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Mundial 2026: más partidos, menos estrellas

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 18 de febrero de 2024 / 20:55

Nace una nueva era mundialista, un antes y un después. Habrá muchos cambios en la Copa del Mundo 2026, todo ha sido ampliado. Cada vez hay menos cracks, pero más y más competencias, partidos y viajes. Y los torneos que ya estaban se agrandan. Ejemplo: la Copa Toyota/Copa Intercontinental era una especie de Mundial de Clubes a un solo enfrentamiento en Japón, a partir de 2025 lo jugarán 32 equipos y abarcará 64 partidos. La Copa Libertadores nació en 1960 con 13 cotejos, la actual se compone de 155. Así todo. A ello deben añadirse los nuevos campeonatos y copas que se han creado. Todo ha crecido exponencialmente, aunque el año sigue teniendo doce meses.

El Mundial de 1970 contó con Beckenbauer, Müller, Uwe Seeler, Pelé, Tostao, Jairzinho, Gerson, Rivelino, Gigi Riva, Mazzola, Gianni Rivera, Teófilo Cubillas, Sotil, Chumpitaz, Bobby Charlton, Bobby Moore, Gordon Banks, Mazurkiewicz, Pedro Rocha, Lev Yashin… Muchas estrellas. Y eran 16 selecciones. Ahora serán 48 y apenas podemos calificar de tales a Mbappé, Haaland (si va, porque no clasifica seguido con Noruega), Bellingham… Hay escasez de luminarias. Por eso, millones hacen fuerza para que estén Messi y Cristiano Ronaldo, pero uno tendrá 39 años y el otro 41. Leo ha dicho que Qatar 2022 fue su última Copa del Mundo.

La Copa Mundial México/Estados Unidos/Canadá 2026 la animarán 48 equipos distribuidos en 12 grupos de 4 cada uno. Primero y segundo de cada zona más los 8 mejores terceros clasificarán a dieciseisavos de final. Esta es una instancia nueva que se crea, y hará que el campeón deba jugar 8 partidos en lugar de 7, como hasta ahora. De dieciseisavos hasta la final serán enfrentamientos eliminatorios. La pelota comenzará a rodar el jueves 11 de junio y el pitazo final del Mundial será el domingo 19 de julio. De esos 39 días, en 34 habrá futbol, sólo en cinco se descansará.

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Se perderá por completo la característica de Qatar 2022, que reunió a las 32 selecciones y a los millones de hinchas en una sola urbe: Doha. Eso generó un clima maravilloso, irrepetible. Uno se encontraba en la calle, en el metro, en los bares, en los estadios con los visitantes de todo el mundo. La atmósfera era fantástica. En el caso de Canadá, EE.UU. y México las distancias son enormes, generando incomodidad y gastos inasumibles para los aficionados, además de cansancio para los equipos, como pasó en el Mundial ‘94. Para mitigar en parte los traslados, la FIFA dividió el mapa del torneo en tres zonas geográficas cuestión mover lo menos posible a los participantes.   

Como novedad histórica, una ciudad y un estadio albergarán por tercera vez el partido inaugural: son México y el Azteca, que ya levantaron el telón en 1970 (México 0 – Unión Soviética 0, partido aburridísimo) y 1986 (Bulgaria 1 – Italia 1). El escenario de la final será el Metlife Stadium de New Jersey. El Metlife sustituyó al célebre Giants Stadium, donde jugaba el Cosmos en tiempos de Pelé y Beckenbauer. El de los Gigantes fue demolido y en lo que era su playa de estacionamiento se edificó el nuevo, inaugurado en 2010. No obstante, para el Mundial el Metlife deberá ceder su nombre, pues FIFA no permite lo que llama “publicidades parasitarias”. Lo mismo ocurrirá en México. El Azteca seguirá llamándose Azteca, pero el estadio Akron, de Guadalajara y el BBVA, de Monterrey, no podrán utilizar esa denominación entre junio y julio de 2026. «La publicidad parasitaria trata de aprovecharse del fondo de comercio, del gran interés y la popularidad del fútbol y de la buena imagen de los torneos de la FIFA, sin contribuir a su organización», explica la entidad de Zúrich en su página de Internet.

“Se creía que el partido definitorio sería en Dallas: buena ubicación geográfica y estadio techado, que es el tema clave porque en julio en Nueva York o bien puede llover fuerte o haber un calor intolerable. Eso generó cierta polémica”, comenta José Luis Pierrend, colega peruano residente en Arizona. No obstante, Dallas recibió un premio gordo: será la subsede con mayor cantidad de compromisos: nueve.

Estados Unidos hospedará 78 cotejos del certamen, México 13 y Canadá otros 13. Los tres ya están clasificados como anfitriones. Podrían quedar eliminados en la fase de grupos, pero jugarán al menos tres encuentros ante su público. Toda la información de la Copa 2026 fue difundida por FIFA en un evento realizado en Miami, liderado por Gianni Infantino y al que asistieron Mario Kempes, Cafú, Teófilo Cubillas y otras estrellas futbolísticas. “No obstante, la prensa aquí en Estados Unidos no le dio mayor cobertura. Fue la semana previa al Super Bowl y no se habló de otra cosa”, agrega Pierrend. “No fue un buen momento para hacer este anuncio, los medios casi lo ignoraron. Aquí todo el mundo sigue revolucionado por Messi, la gente usa su camiseta y a muchos les parece increíble que viva aquí, eso ayuda a que el fútbol esté presente, pero en el resto del país pasó inadvertido el tema del Mundial”, corrobora Johani Ponce, periodista venezolana radicada en Miami.  

Dieciséis ciudades albergarán la Copa (récord), 11 de Estados Unidos, 3 de México y 2 de Canadá. Aunque no nos agrade semejante dispersión, los futboleros deberemos acostumbrarnos; las exigencias de la FIFA son tan altas que en adelante los Mundiales deberán repartirse en varios países y localidades. Salvo cuando aparezca un estado archimillonario como Arabia Saudita, que puede tirar cien mil millones de dólares para darse el gusto de hacerlo solo. Hubo ciudades como Montreal y Chicago que renunciaron a ser sede por el altísimo dispendio que suponía para los ciudadanos. “Entendemos que la decisión de no apoyar a Montreal como sede de algunos partidos de la Copa del Mundo puede ser decepcionante para la ciudad y los aficionados al soccer”, declaró la Ministra de Turismo de Quebec, Caroline Proulx. “Hubiéramos estado felices y también listos para acoger el Mundial 2026 en Montreal, pero el alto costo del evento se ha vuelto difícil de justificar para los contribuyentes”. Algo similar esgrimió el alcalde de Chicago. Y en México, algunas ciudades que deseaban participar del torneo se retiraron temprano de la idea.

En México, la noticia del reparto de partidos fue agridulce. “Por un lado, los medios exhibieron orgullo porque el Azteca recibirá por tercera vez la inauguración de un Mundial, pero por el otro hubo sabor a poco con los trece partidos que Estados Unidos ‘le deja tener’ a México. Igual, hay conciencia plena de que el país actualmente no está en condiciones de hospedar un Mundial completo, son otras épocas”, dice Marcelo Assaf, periodista argentino con asiento en el Distrito Federal.

No hay que temer a los cambios. Cuando se pasó de 24 a 32 equipos llovieron críticas, pero no fue malo y más selecciones no tradicionales pudieron acceder a la megafiesta deportiva que es la Copa del Mundo. No obstante, 48 parece un número demasiado grande. Ya se puede decir que habrá récord de todo: de goles, de público, de ciudades.

“Nueva York recibirá la final del Mundial, que será el partido más importante de la historia del fútbol”, declaró, grandilocuente, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Veremos… Aunque sí será un Mundial revolucionario. Por todo.

(18/02/2024)

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Los hijos y los nietos, felices

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 3 de febrero de 2025 / 00:59

Ya está. Jhon Jáder Durán se va a Arabia Saudita. El Al Nassr pone 77 millones de euros más 13 en objetivos (seguramente alcanzables) y el corpulento delantero deja el Aston Villa. Se va a compartir ataque con Cristiano Ronaldo y Sadio Mané. El traspaso ha generado un gran debate: ¿está bien…? ¿está mal…? Está bien porque representa la máxima transferencia de la historia de un futbolista colombiano, lo que valoriza a todos los futbolistas de su país.

Está mal porque con semejante juventud ya lleva dos temporadas en la Premier League, la meca de todo jugador, y la deja para ir a un destino que, para muchos, es un cementerio de futbolistas. Está en la edad perfecta para descollar y ser una luminaria en el escenario soñado por todos. Se baja para convertirse en un ultramillonario, pero ya no estará en la élite.

Quienes despertaban temprano los sábados o domingos para ver los partidos del Aston Villa con la ilusión de gritar un gol suyo ahora podrán dormir un par de horas más.

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Las redes sociales atraparon miles de comentarios. Los contra usaron hasta la palabra “mercenario”. Otros, menos extremistas, escribieron “decepcionante”. Y los pro (no tan futboleros, por cierto), aprobaron con “felicitaciones”, “adelante”. Hay que entender que es una decisión absolutamente personal y respetable. De la mejor fuente: el Al Nassr pagará a Durán 35 millones de euros por año, 2,9 millones por mes, 96.000 por día, 4.000 por hora… Eso, durante cinco años y medio, o sea 192,5 millones totales. Una operación brutal, una megatransferencia reservada a supercracks. Cuando a uno le ponen enfrente un contrato de tales proporciones y sólo tiene que firmar, seguramente le tiemblan las piernas. Es muy difícil decidir, y más cuando acabas de cumplir 21 años.

Es más de lo que ganó nunca James Rodríguez, más de lo que gana el propietario de cualquier banco de América Latina, más de lo que perciben, enteros, los planteles de la mayoría de los clubes de nuestro continente. Estamos hablando de un jugador joven, potente, técnico y con carácter, con un potencial luminoso, pero que en seis años de actuación marcó apenas 38 goles, no ha sido campeón y no es titular ni en el Villa ni en la Selección Colombia. Y no lo estamos demeritando, son datos de la realidad.

Dos opiniones de lectores de El Tiempo, de Bogotá, reflejan la polarización respecto a esta transferencia, que será inolvidable: “Lo de Duran es natural, es nuestra mentalidad. Por eso no tenemos ni tendremos nunca el nivel para ser campeones de nada. Pues nuestros jugadores juegan por plata no por gloria”, critica Alberto Farfán. En un punto diametralmente opuesto, Juan F. Yeped manifiesta: “Jhon, por favor, no lo piense dos veces, esta oportunidad es única y le garantiza un futuro a usted y a su familia!! El futbol es temporal, lesiones y situaciones fuera de su control pueden estar a la vuelta de la esquina. Disfrute cada minuto en Arabia”. La aprobación, únicamente basada en el dinero, gana por amplia mayoría. Realizamos un sondeo en Twitter y el resultado es claro: 66% se inclinó por la opción “Muy bien, será millonario”; el 34 restante votó por “No, es una gran decepción”.

Está claro que lo deportivo se querella contra lo económico, no al revés. “Va a jugar con Cristiano Ronaldo, puede aprender”, dicen unos, a manera de justificación. “Y a los 25 años puede volver a Europa”, agregan otros. No, en rigor, a los 27 años y medio. Que debería igual es la plenitud total. Si el propio Cristiano sigue goleando a los 40 (los festeja mañana) y Lewandowski lidera a los goleadores en España cercano a los 37… El tema es que justo ahora Jhon Jáder está en el momento perfecto de subir al estrellato, para que su silueta se refleje en la Luna… Y se va al desierto…

El grueso de quienes están de acuerdo se apoya en una idea: “Asegura su futuro y el de su familia. Con esa plata no tendrán que trabajar ni sus hijos ni sus nietos”. Agregamos bisnietos y tataranietos. Ahora bien, ¿quién instaló eso de que un atleta debe jugar para que no trabajen ni sus nietos…? El objetivo de un deportista es triunfar, conquistar títulos con sus clubes y su selección, ganar prestigio, llegar a la cima, dejar un legado, quedar en la memoria de los hinchas. Aparte, Jhon Jáder ya es millonario, cobra 75.000 libras a la semana, unos 93.513,75 dólares cada siete días. O, expresado de otro modo, 4.862.715 dólares anuales. Cuando terminara el vínculo con Aston Villa (también en junio de 2030) iba a tener un acumulado de 36.470.362 dólares. Da para tener el autito y la casita. ¿Cuánto se necesita para blindar el futuro de una familia…?

A los 21 años, Jhon Jáder ya ha sido objeto de tres transferencias importantes: de Envigado al Chicago Fire (1.700.000 euros), de allí al Aston Villa (20,15 M€) y ahora esta. Por eso uno se pregunta: ¿por qué nunca fue titular para Unai Emery…? ¿Por qué tan pocos minutos con Néstor Lorenzo…? Apenas 5,8 partidos sumando todas sus entradas.

Para Aston Villa es un negocio brillante, aunque no quería hacerlo. “El jugador se quiere ir”, declaró Unai Emery, sin dejar dudas: Durán estuvo de acuerdo, presionó. Y cuando es así el club no puede hacer nada. La pregunta es ¿acertó…? Sólo el tiempo lo dilucidará. ¿Volverá a Europa en 2030…? ¿El dinero lo relajará…? ¿Encontrará en Arabia el nivel que le permita pelear un puesto en la selección…? ¿Se llevará bien con CR7…? Sabemos del ego estratosférico de Cristiano y de las pocas pulgas de Jhon Jáder. Son personalidades fuertes. El colombiano no va a ir a jugar para el portugués. Un pase no dado, Cristiano que levanta los brazos protestando y pueden saltar chispas.

Exhumamos el derrotero de Neymar, que, atraído por el oro del PSG, en lugar de quedarse en Barcelona a ganar campeonatos con Suárez y Messi prefirió partir. Su huida a París fue desastrosa. Se apagó su luz, sufrió el hacha de una liga físicamente impiadosa, se llenó de lesiones. No pudo ganar la Champions, que para eso lo llevaron, ni el Balón de Oro. Y esa malaria se trasladó a la Selección Brasileña. Sus registros anuales, que en los tiempos buenos eran de 43 goles, 42, 39, comenzaron a bajar dramáticamente a 28, 23, 19, 17, 13, sin contar los prolongados períodos de inactividad. Cuando prevalece el dinero por sobre los sueños, algo falla. Ahora acaba de volver al Santos cantando el tango de Cadícamo. “Vuelvo vencido a la casita de mis viejos, cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria”. 

La contrafigura de ambos casos es Erling Haaland, que hace dos semanas rubricó un nuevo acuerdo con el Manchester City por diez años. No es todo por dinero. Seguramente le han garantizado un proyecto deportivo ganador, con Guardiola al frente y compañeros de jerarquía para pelear por todo. Semejante renovación -hasta 2034- en un goleador consagrado, por el que suspiran el Real Madrid, el Barcelona, el Bayern, el Arsenal, el mundo árabe o la MLS significa “me quiero quedar, soy feliz aquí, no estoy desesperado por irme a otro club, deseo ganar más títulos con el City, quiero devolver el cariño con goles…” Seguirá en el Olimpo. Messi mismo, cuando el Barcelona le cerró la puerta en la cara, lloró, se bajaba el sueldo un cincuenta por ciento con tal de quedarse. Porque el Barça es el escalón más alto. Igual iba a ganar.

Pero son decisiones… Cuando alguien te sienta a una mesa y te dice “firme acá, hay 192 millones para usted…”

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¡Ronaldo go home…!

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 30 de enero de 2025 / 00:51

Los futbolistas han copado todos los ámbitos del fútbol: a su retiro son técnicos, asistentes, preparadores de arqueros, coordinadores, directores deportivos, representantes, comentaristas en televisión, ejecutivos de empresas de ropa deportiva y, lo último, presidentes y hasta dueños de clubes.

En la Argentina ya hay seis exjugadores que presiden los clubes donde fueron ídolos: Juan Román Riquelme (Boca Juniors), Juan Sebastián Verón (Estudiantes de La Plata), Diego Milito (Racing Club), Gonzalo Belloso (Rosario Central), Luis Fabián Artime (Belgrano) y Víctor Godano (Colón).

David Beckham encabeza la directiva del Inter Miami, Alexi Lalas la de Los Angeles Galaxy, Rui Costa la del Benfica y es muy conocido que Franz Beckenbauer, Uli Hoeness y Karl-Heinz Rummenigge presidieron, a su turno, el Bayern Munich. Pero hay decenas de casos más.

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Hasta poco tiempo atrás, José Francisco Cevallos y Carlos Alejandro Alfaro Moreno lideraron desde los despachos al Barcelona SC, de Guayaquil, Daniel Passarella y Carlos Babington llevaron las riendas de River y Huracán. Ariel Graziani es el flamante titular del Delfín, de Manta.

Algunos lo han hecho muy bien, como Verón, que hizo construir el nuevo y magnífico estadio de Estudiantes y ha ganado títulos, o los tres alemanes, que llevaron a la grandeza al Bayern Munich. Beckham logró que un club nuevito como el Inter Miami contratara a Messi y, con él, se hizo conocido mundialmente, además de convertirlo en un negocio redituable.

En cambio, a un coloso de los campos como Passarella le fue mal: bajo su presidencia River descendió por única vez en su historia. Cada día hay más. Kylian Mbappé es propietario del SM Caén, militante de la Segunda de Francia, a punto de bajar a Tercera. Gerard Piqué es dueño del Fútbol Club Andorra, de la Primera Federación, lo que antes era Segunda B. Futbolistas accionistas en club hay decenas.

Uno de los casos más resonantes es el de Ronaldo Nazario, quien el 3 de septiembre de 2018 se convirtió en el presidente del Valladolid, de la Primera División de España, al adquirir el 51% del paquete accionario en unos 30 millones de euros. Rumores de pasillo dicen que, en verdad, O Fenómeno no ostenta más que el 9% de esa participación, el resto sería de un grupo empresario, pero lo ponen de cabeza por su popularidad para atraer patrocinios y posibles acuerdos, su experiencia, sus contactos y su ojo para ver jugadores.

Sin embargo, la experiencia no ha salido bien, los fichajes han sido una pesadilla y deportivamente es un naufragio monumental. Ello, sumado a que lo ven como un presidente ausente, que nada tiene que ver con el club, ha generado un rechazo absoluto de toda la comunidad vallisoletana hacia la figura del exgoleador, al punto de organizarse manifestaciones pidiendo su marcha de la ciudad donde murió Cristóbal Colón. El domingo, en la derrota en casa ante el Real Madrid por 3 a 0, como en partidos anteriores, el estadio José Zorrilla lució un gigantesco mosaico amarillo compuesto por banderas y pancartas con la leyenda “Ronaldo go home” (vete a casa). Dada la relación de Ronaldo con el Real Madrid por su pasado como jugador, algunos pensaron que tal vez el presidente asistiría al partido para compartir palco con su amigo Florentino Pérez, pero sin demasiadas esperanzas. No acudió. No obstante, gran parte del estadio se pasó casi todo el tiempo gritando “Ronaldo vete ya”, “Fuera presidente” y “Directiva dimisión”.

La furia de los hinchas es tan grande con él que hace meses no va a ver al equipo de local por temor a ser agredido o a recibir insultos. Fue en la primera fecha del campeonato y no volvió más, pues el ambiente está tan espeso que podrían agredirlo.

Valladolid va último con sólo 15 puntos y 14 derrotas en 21 cotejos y, según la misma prensa de la ciudad, “no tiene la más remota posibilidad de salvarse del descenso”. Ha tenido derrotas catastróficas como con Barcelona (7 a 0), Atlético de Madrid de local (5 a 0) y los dos duelos ante el Madrid (ambos 3 a 0). En el medio, se fue el técnico uruguayo Paulo Pezzolano, quien tuvo un choque con la afición. Pezzolano lo dirigía en Segunda, el equipo jugaba mal y la gente coreaba “Pezzolano dimisión…” No obstante, en las últimas el equipo logró ascender y el día del festejo el entrenador les gritó burlonamente a los hinchas “Pezzolano dimisión…” Lo cual, como es lógico, cayó muy mal.

Pero este descenso inminente no sería tan grave si no se cuenta lo anterior. Ronaldo asumió en la temporada 2018-2019 y, desde entonces, el derrotero del equipo blanquivioleta ha sido catastrófico. Decimosexto el primer año con 17 derrotas, decimotercero el segundo con 14 caídas, descendido el tercero, subió en la 2021-2022, volvió a bajar inmediatamente en la 2022-2023, otra vez retornó a Primera en 2023-2024 y ahora está por hilvanar su tercer descenso en tres temporadas sucesivas en Primera. Un récord. Que parece decretado a juzgar por sus actuaciones y por estar tan abajo en las posiciones. Ahora lo dirige el argentino Diego Cocca, quien, de momento, no ha logrado enderezar la nave. El armado del plantel ha sido deficiente.

“Es penoso, porque el Valladolid tiene una bonita tradición en Primera, no es un equipo del ascenso”, dicen los cronistas locales. “De aquí ha salido Fernando Hierro y han pasado el Polilla Da Silva, Cuauhtemoc Blanco, René Higuita, Jorge El Mortero Aravena, el Mágico González, el Pibe Valderrama y tantísimas figuras más del fútbol español”.

Pero es seguro que semejante animadversión hacia su figura lo llevará a alejarse del club. Es cuestión de que aparezca el comprador. El mismo Ronaldo ha admitido que no sería un problema vender su participación en el club. De hecho, hay cantidades de millonarios deseosos de entrar en el mundo del futbol. Ya en la Premier League, la Serie A italiana y la liga francesa casi todos los clubes están manos árabes o de magnates norteamericanos, que están comprando también clubes brasileños y belgas. Incluso puede que ganara dinero, aunque lo venda en Segunda. Además, Ronaldo Nazario ha manifestado sin remilgos que quiere presentarse a las elecciones de presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Es su más deseado objetivo y para eso debe deshacerse de cualquier porcentaje de propiedad en clubes, por cuestiones reglamentarias.

En abril pasado ya se deshizo del Cruzeiro, del que tenía el 78% de la SAF, la Sociedad Anónima de Fútbol Cruzeiro, que controla el área futbolística del club donde se inició profesionalmente jugando. La vendió a Pedro Lourenço, un poderoso empresario fanático de los azules, cuya vida es una película. Lourenço comenzó de niño trabajando en minas de carbón con su padre y sus nueve hermanos e hizo una fortuna con un supermercado BH, al que le siguió una cadena, la más grande de Minas Gerais. Pedrinho, como es conocido, ya era un mecenas del club, hasta que finalmente lo compró. Los torcedores, felices. Cruzeiro estaba en la ruina y ahora están seguros de que el empresario lo ordenará y lo llevará de nuevo a la cima. Pero también manifestaron su alegría por el alejamiento de Ronaldo, a quien criticaban por no verlo comprometido con el club. Y por no verlo. Mostraba escasa presencia en Belo Horizonte, como en Valladolid.

Entrando al área le iba mejor.

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Cien años de evolución

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 27 de enero de 2025 / 00:10

Quince goles en dos partidos, como vimos la semana anterior con Benfica 4 – Barcelona 5 y PSG 4 – Manchester City 2, no solo es sorprendente sino altamente meritorio. Lo mismo que la goleada por 6-0 de Argentina sobre Brasil en el Sub-20.

Antiguamente eran frecuentes estos resultados abultados. En el Mundial ’54, en Suiza, las selecciones terminaban 9 a 0, 8 a 3, 7 a 5, 6 a 1. Se jugaba libremente, todo era más lento, había enormes espacios para quien llevaba la pelota, se podía pensar la maniobra y el concepto era meter más goles que el rival.

Luego fueron reduciéndose los goles, comenzaron a ajustarse las marcas, a “apretar en el medio”, devino el catenaccio, enseguida llegó el “hombre a hombre”, más tarde el defender con diez, apareció la presión, ahora la intensidad, que los primeros defensores sean los delanteros… el puesto de arquero evolucionó un diez mil por ciento, los jugadores que defienden son actualmente atletas superentrenados, las tácticas defensivas mejoraron… Y muchos aspectos más.

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Todo se fue complicando para el atacante y con ello se achicaron las posibilidades de hacer gol. Incluso mermaron drásticamente las situaciones de riesgo. Por eso, a veces se genera una sola y hay que tratar de meterla si se quiere ganar.

No obstante, el futbolista ha sabido adaptarse y, pese a todo, se ven proezas técnicas y partidos electrizantes. Hubo un bache notorio en el juego en el segundo semestre del año pasado. Ahora parece levantar en Europa, donde están los mejores intérpretes. Lo que ya nunca volverá es el romanticismo de antes, la fidelidad de los jugadores a un club, el amor por la camiseta.

El mercenarismo de los futbolistas es lamentable, firman contrato hoy se quieren ir mañana por una oferta mejor. Por eso valoramos extraordinariamente la decisión de Haaland de firmar con el City por nueve años y medio más, hasta 2034. Es un mensaje a todos sus colegas del mundo. Significa “me quiero quedar, soy feliz aquí, no estoy desesperado por irme a otro club, deseo ganar títulos con el City, quiero devolver el cariño con goles…”

Pero hay una realidad: cuando vemos videos de varias décadas atrás nos desanima aquello. Hemos vuelto a ver, completas, las finales mundialistas desde 1966 hacia acá y aquel fútbol nos parece elemental. Nunca se disputó, ni de cerca, una final tan espectacular como la de Catar 2022 entre Argentina y Francia (3-3).

Es comprensible, todo fue evolucionando: la pelota, los campos de juego, la indumentaria, el cuidado, el reglamento, la medicina deportiva… Quienes están convencidos de que el fútbol de antes era mejor argumentan: “Si pusiéramos a los futbolistas de hace cincuenta o sesenta años a entrenar como se entrena ahora, con la alimentación y preparación actual, con las tácticas modernas, serían unos fenómenos también”.

Efectivamente, quien nació con un don para algo determinado, se adaptaría a toda la metodología de hoy e igual brillaría. No hay dudas. Sin embargo, conseguiría menos proezas. Pelé dijo una vez “si yo jugara ahora haría tres mil goles, no te pegan como antes”. Se pega mucho menos, es verdad, pero se marca infinitamente más. No tendría espacios ni tiempo.

Lo que no se analiza es que, si tomamos, por ejemplo, a los 22 protagonistas de la final de 1970 y les damos toda la preparación y las condiciones actuales, pero los hacemos jugar con la velocidad, la intensidad, la presión y las marcas de ahora se equivocarían mucho más que antes y mostrarían menos técnica, menos precisión y magia. Y ESTARÍAN JUGANDO CONTRA LOS MISMOS RIVALES. O SEA, NO SE TRATA DE MAYORES O MENORES CAPACIDADES SINO DE MAYORES O MENORES DIFICULTADES.

Si tenemos diez minutos para vestirnos lo hacemos de una manera, si tenemos tres será de otra, menos prolija y más descuidada. Si nos dan diez metros para realizar una jugada, la haremos de una manera, si disponemos de dos metros, la haremos de otra y, sin duda, tendremos menos posibilidades de que sea exitosa. Si nos marca un rival, podremos intentar cierta jugada, si nos marcan tres, tal vez ni la intentemos. Si estamos libres de presión pensamos y nos movemos con libertad, si nos están encimando, estorbando, impidiendo la maniobra, ya no tenemos la misma facilidad creativa.

Por lo tanto, el entrenamiento, la alimentación y las nuevas tácticas tienen poco que ver, lo que cambió es el grado de dificultad, que es veinte veces mayor.

Es lo mismo que si una mujer joven y soltera se dedica exclusivamente a estudiar, y la comparamos con otra que también estudia, pero además es casada, trabaja, tiene dos niños que lleva a la casa de su madre antes de ir a la oficina para que se los cuide, debe hacer las compras al terminar la jornada y, al volver al hogar, hacer algo de cenar. Puede que las dos se gradúen, pero esta última tiene muchísimo más mérito por los obstáculos que ha debido enfrentar. El que antes gambeteaba a cinco hoy posiblemente eludiría a uno o dos y debería tocar la pelota porque se la sacan. El mayor impedimento reduce la capacidad de lograr hazañas. Técnicas o físicas.

Añoramos a los grandes cabeceadores de antes, los Spencer, Passarella, Zamorano, espectaculares, claro, no obstante, hacer goles de cabeza era menos dificultoso. En el área era común que hubiese diez jugadores, hoy hay 16 ó 18. Sólo es cuestión de contar en cada tiro de esquina que vemos. Y los arqueros de antaño por lo general no salían, se quedaban en la raya, ahora dan varios pasos hacia adelante y atrapan la bola o dan el puñetazo. No es tan fácil ver un gol directo de córner.

El fútbol es un deporte colectivo donde fascina lo individual. El hincha adora al héroe “que gana un partido él solo”, “que gambetea a cinco y mete el gol”. Pero la colectivización del fútbol fue desapareciendo las individualidades. Por eso pelean por el Balón de Oro jugadores buenos, aunque normales, como Vinicius, Bellingham o Mbappé. Así y todo, es notable que tres de los primeros diez goleadores de todos los tiempos sean actuales: Cristiano Ronaldo (919), Messi (850) y Lewandowski (682), primero, segundo y octavo. Y no sería extraño que, en los próximos tres o cuatro años el polaco trepe hasta el tercer lugar. Sería sensacional, por lo difícil que es ahora anotar goles.

Consultado sobre cuál fútbol fue mejor, el de ayer o el de hoy, Enzo Francescoli respondió con franqueza: “Hay diferencias, no quiero decir cuál es mejor o peor. Ahora es mucho más rápido, hay menos espacios y menos posibilidades de lograr cosas”. Enzo debutó hace 46 años y se da cuenta de que a él también le costaría más, por talentoso que fuera.

Por ello, al trazar un paralelo, prevalecen en la elección los futbolistas más cercanos a esta época. Y porque cada tanto aparece un deportista que supera a los anteriores. Nadie es el mejor para siempre. Djokovic, Nadal y Federer son los tenistas más grandes de la historia, y son de este tiempo. Lo mismo ocurre en todos los deportes. Guillermo Vilas, el atlante del tenis argentino, un sujeto lúcido, pensante, dejó una reflexión magistral sobre el ayer y el hoy: “Si me ponen contra el Federer de 2004 con mis mejores herramientas de 1977, yo no tendría opciones, me liquidaría por 6-1 y 6-2. Y eso, si tengo suerte. Lo mismo contra Nadal o Djokovic. Enfrentar a un tenista de 1900 contra uno de 2000 no es coherente, hay cien años de adelantos”.

(27/01/2025)

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Peregrinos de una fe redonda

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 23 de enero de 2025 / 00:01

La señora pasa por la sala donde esposo e hijo miran por TV un ordinario partido de esos que auguran un 0 a 0, carente de emociones. Pese a ello, están absortos en el juego. Y aprovecha para deslizar: “¡Qué aburridos! ¿Cómo pueden perder dos horas mirando eso…?”

Ellas tienen su parte de razón: hay cierto masoquismo en nuestras almas futboleras y una tolerancia al tedio incomprensible para otros. Hasta del peor partido del fútbol italiano esperamos el milagro de la jugada sublime, el gol inolvidable, la salvada angustiosa, el cabezazo matador.

Somos peregrinos de una fe irrenunciable: la de la pelota.

Podemos pasar diez años de partidos malos y tolerarlos. Nos inspira el espíritu del garimpeiro, que malvive años escarbando las entrañas del Amazonas buscando la veta de oro que lo justifique todo, que reivindique su miseria, su obstinación.

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Somos garimpeiros del fútbol. Atravesamos copas, cruzamos torneos, penetramos Eliminatorias, escalamos Mundiales, casi perecemos en supercopas, en ligas holandesas o belgas, sobrevivimos a días, semanas, meses de hastío futbolero, todo por descubrir un filón que nos haga felices.

De pronto advertimos un brillo bajo la capa de barro. Lavamos la piedra con ansiedad y aparece este Benfica 4 – Barcelona 5 del martes, el lingote por el que esperamos tanto, la maravilla que reivindica tanta ilusión.

Conste que no somos simpatizantes de ninguno, pero había que elegir, estábamos entre Liverpool-Lille, Atlético de Madrid-Bayer Leverkusen y Benfica-Barcelona. Era como tirar la moneda y optamos por el último. Por los catalanes. En Champions, Barcelona puede ser Dios o el demonio. O baila o lo bailan, golea o lo remachan.

Pero cuando el Barça juega bien nos reconcilia con el fútbol. Es algo distinto, por su vocación ofensiva, su compromiso estético, su indeclinable obsesión por jugar bien. Por eso le seguimos apostando. Y acertamos. No es que haya sido un espectáculo excepcional, sí cumplió con los preceptos para calificarlo de emocionante, que eso es el fútbol: emoción. Fue vibrante, tuvo 9 goles, hubo remontada, rarezas, tres penales, triunfo en el minuto 96 y con un gol fantástico de Raphinha tras una acción dramática… Una lluvia persistente durante todo el juego le dio cierto aire épico al desenlace.

Primero: con la victoria, Barcelona clasificó automáticamente a octavos de final, aún faltando una fecha. Esto lo exime de jugar los dos partidos del repechaje, nueva instancia de esta remozada Liga de Campeones de Europa.

Benfica, en cambio, la tiene difícil: va en la última a Turín contra la Juventus, si pierde puede quedar afuera. No obstante, los portugueses se hacen menos problema que otros si no ganan pues su modelo de gestión pasa por descubrir talentos jóvenes de otros países, darles formación europea y luego venderlos diez veces más caros de lo pagado.

Eso hacen los tres grandes, Benfica, Porto y Sporting de Lisboa. Naturalmente, persiguen la gloria deportiva si se puede dentro de lo que es su estilo de negocio: vender jugadores. Y técnicos. Por dejar ir a Ruben Amorim, el Sporting le cobró 10 millones de euros al Manchester United. Nadie maneja el mercado como los portugueses, que tienen montada la organización más lucrativa del mundo.

¿Fue una maravilla el equipo de Hansi Flick…? Para nada. Al punto que dejó preocupados a los periodistas de Cataluña. “Fue un partido loco, loco, loco… Pasaron (los jugadores del Barcelona) de cometer demasiados errores individuales y mostrar una preocupante falta de concentración a exponer una excelente actitud en los últimos minutos del encuentro”, analizó Joan Vehils, director del diario deportivo Sport, de la ciudad de Gaudí. Y Thierry Henry, exdelantero azulgrana y hoy comentarista de Sky Sports, fue lacónico: “Si yo fuera Flick, no estaría muy feliz (aún ganando)”.

Es que, ya a los 30 minutos, Benfica ganaba 3-1 con triplete del griego Vangelis Pavlidis, un 9 oportuno y buen finalizador que hizo su carrera en Alemania y Holanda. Los fallos defensivos barcelonistas eran propios de amateurs. Dejaban enormes espacios atrás y las desinteligencias entre defensores las pagaban a precio vil.

En el segundo gol, ante un pase en profundidad, Balde llegó al balón sin problemas, pero el arquero Szczęsny salió atolondradamente y atropelló a su propio compañero; resultado, la bola le quedó a Pavlidis y este la empujó con el arco vacío. Luego, Ronald Araujo marcaría un gol en contra, con lo cual se puso 4-2 arriba el cuadro lisboeta. Parecía un equipo de barrio defendiendo el Barça y se pensó en una goleada catastrófica (de las muchas que ha sufrido en Champions por el mismo motivo).

No obstante, seguía tozudamente su búsqueda ofensiva. A los 78’ descontó Lewandowski con un segundo penal (ya había convertido uno): 4-3. Así se llegó al minuto 86, en que un precioso centro de Pedri le permitió a Eric García cabecear a placer y estampar el 4 a 4. Empatar ya era un milagro para lo mal que había defendido el equipo culé, pero habría más. El juez holandés Danny Makkelie marcó 4 minuto de tiempo añadido, que parecieron pocos para todo lo que ocurrió. Pero lo extendió. Al llegarse al 96’, una jugada de alto riesgo en el área del Barça, todo Benfica pidió penal a Barreiro, el juez dijo siga, pelotazo largo para Rapinha que con velocidad y sangre fría dominó, hizo pasar de largo a Carreras y definió a lo crack. Insólito, increíble, alucinante 5 a 4. 

A colación: Raphinha flota en una nube de felicidad, lleva 30 partidos, 22 goles y 10 asistencias en lo que va de temporada. Y falta mucho. “Estoy en el mejor momento de mi carrera”, reconoció. Antes del quinto había marcado otro, curiosísimo, de cabeza. Son números de Balón de Oro, pero intuimos que no tiene ninguna chance de ganarlo frente a cualquier jugador del Real Madrid. Raphinha tiene perfil bajo, no es mediático ni tiene todo un club y su prensa impulsándolo. Lo mismo que Salah, que volvió a convertir ante el Lille un tanto espectacular. El egipcio reúne 22 goles y 17 asistencias en 31 juegos, una animalada. Aparte, el Liverpool es puntero en Inglaterra y en Europa. Pero deberá hacer el doble o el triple que Bellingham, Vinicius o Mbappé si quiere tener alguna posibilidad.

El fútbol se reinventa siempre y ofrece platos como este de Benfica-Barcelona. Ha sobrevivido al pesimismo, a las críticas, a los árbitros (una auténtica proeza), a los técnicos especuladores, a los exjugadores resentidos, a los periodistas quejosos y a varias plagas más. Una lucha titánica y desigual, pero, aún así, ha vencido: es el deporte favorito del mundo.

Ramón Martínez, vicepresidente de fútbol del Real Madrid, nos decía hace unos años: “Sucede algo notable, esta noche jugamos frente al Athletic de Bilbao, un partido común de campeonato, en día jueves y a la diez de la noche, muy tarde; se televisa en directo a toda España y sin embargo no queda una sola entrada. Pero es que no hay ni para comprar, ni de cortesía, ni de ninguna otra clase. Nadie en el club tiene una, ni el presidente”.

Las 87.000 plazas del Bernabéu agotadas. En la cuarta fecha de la Liga. ¡Y el Madrid venía de tres derrotas consecutivas…! Esto es moneda corriente. Por episodios como este Benfica 4 – Barcelona 5.

(23/01/2025)

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Los títulos no explican todo

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de enero de 2025 / 21:13

No llegan a diez. Hubo cientos de futbolistas excepcionales a lo ancho de la historia (¿por qué siempre a lo largo…?) y sólo 9 han ganado los tres títulos más codiciados: el Mundial, la Champions y el Balón de Oro.

Colectivos los dos primeros, individual el último. Ser campeón mundial es un sello que se lleva hasta el otro mundo. Es taaaaannnn difícil serlo que, aunque pasen cincuenta años, los presentarán en toda reunión o evento como “el señor tal, campeón mundial…” La Champions, a su vez, barniza de glamour y prestigio, y el Balón de Oro es un título de nobleza para toda la vida.

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Uno dice “Ruud Gullit, Balón de Oro 1987”, “Hristo Stoichkov, Balón de Oro 1994”… Casi deberían incluirlo en sus tarjetas de presentación. Cada vez que el liberiano George Weah es citado en una noticia se privilegia su condición de Balón de Oro 1995 antes que de presidente de su país. Y con frecuencia esto ni se menciona.

Son tres honores inigualables en el universo fútbol. Y apenas nueve predestinados han recibido ese beso de la gloria: dos alemanes, Franz Beckenbauer y Gerd Müller; tres brasileños, Rivaldo, Ronaldinho y Kaká; un inglés, Bobby Charlton; un italiano, Paolo Rossi; un francés, Zinedine Zidane; y un argentino, Lionel Messi.

Que Maradona, Pelé y Di Stéfano no integren esta selectísima galería parece una locura, casi blasfemo, aunque tiene una sencilla explicación: todos los jugadores tienen una carrera diferente. Pelé, por ejemplo, no jugó en el Viejo Continente, caso contrario podría haber levantado alguna Copa de Europa. En el apogeo de Maradona se otorgaba el Balón de Oro sólo a futbolistas de nacionalidad europea, por eso en 1986, cuando Diego deslumbró al planeta entero, el premio recayó en el ruso Igor Belanov, que estaba futbolísticamente a millones de años luz del Pibe de Oro. Di Stéfano inventó un club llamado Real Madrid, le imprimió su carácter indomable, pero siempre estuvo a contramano de la suerte en materia de selección, tanto con Argentina como con España. Fue campeón de Copa América, le faltó la del Mundo.

Para los títulos grupales se requiere no sólo del talento propio sino de una combinación de factores: pasar por un buen momento, integrar un equipo ganador, tener un técnico capaz, que no haya lesionados o suspendidos, que toque una ruta accesible… Y esa pizca de suerte indispensable. En el último instante de la final de 1978 entre Argentina y Holanda empataban 1 a 1. Una bola larga superó al marcador albiceleste Jorge Olguín, entró por detrás como una ráfaga Rensenbrink y, sin pararla, a la carrera, mandó un zurdazo que equivalía a una corona del mundo: si entraba, campeón Holanda. Fillol estaba vencido. Se detuvo el corazón de millones de argentinos… Pegó en el palo. Fueron al tiempo extra y ganó Argentina 3 a 1. Kempes no hubiese sido héroe, Rensenbrink sería un personaje nacional en su país, hoy nadie lo recuerda. Todo hubiese sido diferente.

Que Zico, Falcao, Sócrates, Junior, Toninho Cerezo no fueran campeones del mundo en aquel inolvidable Brasil de Telé Santana es casi increíble, era una orquesta que irradiaba un fútbol musical, precioso. Sin embargo, se topó con una Italia fantástica, seguramente la mejor de toda la historia, la de 1982. Defendía y atacaba con extraordinaria eficacia. Y con un Paolo Rossi que esa tarde tenía el teléfono de Dios. Tres estocadas de muerte le aplicó Paolo a Brasil y esa historia mundialista cambió abruptamente su capítulo final.

Los títulos, como los goles, son importantísimos, aunque no explican todo. Sí ayudan a dimensionar la grandeza de un deportista. Por esos vericuetos del destino se escapa para muchos el momento cumbre: la foto del festejo con la copa. Di Stéfano, Puskas, Gento, Kubala, Gianni Rivera, Sívori, Eusebio, Spencer, George Best, Zico, Teófilo Cubillas, Cruyff, Maldini, Baggio, Falcao, Sócrates, Junior, Platini, Gullit, Van Basten, Michael Laudrup, Rummenigge, Hugo Sánchez, el Pibe Valderrama, Batistuta, Butragueño, Cantona, Ryan Giggs, Dennis Bergkamp, Ibrahimovic, Beckham, Rooney, Neymar, Luis Suárez, Cristiano Ronaldo, Modric, Hazard, Lewandowski, Benzema, Harry Kane y decenas de notables más no obtuvieron el laurel mundialista y fueron o son sensacionales intérpretes del fútbol. Que Puskas, Cruyff o Zico no sean campeones del mundo… ¡Increíble!

Messi es el futbolista con más coronaciones en la historia -46- y el segundo con más goles -850-, no obstante, lo más resaltante de su bagaje es su juego, sus gambetas, sus pases geniales y sus asistencias. Si no hubiese acumulado tantos laureles tendríamos el mismo concepto de él. Maradona ganó sólo 12 campeonatos, pero ¿cómo atreverse a poner a Leo o a cualquier otro por encima de Diego sólo por sus trofeos…? Diego fue la épica total, la habilidad suprema unida a la valentía máxima.

Hay mil imponderables y circunstancias que confluyen para alcanzar el éxito. Y una muy importante: la calidad de los compañeros. Messi intentó por todos los medios que Neymar no abandonara el Barcelona, sabía que con él ganarían más cosas. Lo acaba de confesar Ney en una entrevista exclusiva que le hizo Romario: “No me fui del Barca pensando en ser el mejor del mundo. En mi última semana allí, Messi me preguntó: ‘¿Te vas porque querés ser el mejor del mundo? Te haré el mejor del mundo’, pero no se trataba de eso. Económicamente, (PSG) era mejor de lo que tenía en Barcelona y había brasileños jugando en París, estaba Thiago Silva, a Dani Alves recién lo habían firmado, Marquinhos, Lucas Moura, todos eran mis amigos. Quería arriesgarme”. Su partida fue un desastre para el Barça, que se debilitó notoriamente.

Ronaldo Nazario, Romario, Ibrahimovic, Van Nistelrooy, Michael Ballack, Eric Cantona, Batistuta, Kempes, Lothar Matthäus, Michael Owen, Roberto Baggio, Cannavaro, Totti no abrazaron la Copa de Europa, les faltó esa foto pese a sus campañas brillantes. Y otros, geniales, no recibieron el Balón de Oro. En varios casos, por injustas elecciones.

Lo más increíble de este rubro se llama Harry Kane. En 14 temporadas lleva 431 goles, siempre en el máximo nivel posible: Premier League, Selección de Inglaterra, Bayern Munich, máximo artillero histórico del Tottenham y de su selección y nunca pudo gritar campeón. De nada, ni de una copa menor. Una fatalidad. Fue al Bayern, que venía de coronarse en once Bundesligas consecutivas y quedó tercero. Ni siquiera una Copa de Alemania. Aún así, lo recordaremos como un delantero fantástico, de gol y clase, armador de juego, asistidor, jugador de equipo, gran capitán, siempre positivo.

Y su antípoda es Julián Álvarez, un caso único en la historia de este deporte, un buen elemento que a los 23 años ya había reunido 16 consagraciones, lo máximo a que puede aspirar un futbolista: campeón mundial y dos veces ganador de Copa América con Argentina, cinco torneos logrados con River, entre ellos Copa Libertadores y campeonato nacional, dos Premier League, Copa Inglesa y Champions con el Manchester City, además de otros certámenes menores. Y ahora se encamina a conquistar la Liga española con el Atlético de Madrid. Más que un fenómeno es un talismán. Lleva 112 goles totales, no demasiado. ¿Es Julián Álvarez más que Harry Kane…? No lo creemos.

Sólo aquellos 9 recibieron el guiño del destino. Mérito extraordinario, aunque los títulos no explican todo.

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