Unilateral
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El periodista Oscar Dorado Vega
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A Qatar lo superó Ecuador inobjetablemente. Está escrito en millones de crónicas y también brincó a la circunscripción de la historia, por aquello de ser el primer anfitrión de una Copa Mundial de Fútbol que permite la derrota en su feudo.
Sin embargo, no deja de ser pertinente plantear dos circunstancias derivadas del partido en el estadio Al Bayt. Una tiene que ver con un dueño de casa abrumado por la circunstancia, debido, en lo esencial, a la puesta en escena. Fue, para el equipo dirigido por el español Félix Sánchez Bas, una prueba demasiado rigurosa; al fin y al cabo coronada con nota reprobatoria.
Otra alude a su manifiesta fragilidad de juego, que no deja de ser llamativa porque es el campeón asiático y dedicó una impenetrable concentración de medio año —lujo imposible para ninguno de los restantes treinta y un participantes— de cara al estreno en estas lides.
Lo anterior no resta en mínimo grado el mérito ecuatoriano, que supo, apenas pitó el italiano Orsato, asumir el rol de protagonista.
Con y sin la pelota, ocupando espacios, haciendo sentir al adversario el peso de su funcionamiento colectivo, el valor de las individualidades, la actitud frente a la implicancia del debut y la lectura estratégica, muy clara, de Gustavo Alfaro, cuya consigna apuntó a apropiarse del trámite sin siquiera esperar a que el local expusiera atisbos de sus atributos, a la postre escasos.
Era, sin duda, un cotejo para impiadosa goleada. Y acaso sea la única deuda que dejó pendiente el ganador. Si le pesará o no será cuestión de futuro próximo, pero el dos a cero representa una dimensión corta a la hora de ubicarla en la balanza de lo observado objetivamente.
El cuarto representante de Sudamérica puso de manifiesto el rodaje que exhibió en casi todas las actuaciones de la clasificatoria, aún de recuerdo fresco.
Es un cuadro que maneja casi de memoria determinados movimientos —fundamentalmente aquellos de mitad de cancha hacia arriba, por cuanto en lo defensivo casi no acusó exigencia— vinculados no sólo a la respuesta física, sino también a la mental.
Esa doble agilidad desnudó la pobreza del anfitrión en su última línea, a partir del nervioso portero Saad Al Sheeb, que de entrada se mandó un chascarro traducido en gol e invalidado luego de una engorrosa revisión del VAR.
Lo señalado no aplacó al capitán. Enner Valencia (33) —autor de los últimos cinco tantos que registra su Selección en torneos de este tipo— convirtió dos veces durante la etapa inicial y liquidó el pleito. Más tarde, en el complemento, encendió luces de alarma a raíz de una lesión de rodilla que abre interrogantes de cara al viernes, cuando el oponente sea Países Bajos.
A él corresponde sumar a Moisés Caicedo y Michael Estrada como eficaces escuderos de una presentación que también unió a Gonzalo Plata como otro de los destacados, dentro de una formación, en general, sin puntos flojos.
En la alta competencia la buena intención y/o corazón no bastan y Qatar ya lo sabe. Para colmo apenas transcurrida la media hora padeció el marcador ostensiblemente adverso y es de presumir que en su fuero interno supiera que no podría esquivar el revés, así hubiera tiempo de sobra. No por nada una porción de público desencantado abandonó anticipadamente las graderías…
Telón descubierto y las realidades —sin sorpresa alguna— se expusieron a la vista del planeta.
Esto recién comienza (como diría algún relator), desgajará capítulos y en algo menos de un mes confirmará pronósticos o revelará algún golpe a la cátedra. Es el fútbol en su máxima expresión; apasionante por antonomasia.
(20/11/2022)