasó tres días de viaje hasta llegar a Sao Paulo.
Aquí encontró a su marido y tuvo a su hijo. Al menos ahora tiene una vida estable como limpiadora en el aeropuerto de Guarulhos.
A Adenaclay lo que más le gustaría es que sus vecinos pudieran enfrentarse a los futuros campeones del mundo aquí, en la cancha de tierra donde juega su hijo.
“Si Dios quiere se hará realidad el sueño. Ellos se lo merecen, se esfuerzan mucho. Aquí hay una batalla diaria para ser alguien en la vida. Eso es mucho más difícil que ganar una Copa del Mundo”, asegura.