Hace unos días, La Razón publicó un reportaje sobre cómo, luego de la derrota electoral de los partidos tradicionales en las elecciones generales que el Movimiento Al Socialismo (MAS) ganó en 2005, algunos políticos porfiaron por su sobrevivencia a través de agrupaciones, permitidas por ley, y alianzas con otros partidos.
Quedaron en la historia el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Acción Democrática Nacionalista (ADN), Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), Unidad Cívica y Solidaridad (UCS) o el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que, más allá de contar con personería jurídica, nunca estuvieron vigentes luego de aquel año. Sin embargo, hay resabios de esos partidos, candidatos eternos como Jorge Quiroga o Samuel Doria Medina, que sobreviven de elección en elección acogidos en alianzas improvisadas y efímeras que, en algunos casos, terminan a las 20.00 del domingo de votación, juzgados por los resultados electorales.
Además, aparecen solo en elecciones. En los cuatro años previos están ocupados en sus intereses personales o iniciativas particulares; no hacen vida orgánica, menos promueven debate político más allá de meter bulla en cada escándalo o medida polémica del Gobierno.
Si de algo sufre la democracia boliviana es el déficit de vida orgánica de los partidos políticos. De los cinco nombrados, ¿cuál mantiene actividad constante? Ninguno.
No hay debate sobre la visión de país más allá del MAS y la institución del Estado Plurinacional. Los partidos y líderes (si son tales) se han adormecido con la fuerza ahora debilitada del oficialismo. Su único fin es el MAS y sus líderes, para el que intentan organizarse y pugnar el voto.
Solo el MAS, y más la facción evista que acaba de apartarse de la sigla, tiene vida orgánica y sostiene actividades y debates intensos. Y Evo Morales es un interminable político, que debate con sus allegados la situación de sus organizaciones y con especialistas un plan de gobierno, y, lo más visible, provoca y desafía a sus detractores, entre ellos especialmente el presidente Luis Arce, en sus cuentas de redes sociales.
En tanto, Arce se sostiene con algunas reuniones o actividades oficiales con las organizaciones sociales residuales del Pacto de Unidad, y su discurso contra Morales y la oposición. Si bien no es oficialmente candidato, ha expresado interés en la reelección, motivo principal de la afrenta de Morales contra él y su gestión.
Aún dividido el MAS, es el objetivo de la oposición, un ensayo electoral también dividido: por un lado, el llamado Bloque de Unidad (Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina, Amparo Ballivián Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y Vicente Cuéllar) y, por otro, el inconvencible Manfred Reyes Villa, que acaba de aliarse con el polémico Chi Hyun Chung. También en ese ambiente Rodrigo Paz Pereira y otros.
¿Qué les hace pensar que pueden ser elegidos el 17 de agosto? Derrotar al MAS, como se proponen. “Salvar Bolivia”, “100 días, carajo” o “derrotar” a Arce y a Morales, propalan.
La propuesta es recurrente, aunque con matices. Pasó en 2009, 2014, 2019 (aquí fue “fraude”) y en 2020. La misma fórmula. ¿Qué puede cambiar para los comicios venideros?
Se habla de un “fin de ciclo” (son irreversibles la inclusión social y el Estado Plurinacional) y del “fracaso” del modelo económico del MAS (que priorizó la redistribución de los ingresos). Sin embargo, la fórmula de la oposición es la misma que la de 2009, y no le sirvió. Quizás la crisis económica pueda darles aliento.