Agnès Callamard, la piedra en el zapato de los regímenes autocráticos
Cada vez, la ex relatora especial de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias no tiene pelos en la lengua. Y en cada ocasión, las reacciones son violentas
Recibió amenazas de muerte de un funcionario saudita y fue blanco de una lluvia de insultos del presidente de Filipinas. A sus 58 años, Agnès Callamard dejó su puesto de relatora sobre ejecuciones extrajudiciales en la ONU pero seguirá siendo una piedra en el zapato de los regímenes autocráticos en su nuevo rol a la cabeza de Amnistía Internacional.
«¡Claro que no pienso quedarme callada!», dice entre risas la nueva secretaria general de la oenegé, comprometida con la lucha a favor de los derechos humanos.
«Vamos a hacer mucho más que molestar a la represión», promete Callamard en una entrevista con la AFP.
«Pesadilla» de los dictadores y autócratas de todo el mundo y «voz valiente» de la sociedad civil, esta incansable defensora de los derechos humanos y del Estado de Derecho ha alzado la voz en todos los dossiers destacados de los últimos años.
Desde la investigación del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018, atribuido a Riad, hasta la muerte en 2020 del general iraní Qassem Soleimani en un ataque aéreo estadounidense considerado «ilegal».
Cada vez, la ex relatora especial de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias no tiene pelos en la lengua. Y en cada ocasión, las reacciones son violentas.
Amenazas
En 2017 al presidente filipino Rodrigo Duterte no le gustaron sus críticas a su política antidroga y amenazó con abofetearla tras lanzarle una salva de insultos. Más recientemente, un alto funcionario saudita amenazó en dos ocasiones con «ocuparse» de Callamard si las Naciones Unidas no la frenaban.
Al otro lado del Atlántico, fue el ex secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo quien se molestó por su informe «espurio» sobre el ataque contra Qassem Soleimani y pidió «desconfiar de la retórica de la ONU».
Y el informe 2020/2021 de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, publicado el miércoles, no ayudará a mejorar su relación con algunos dirigentes.
En este documento de 500 páginas, la oenegé acusa a varios de ellos de haber aprovechado la pandemia de COVID-19 para intensificar la represión. Cita a Hungría, los países del Golfo y Filipinas, pero también a Francia, su país de origen.
«La diplomacia francesa ya no es lo que era en muchos temas relacionados con los derechos humanos», dice esta mujer, que saca una «tarjeta roja» al gobierno galo, cuyas políticas, según ella, están «destruyendo lentamente» los «valores que deberían ser la base de cualquier sociedad».
«¿Neutra? ¡Imposible!»
Sus valores los aprendió de su madre, maestra de escuela, que le transmitió el gusto por la justicia social, y a título póstumo de su abuelo, combatiente de la Resistencia fusilado en agosto de 1944, al que de niña rendía homenaje cada año visitando el lugar de su ejecución.
Tras licenciarse en la escuela de Sciences-Po en Grenoble, tuvo una carrera impecable que la llevó a Estados Unidos, Canadá y Malawi, multiplicando las experiencias en HAP International, Article 19 y Amnistía Internacional, antes de ser nombrada en agosto de 2016 relatora especial de la ONU.
«No tiene miedo a nada, y esa es su fuerza», subraya una fuente de Amnistía que se congratula de la llegada de esta «figura» que «no duda en desafiar directamente a los líderes en Twitter o en otras plataformas».
Ante la presión y las amenazas, muchos ya se habrían marchado. ¿Alguna vez ha pensado en abandonar su trabajo? «Nunca», jura esta mujer conocida por su franqueza.
Cuando posó para las cámaras de la AFP en las oficinas de Amnistía Francia, Agnès Callamard se quitó sus gafas redondas con montura roja y se ajustó su chaqueta fucsia. Invitada por el fotógrafo a adoptar una «mirada neutral», ironiza: «No puedo. Puedo mostrarme enfadada, molesta o cariñosa, pero la neutralidad no es posible».
(07/04/2021)