No más peleas entre hermanos
Una de las causas para esas batallas nace con la llegada del nuevo integrante de la familia porque especialmente la madre centra su atención en el hijo pequeño, lo que genera incomodidad y hasta celos en el primogénito, quien se siente desplazado.
Todo padre desea que la paz reine en su hogar y que sus hijos se lleven bien; que sean además de hermanos, compañeros. Sin embargo, los pleitos no se hacen esperar y las peleas entre hermanos irrumpen la armonía.
Una de las causas para esas batallas nace con la llegada del nuevo integrante de la familia porque especialmente la madre centra su atención en el hijo pequeño, lo que genera incomodidad y hasta celos en el primogénito, quien se siente desplazado. “Así se crea cierta rivalidad, a lo que se suma que en muchas familias los padres tienden a hacer diferencias entre hermanos, lo que puede precipitar la confrontación”, advierte el psicólogo clínico Juan José Vargas.
El especialista señala que otra causal, y la más dañina, es la comparación entre hijos. “Esto acarrea problemas de autoestima y de individualidad porque el niño cree que debe ser igual a otro y no auténtico como individuo”.
Otras razones serían las alianzas episódicas o continuas que podrían hacer los padres y así, como un ejército, enfrentarse a otro miembro de la familia en alguna disputa, o que los cuidadores subestimen las capacidades de alguno de los hermanos, explica el especialista.
La terapeuta familiar Scherezada Exeni habla de causas normales para que surjan las peleas entre hermanos, que pueden ser ocasionadas por la convivencia, los rasgos de personalidad que a veces no son compatibles, el aprendizaje de tener que compartir, ceder, convivir, tolerar y perdonar.
Pero hay causas más complicadas, resalta ella, sobre todo las relacionadas con las peleas originadas porque los padres forman bandos e inducen a sus hijos a estar en uno de ellos, poniéndolos en contra. Esto no pasa a nivel consciente y directo, y se acciona mediante actitudes familiares un tanto disimuladas. En especial cuando los padres son quienes pelean entre sí y buscan apoyo y lealtades de los hijos, algo totalmente insano para toda la familia.
En el caso de peleas mínimas por juguetes —por ejemplo— la cosa es simple. Esos pleitos llamados normales entre hermanos no dejan secuelas y pasan como una experiencia hasta graciosa, indica Vargas. Pero, si los problemas se mantienen por mucho tiempo y la intensidad de las confrontaciones pasa de moderado a grave (agresiones, denuncias y violencia física) puede crearse una distancia entre hermanos, una separación que de adultos se profundice hasta cortar la relación e incluso a heredar rencores a sus hijos, rechazando a tíos o tías.
Si las peleas son por causas normales y los padres enseñan a sus hijos valores de convivencia, no hay consecuencias graves, explica Exeni. Pero si las peleas son por triangulaciones con los padres pueden durar toda la vida, y en ese escenario se desarrollan personas amargadas, enojadas o deprimidas que no saben convivir y van a reproducir las conductas.
Las soluciones para estos desencuentros filiales están en los equilibrios. Según Vargas, el que se respeten los derechos de todos por igual suma. Lo mismo que crear ambientes donde no haya preferencia por nadie, ni tampoco comparación. La idea es que las reglas, premios, límites y castigos sean para todos.
Para Exeni, la salida está en enseñar normas y valores de convivencia; como dejar de lado el rencor, ser honestos, respetar los espacios y las necesidades ajenas, saber pedir perdón y reconocer los errores.
Desde las constelaciones familiares, ese equilibrio se logra respetando al hermano mayor, quien llegó antes a la vida, y quien cuida a los pequeños, siempre como hermano y no como padre o madre.
Enseñarles a compartir: Debes mostrarles que es bueno tener cosas en común y que todos disfrutan de ese bien. Mejor si consigues que lo obtengan los dos juntos, ya que eso vincula emocionalmente a los niños y se sienten más cómodos en compañía. Aprenden a confiar y compartir.
Repartir equitativamente el amor y el tiempo: Es habitual que uno de los hijos tenga gustos más afines a los tuyos y, por ende, tiendas a tener más confidencias con él. Sin embargo, es importante que dediques aproximadamente el mismo tiempo a los otros hijos.
Enseñarles modales: El por favor y el gracias puede parecer poco sustancial a la hora de evitar un conflicto, pero muchas veces la chispa se enciende cuando uno quita algo al otro o cuando le grita que se lo dé.
Enseñarles desde tu propia actitud: Sé un ejemplo de buenos modales para tus hijos. Si ven una conducta agresiva tuya, ¿cómo esperar que no la tengan?
Alienta la empatía: Promueve al hermano que lastima a consolar al que hirió para que se ponga en su lugar y así no lo vuelva a hacer.
Fuentes: Juan José Vargas (psicólogo clínico), Scherezada Exeni (terapeuta familiar)
Fotos: Internet