Es el hombre providencial. Debutó el 5 de septiembre y en 35 días cambió el humor social del país, que pasó de inquietante a exultante. Reemplazó vocablos como dólar, incendios, bloqueos y aumentos por otros como ilusión, esperanza, orgullo, victoria.
Con lo mismos elementos con que los anteriores perdían, mostró el camino. Es Óscar Villegas, un mesías de tiza y pizarrón. Después de una supermegahorrible Copa América fue designado y, desde su modestia, le cambió la vida a Bolivia. Dijo “se puede”. ¡Y se podía…!
Ni Nostradamus se hubiese atrevido a predecir tres triunfos de Bolivia en sus tres primeros compromisos. Ahora vemos que Costas y Zago no estaban para esto, nos damos cuenta de que no había que esperar al 2054 para aspirar a un Mundial, que hay material para intentarlo ya mismo. Cuando todos decían “no tenemos jugadores”, él respondía “hay”.
Desde su perfil bajísimo y la brevedad de su discurso hay un individuo que sabe llegarles a los soldados, convencerlos, generar una mística, plantear una táctica exitosa, proponer una preparación eficiente e implantar una mentalidad positiva.
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De esos 35 días surge una primera radiografía de Óscar Villegas: conoce como pocos el fútbol boliviano, es un sujeto sereno, sin miedos, tiene un trato paternal con los jugadores, sabe ubicarlos en la cancha y le gusta jugar al ataque en la medida de sus posibilidades.
Todas estas loas no quitan que mañana Bolivia pueda caer frente a Argentina en Buenos Aires. Cualquier partido se puede perder, más ante un campeón del mundo y en su casa. No obstante, una derrota no cambiará el concepto: ha escalado la montaña descalzo, ha esparcido la fe. También hay que decirlo: la Federación se anotó un pleno con Óscar. Eran tres tiros por un peso, falló los dos primeros (Costas y Zago), acertó el tercero.
* Sin excusas. Acertada logística preparó Colombia para jugar en El Alto, deberían copiarla otros: aguantó sin problemas los 102 minutos que duró el choque con Bolivia. Le sobró. Tanto que dominó a voluntad los últimos 52’ que se extendió el segundo tiempo sin perder intensidad. De modo que por el lado del oxígeno no debe buscar los vericuetos de la derrota. Correr, corrían. Situaciones de gol tuvo de sobra (6), desde ese ángulo tampoco. El problema fue una falla múltiple en defensa entre Ditta, Borja, Lucumí y Castaño. Una secuencia de cuatro errores defensivos juntos puede/debe costar una derrota. Pasó. El fútbol tiene algo inexorable: cuando se falla en las dos áreas, perder es un hecho.
* Inobjetable. Bolivia mereció ganar por el esfuerzo de jugar 82 minutos con diez (Héctor Cuéllar fue expulsado correctamente a los 19’). Porque, además, marcó el gol de la victoria estando con diez. Porque lo defendió con el alma. Y por el extraordinario tanto de Miguel Terceros, un chico de 20 años que juega en la Serie B del Brasileirão para el Santos. Un gol así merecía servir para ganar. Con su zurda de terciopelo hizo pasar como conos a Lucumí y Castaño (todavía están pasando) y la colocó allá arriba, lejos del radio de acción de ese gran arquero que es Camilo Vargas. Gol similar por su espectacularidad al de James a Uruguay en 2014, el que lo catapultó al estrellato. No fue menos que aquel de James, distinto el contexto.
* Aguante. Otro factor ponderable es que en Bolivia se habló hasta la reiteración (y con razón) de la letalidad del juego aéreo colombiano, pero terminó no influyendo. La defensa verde, sin gran estatura, ganó esa batalla también, por concentración y empeño. En un momento la cabeza de Haquín pareció un frontón.
* El padre Wilton. Colombia también debió jugar con diez, y desde los 12 minutos. Para ese entonces ya Kevin Castaño había hecho dos faltas durísimas, ambas de amarilla. El padre Wilton Sampaio, en cambio, le dio un sermón: “hijo, pórtate bien, juega con cuidado”. A la tercera, más fuerte aún que las anteriores, le sacó la cartulina. Ahí Lorenzo lo reemplazó, sabía que estaba jugando de regalo.
* Limitado. Los medios colombianos criticaron haber perdido “ante un limitado equipo boliviano”. No obstante, el limitado ganó con uno menos. La realidad es que hace cuatro partidos que Colombia no se parece a Colombia. A la de Néstor Lorenzo. Desilusionó en la final de la Copa América, no tuvo brillo ni potencia para ganarla. Rascó un empate de última ante el modesto Perú sin jugar bien. Logró un triunfo muy festejado, pero futbolísticamente desabrido sobre Argentina. Y ahora esta derrota en Bolivia. Dos perdidos, una victoria, un empate, apenas tres goles convertidos y 4 recibidos. No es grave, no peligra de ninguna manera su pase al Mundial, que para eso es una Eliminatoria. No da título esta competencia, sólo es clasificatoria, es igual ser primero que sexto. Pero se le borroneó el juego.
* Alumbramiento. De Miguel Terceros. ¿Nace un ídolo, un nuevo Etcheverry…? Apenas está empezando en el Santos. En la renovación que inició, Villegas lo puso directamente de titular los tres partidos y marcó 3 goles, a Venezuela, Chile y Colombia. Este último ya entró en la memoria colectiva.
* Locura. La de FIFA/Conmebol en hacer jugar el partido Venezuela-Argentina (1 a 1). La cancha era una piscina, la pelota no rodaba, se quedaba frenada y los jugadores seguían de largo. Pero esto es Sudamérica, lo hicieron disputar igual. No fue fútbol, no resiste un análisis serio. Lo único destacable es el gol de cabeza de Salomón Rondón, espectacular. Un impacto tremendo. Recibió un centro brillante de Yeferson Soteldo, ganó ampliamente en el salto, giró todo su cuello y fusiló a Rulli. Del cuello de Rondón supo Colombia en la Copa América 2015.
* Debacle. De Uruguay, cayendo en Perú cuando el reloj marcaba 88 minutos. “Las declaraciones de Suárez no tuvieron influencia en el partido”, dijo Marcelo Bielsa en la rueda de prensa posterior. Pareció lo contrario. Se vio un Uruguay penoso ante un Perú con mal de ausencias, sin Advíncula, Yotún, Renato Tapia, Lapadula, Marcos López, Cartagena, Trauco, a los que se sumaron los no convocados Cueva, Carrillo, Paolo Guerrero. Demasiado para lo poquito que tiene. Pero el incendio interior de Uruguay lo consumió.
* Devastación. Reinaba la certidumbre de que la bomba que detonó Suárez sobre Bielsa impactaría en la selección. Y causó estragos. “Una noche de terror en Lima”, sintetizó la prensa montevideana. Y otro titular acaparó la atención: “¿Los jugadores le hicieron la cama al técnico…?” Un detalle no menor es que Uruguay cometió 6 faltas y Perú 17, lo triplicó. Ni foules hicieron los celestes. Raro. Otro es que en medio del juego se vio una discusión entre Nández y Fonseca. No había buen clima. Estaba claro de antemano que una Selección Uruguaya dirigida por un técnico argentino no podía ser el crucero del amor. El recelo oriental hacia sus vecinos del Plata es demasiado fuerte. Y no está relacionado con el fútbol, es parte de la vida diaria.
* Resurgimiento II. De Paraguay. Además del de Bolivia con Villegas, el de Paraguay con Gustavo Alfaro. Es inteligente, se sospechaba que lo levantaría, tiene buen plantel la Albirroja, no estaba aprovechado. Alfaro enseguida sacó jugo. Empate con Uruguay en Montevideo, triunfo sobre Brasil en Asunción y otra paridad ante Ecuador en Quito. Invicto, cinco puntos, cero gol en contra. Hoy, todo proyecto exitoso en el fútbol pasa por un gran entrenador.