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Un enfermo de cáncer se somete a la primera eutanasia legal en Colombia

Ovidio González murió hoy en la ciudad de Pereira (centro) tras recibir una potente sedación en la Clínica Oncólogos de Occidente.

/ 3 de julio de 2015 / 23:32

Un hombre de 79 años con un agresivo cáncer en la boca se convirtió hoy en el primer enfermo terminal al que se aplica la eutanasia en Colombia, donde desde abril está reglamentada la muerte asistida por mandato de la Corte Constitucional.

Tal como había pedido, Ovidio González murió hoy en la ciudad de Pereira (centro) tras recibir una potente sedación en la Clínica Oncólogos de Occidente.

Hace una semana la clínica le había cancelado el procedimiento quince minutos antes de que se llevara a cabo por discrepancias entre los médicos acerca de si su caso cumplía los requisitos que establece el protocolo vigente.

El hijo de Ovidio González, Julio César González, muy conocido en Colombia como caricaturista, inició una campaña en medios y redes sociales para dar a conocer lo ocurrido tras reponerse del impacto psicológico que le causó la situación.

Según su versión, la cancelación hace una semana del procedimiento se debió a que un médico de la clínica alegó que «para cumplirle ese derecho (el enfermo) tenía que estar completamente postrado», mientras que, a su juicio, Ovidio González podía vivir como estaba «otro tiempo».

Por parte del centro se adujeron supuestos vacíos legales y el Ministerio de Salud, el cual a finales de abril estableció por mandato de la Corte Constitucional el protocolo para aplicar la eutanasia en casos terminales, tuvo que salir a aclarar las cosas.

Para Carmenza Ochoa, directora de la Fundación por el Derecho a Morir Dignamente, la situación de Ovidio González, que padecía fuertes dolores y tenía desfigurado el rostro por el cáncer, se ajusta al proceso aprobado en Colombia.

«El caso era indudablemente terminal porque era incurable con la tecnología que existe hoy en día, progresivo, incapacitante y deteriorante. Le causaba sufrimiento al paciente, era definitivamente terminal», aseguró hoy a Efe.

La experta destacó la relevancia de este caso, que es la «primera muerte legal» en América Latina y que convierte a Colombia en un país «pionero en el desarrollo de la muerte digna».

Según Ochoa, una de las características que permitió a Colombia adelantarse a otros países vecinos a la hora de desbrozar este complejo y polémico asunto fue la Constitución de 1991, porque «ya no esta basada en Dios sino en la dignidad de la persona».

Sin embargo, no se contó con un protocolo definido hasta finales del pasado abril, cuando el Ministerio de Salud especificó que la eutanasia solo se aplicaría a enfermos terminales que solicitaran el procedimiento con plena consciencia.

Se abre entonces un trámite administrativo en el que confluyen varios especialistas médicos que informan al paciente de todas las opciones alternativas que tiene, como «cuidados paliativos o sedación terminal», explicó en su momento el ministro colombiano de Salud, Alejandro Gaviria.

Posteriormente un comité interdisciplinario científico integrado por un médico especialista, un abogado y un psicólogo examina al caso y pide al paciente que ratifique su deseo de someterse a la eutanasia.

En caso de que este comité tome una decisión afirmativa, el procedimiento se aplica en 15 días a través de una «súper sedación terminal», apuntó el ministro.

Tras conocer la muerte de González, la Diócesis católica de Pereira, ciudad en la que fue realizado el procedimiento, dijo que poner fin a la vida de las personas «disminuidas, enfermas o moribundas, es moralmente inaceptable» y un «acto homicida».

En la edición de hoy de El Tiempo, el hijo de Ovidio González, que como caricaturista usa el nombre de «Matador», publicó una viñeta dedicada a su padre en la que aparece portando dos maletas y diciéndole a la muerte que «muere por viajar».

A través de su cuenta de Twitter y bajo el eslogan «por el derecho a morir dignamente», también retuiteó una imagen de su padre abrazado a la muerte, la cual le dice: «a descansar don Ovidio».

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Desesperación cubre de tensión entrega de ayudas a supervivientes en Ecuador

Seis días después del sismo que sacudió la costa norte de Ecuador, los supervivientes que perdieron sus casas han reunido lo poco que les queda en parques y terrenos al aire libre, donde pasan la noche bajo precarias construcciones de cartón.

/ 22 de abril de 2016 / 17:14

La desesperación que cunde entre quienes lo perdieron todo en el terremoto comienza a desbordarse en la localidad ecuatoriana de Manta, donde los voluntarios deben realizar la entrega de ayudas escoltados por policías ante el encendido descontento de los supervivientes.

Seis días después del sismo que sacudió la costa norte de Ecuador, los supervivientes que perdieron sus casas han reunido lo poco que les queda en parques y terrenos al aire libre, donde pasan la noche bajo precarias construcciones de cartón.

Al salir el sol, se lanzan a la tarea más importante del día, conseguir alimentos y agua que les mantenga hidratados bajo los más de treinta grados que marca el termómetro y para ello pueden acudir a lugares fijos de entrega o recorrer su destrozado barrio a la espera de que lleguen las unidades móviles con ayuda.

En la primera opción les esperan filas kilométricas al sol, en la segunda, confían en que les llegue un paquete de alimentación, que contiene arroz, galletas, azúcar, leche en polvo, sal, fideos, lentejas, y maíz para que una familia pase un día.

Estos paquetes provienen de donaciones de empresas privadas o particulares y, según cifras entregadas a Efe por fuentes de la Alcaldía de Manta, al día se entregan más de 1.300, especialmente en el sector de Tarqui, el más afectado.

Muchos de ellos se preparan en el patronato municipal, donde casi dos centenares de voluntarios trabajan frenéticamente y reúnen además ropa para donar, agua y colchonetas para pasar la noche. Al caer la tarde los envíos de ayuda salen en varias camionetas para Tarqui mientras a las puertas del recinto decenas de personas piden agua a gritos a los voluntarios.

Van escoltados por dos policías, una circunstancia que no evita que a su entrada en el sector los rodee una veintena de personas que, visiblemente enfadadas, les reclaman por no entregarles a ellos la carga.

«Nosotros dormimos en el piso y nadie nos da nada», reclama a gritos una de las víctimas.

Los voluntarios del patronato entregan lo que recolectan a quienes se apuntan a una lista con la que intentan asegurar que a cada familia le llegue un paquete de ayuda y no haya engaños, así que piden a quienes les rodean que se inscriban en ella y se alejan de allí.

Pero también al llamar por lista en otra zona de Tarqui se producen carreras, gritos, reclamos y algún empujón, y uno de los voluntarios, por megáfono, pide calma al exaltado grupo.

“¡Por favor, nosotros tampoco hemos almorzado hoy, déjense ayudar!», pide entre la algarabía.

Los voluntarios no son los únicos que reciben este estallido de tensión al entrar en la zona más afectada de Manta, como saben ya Rolando y su grupo de vecinos voluntarios llegados desde el sur de Guayaquil, donde recolectaron en su barrio lo que pudieron para ayudar a las víctimas.

«Hemos traído lo que es víveres, lo que es agua, lo principal que necesita la gente de Manta. Hemos traído ropa también», explica a Efe sobre la camioneta en la que han llegado y que, tras entrar en Tarqui, ha tardado cinco minutos en ser rodeada.

«¡Una sábana, que tengo una criatura!», pide una mujer, y los voluntarios de Rolando dudan, porque solo traen camisetas grandes, pero eso sirve y la entregan.

En 10 minutos, solo les queda agua en la camioneta.

No lejos de allí está la única carpa de las fuerzas armadas con capacidad para hacer grandes acopios de alimentos, agua y medicinas.

Todo ello, que procede de varias entidades públicas, se prepara para abastecer a las camionetas que acuden a atender a otras zonas y albergues de la ciudad bajo la supervisión de Lizeth Miranda.

«Estamos haciendo inspecciones en barrios donde no ha llegado la ayuda. Estamos tratando de hacer las cosas bien y de llegar donde hoy aún no ha llegado la ayuda», explica Miranda a Efe.

Lo que más entregan es agua, hasta «tres toneladas diarias» y las donaciones que más reciben son medicinas, agrega.

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