LR en la Memoria

Friday 26 Apr 2024 | Actualizado a 03:26 AM

Evo Morales y el aparato mediático antimasista

Morales ya no es presidente, pero los medios que montaron campañas contra su figura y su gobierno no variaron un ápice sus políticas editoriales, informativas y de opinión.

/ 27 de junio de 2021 / 01:32

Rafael Ramírez es el nombre del periodista del diario La Prensa que el 10 de diciembre de 2008, en un acto realizado en el Palacio de Gobierno, fue apercibido por el presidente Evo Morales, indignado por un titular que decía Evo negoció luz verde con los contrabandistas dos meses antes y que estaba relacionado con un incidente producido en el departamento de Pando en el que supuestamente el gobierno había sido permisivo con el paso de 33 camiones que transportaban mercadería ilegal. El maltrato dispensado a Ramírez duró aproximadamente cinco minutos, con el presidente de la República expulsando del acto al periodista, luego de que éste intentara responder.

El descrito es seguramente el incidente más desagradable que haya podido producirse con periodistas durante las tres presidencias de Morales y el Movimiento Al Socialismo (MAS). En aquella oportunidad el primer mandatario le exigió al responsable de la cobertura en la plaza Murillo que probara sus aseveraciones, cuando lo conducente hubiera sido pedir explicaciones al director del medio, si acaso estaban fundadas en un reclamo argumentado. Pudo más, sin embargo, como en otras ocasiones, la irritación de Evo que a partir de ese comportamiento desató protestas que trascendieron los límites nacionales.

AMBIENTE.

Ocho años después, un enfoque internacional se refería en los siguientes términos al resquebrajamiento de las relaciones gubernamentales con medios de comunicación: “El ambiente en el que trabajan los periodistas bolivianos se ha deteriorado considerablemente desde el inicio del año: acusaciones públicas, intimidaciones, amenazas de procesos judiciales… Reporteros Sin Fronteras (RSF) denuncia los intentos de las autoridades de perjudicar al gremio periodístico y apoya a los periodistas perseguidos en el país (…) El 19 de mayo de 2016, ante los miembros de la Asamblea Legislativa de Bolivia, el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, acusó a la Agencia de Noticias Fides (ANF), así como a los diarios Erbol, El Deber y Página Siete de formar parte de un “cártel de la mentira”.

El ministro hizo esta impactante declaración cuando fue interpelado por los parlamentarios sobre el presunto tráfico de influencias en el que estaría implicada la expareja del presidente Evo Morales (…) Según Quintana, se trata de un escándalo mediático para desestabilizar al país”.

En marzo de 2016, la edición digital de Datos Política afirmaba que Evo mantiene tensa relación con la prensa independiente: “‘Pollos de granja’, ‘vuvuzelas’, ‘agentes de inteligencia’ o del imperio, ‘cobardes’ y ‘narcotraficante’ son algunos adjetivos con los que el presidente Evo Morales calificó a los periodistas desde que ingresó al poder en 2006 (…) ‘La relación entre el Presidente y los periodistas ha sido muy difícil, muy tensa desde el inicio’, aseguró el responsable de la web de El Deber, Carlos Morales, quien afirmó que el Primer Mandatario afirmó varias veces que los medios son sus principales enemigos políticos (…) ‘Los medios de comunicación son mi principal oposición’, repitió con insistencia Morales desde que llegó a Palacio de Gobierno hasta hoy (…) El Jefe de Estado dijo una vez que el 80% de los medios estaba en manos de los opositores, por lo que decidió cambiar esa situación (…) Pese a que la relación entre los medios de comunicación y Morales sigue áspera, el Gobierno siempre negó una persecución, debido a que deja que se publique en su contra y se respalda en que no hay periodistas encarcelados”.

Enfrentamientos en Santa Cruz entre simpatizantes del MAS y sectores de oposición

Según la misma Datos Política, las relaciones entre Evo Morales y los medios internacionales son parecidas: «’El corresponsal de CNN (en Bolivia) es narcotraficante’, dijo Morales en su intervención en Venezuela, al recordar los tres años del deceso del presidente de ese país Hugo Chávez. La cadena internacional rechazó la acusación de Morales porque su corresponsal es una mujer y calificó de peligrosas las declaraciones del gobernante boliviano (…) El presentador y periodista de la misma cadena Ismael Cala no se salvó de Morales. ‘Cobarde, agente del imperio y prófugo de la Revolución Cubana’, dijo Morales de Cala, cuando el Jefe de Estado canceló horas antes una entrevista con CNN en agosto de 2013 (…) En septiembre de 2010, Evo intentó que la corresponsal de BBC Mundo y NTN 24 TV, Mery Vaca, respondiera sobre un comentario racista. ‘Aquí dice que soy un cruce de llama con Lucifer. ¿Eso es o no racismo?’, dijo Evo. Vaca se limitó a decir que no le correspondía a ella responder.”

Lo que Reporteros sin Fronteras y Datos Política no consignan en sus enfoques tiene que ver con una relación saturada de cortocircuitos, pero que fue siempre de ida y vuelta, y para documentar esta aseveración, examinemos cómo Evo Morales se convirtió en el presidente más vilipendiado por medios de comunicación, periodistas y opinadores en la historia contemporánea de los asuntos públicos bolivianos. Cabe recordar que 2008 y 2009 fueron cruciales para el país que se encontraba en proceso de aprobar en las urnas una nueva Constitución Política del Estado. En ese contexto, varios sectores de la oposición política, incluida la oposición mediática, propietaria de la mayoría de periódicos, radios y canales de televisión del país, montaron una virulenta campaña personalizada en la figura presidencial:

Portada diario El Mundo, Santa Cruz de la Sierra, 17 de marzo de 2008. (Titular a propósito del encuentro entre el presidente Evo Morales y el futbolista argentino Diego Armando Maradona en alusión a la temática coca-cocaína): “Evo exporta Diego consume”.

Arturo Mendivil, Radio Oriental, Santa Cruz de la Sierra, 28 de abril de 2008. Comentario: “Qué pasaría si tenemos un colla hijo de puta, un colla hijo de puta, que dice que nosotros estamos construyendo la separación de Bolivia, …esos engendros de llama y piedra… nos han tenido agarraos de los huevos estos collas malditos. ¡Carajooo! Ya está de buen tamaño que estos collas infelices, malditos, crean que aquí la juventud es mierda. Nuestra juventud es mucho más altanera y llena de ansias de superación y no como la raza de los collas que solamente buscan la teta del Estado o buscan la coca o buscan la cocaína o buscan el atraco. Esa la diferencia entre collas y cambas.”

Portada diario El Mundo, Santa Cruz de la Sierra, 17 de agosto de 2008. “Excelentísimo asesino Presidente de los Bolivianos”: Rubén Costas, prefecto (luego gobernador) del departamento de Santa Cruz.

Jorge Melgar, revista informativa en Canal 18, «Televisión del Norte», en Riberalta-Beni, septiembre-octubre de 2008. Comentario: “Odio esa raza maldita, esta (muestra dedo anular), no va a poder este (Evo Morales) indio analfabeto ignorante. Pero creo que se está acercando la hora de que él sea liquidado físicamente, me refiero a Evo Morales, Álvaro García Linera, el ministro de Gobierno Rada, el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana… No pisa más el indio maldito esta región.”

Diario La Razón, La Paz, columna de Humberto Vacaflor, 26 de octubre de 2008, acusa al Presidente de ser asesino, narcotraficante y de tener un afeminado Vicepresidente. “Nosotros, los sucios periodistas, no hemos pedido a las Fuerzas Armadas que usen a sus oficiales como terroristas para atacar un medio de comunicación. En cambio, el Presidente lo hizo al ordenar que dos de los oficiales del Ejército que están a cargo de su seguridad vayan a matar bolivianos en Yacuiba el 21 de junio pasado. El anterior presidente que usó a las Fuerzas Armadas para atacar medios de comunicación y afectar a la democracia fue Luis García Meza, el anterior presidente acusado de ser narcotraficante” (…) “Nosotros, los sucios periodistas, no hemos hecho comentarios sobre las dudas que tiene la gente acerca de los hijos del Presidente, que solo se prestan a aparecer cuando hay una campaña proselitista en que se quiere demostrar que a Morales le gustan las mujeres. Ni se ha hecho comentario alguno sobre todo lo que se dice acerca de su también afeminado vicepresidente”.

Carlos Valverde, marzo de 2009, Cadena A de televisión, programa ‘Sin Letra Chica’. Comentario: No pues don Evo, un poquingo más, un poquingo más, ya la tiene la inteligencia en palacio, hágala llegar a su oficina presidente () lo que ha dicho es una sandez, hágame el favor, puta madre, lo vamos a dejar pasar por alto, no pue (…) Presidente, usted no piensa y lo que dice es mentira. Yo no voy a poner in extenso la triste declaración del presidente de la República (Evo Morales) rodeado o más bien compadecido por Chávez (Hugo) que tiene la malacrianza de tratarlo como a un muchacho de mierda a Evo Morales, ¿tanto cambiaste viejo, tanto cambiaste por una pega?, ¿tanto cambiaste por una pega pendejo? Ay pelotudo, pelotudo público, en la misma estupidez yo no he visto a un hombre que cometa tantas estupideces juntas, vaya uno a saber por qué, saltando mientras baila, debe tener una cosa en el culo que le estorba porque no puede quedarse quieto, vaya uno a saber cuáles serán sus gustos, eso es problema de él (Evo Morales).

ACTIVISMO.

Autonombrarse periodista “independiente” y estigmatizar a la competencia como “paraestatal”, le valió al periodismo antimasista el contraataque furibundo del ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, que calificó como “cártel de la mentira” a cuatro medios que sostuvieron diariamente la trama Gabriela Zapata-CAMC que terminaría incidiendo en el resultado del referéndum que el 21 de febrero de 2016 le dijo No a una nueva repostulación a Evo Morales.

En realidad, el término paraestatal le fue útil a su inventor, Raúl Peñaranda, para diferenciar a los medios supuestamente favorecidos con la torta publicitaria del gobierno de los que se encontraban en la vereda de enfrente, es decir en la del activismo que de independiente solo tiene el nombre, ya que sus tareas exhibían un barniz periodístico para encubrir operaciones de activismo político asesorado por agencias norteamericanas , aspecto que fue notorio cuando el mismo exdirector de Página Siete se dedicó a acosar, adoptando el papel de un fiscal obsesivo, a medios como ATB y La Razón durante el gobierno de facto presidido por Jeanine Áñez, secundado por Rafael Archondo, que fuera embajador del gobierno de Evo Morales en Naciones Unidas.

No hubo ni hay medios paraestatales en Bolivia y tampoco medios independientes y eso se puede corroborar con las pautas publicitarias otorgadas por los gobiernos de Evo Morales a medios contrarios a la línea oficialista —sobre todo televisivos—, y de la misma manera se puede constatar que, con un elemental análisis de contenidos, estaciones televisivas como PAT y ATB jugaron al pluralismo en unas ocasiones y al equilibrismo informativo en otras. Lo cierto es que con todos estos antecedentes acumulados a lo largo de 14 años, la mayor parte de los medios masivos tradicionales —radioemisoras, canales de televisión, diarios— han explicitado líneas informativas y de opinión abiertamente antimasistas, poniendo en evidencia que la cantaleta sobre la existencia de un periodismo independiente es nada más que una impostura con bases pretendidamente principistas.

En la actualidad Evo Morales ya no es presidente de Bolivia, pero los medios que se encargaron de montar campañas sistemáticas contra su figura y su gobierno no han variado un ápice sus políticas editoriales, informativas y de opinión, ahora desplegando una ansiosa agenda diaria para querer despejar dudas acerca de si el gobierno de Jeanine Áñez fue o no producto de un golpe de Estado. Independientemente de ello, muy poco, casi nada, estos medios se han referido al carácter autoritario y violatorio de los derechos humanos que caracterizó el régimen dominado en acciones y decisiones por personajes como Arturo Murillo, ministro de Gobierno, y Óscar Ortiz, senador y luego ministro de dos carteras que terminó destituido por Jeanine Áñez el 28 de septiembre de 2020.

Las clases medias urbanas a las que Evo Morales calificó despectivamente de “pititas”, estallaron de ira porque al escamoteo del referéndum del 21F de 2016 se añadía ahora un presunto fraude sustentado en la suspensión del conteo preliminar no oficial a cargo del Tribunal Supremo Electoral. En tal escenario, las movilizaciones civiles iniciadas el 21 de octubre desembocaron en motines policiales y en una toma de posición de las Fuerzas Armadas que se convirtieron en los brazos represivos de un pretendido levantamiento popular contra el prorroguismo y el presunto robo electoral a cargo del Movimiento Al Socialismo (MAS) en favor de su jefe supremo.

Con la renuncia de Evo Morales por la tarde del domingo 10 de noviembre de 2019, comenzó a funcionar una maquinaria mediática inaugurada con el anuncio de Jeanine Áñez a través de la red televisiva Unitel, desde la ciudad de Trinidad, en sentido de que le tocaba asumir la presidencia del Estado en su condición de segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, salida definida por fuera de la institucionalidad democrática del país.

Añez, el 12 de noviembre de 2019 en Palacio de Gobierno

¿Qué hacían representantes de la Conferencia Episcopal, tres embajadores, dos exdefensores del Pueblo, el presidente de una fundación católica, dos candidatos, el jefe de un partido que no participó en elecciones, un amigo de la Embajada de Estados Unidos y expresidente del país, su asesor abogado y otro abogado más representando al Comité Cívico pro Santa Cruz, decidiendo los destinos de Bolivia, superponiéndose a la Asamblea Legislativa Plurinacional y prescindiendo de la Defensoría del Pueblo en momentos de la extrema convulsión y violencia que soportaba Bolivia? Respuesta: Se ponían de acuerdo para que la senadora Áñez asumiera el mando del país y buscaban los mecanismos con apariencia constitucional para que así sucediera.

La coyuntura nos dice que el sentimiento de culpa de Página Siete es descomunal. Si el presidente de su directorio, Raúl Garafulic Lehm, prefiere, monumental, como le gustaría decir al candidato al que su diario respaldó en las campañas de 2019 y 2020, con la generación de encuestas que lo ayudaran. Resulta que la realidad superó los groseros márgenes de error de dichos estudios de opinión, especialmente los relacionados con el triunfo del binomio masista Arce-Choquehuanca, y para querer justificar sus acciones utilizan tendenciosamente las actuaciones de Adriana Salvatierra, Susana Rivero y Teresa Morales, que fueron las testigos clave de una sucesión presidencial precipitada, chapucera e ilegal. De no haber estado presentes ellas para constatar que todo ya estaba decidido y que solo restaba operar el asalto al poder en el Senado, Unitel, Página Siete y todos los medios alineados con la defenestración de Morales, estarían cómodos sin la necesidad de fabricar aclaraciones que lo único que hacen es oscurecer aún más los penosos intentos de defender lo indefendible.

A partir de ese 10 de noviembre de 2019, la estructura mediática opositora al MAS insiste en instalar un relato insostenible desde la rigurosidad de los hechos. Para eso publicó dos bodrios en forma de libros carentes de la mirada serena y rigurosa que solo permite el transcurso de un tiempo razonable. Es comprensible, a Garafulic debe incomodarle que le llamen golpista. Nada más le falta el intento de querer demostrarnos que el de Banzer en 1971 tampoco fue un golpe de Estado.

La Razón publica una serie de artículos relacionados con el poder y los medios de comunicación en Bolivia. El periodista Julio Peñaloza Bretel investiga trayectorias de la esfera política con peso específico, así como las relaciones complejas y conflictivas entre personalidades públicas y la estructura mediática urbana dominante en el país. La base de esta propuesta está inspirada en la necesidad de acudir a la memoria para combatir el olvido y el desconocimiento.

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LLAKI: un viaje de cuerpo y alma en clave kallawaya

El director Diego Revollo estrenó su película documental el 18 de abril en la Cinemateca Boliviana

La cinta boliviana está dirigida por Diego Revollo y producida por Miguel Nina.

Por Julio Peñaloza Bretel

/ 21 de abril de 2024 / 06:49

Lunlaya es el lugar en el mundo en el que un niño comienza narrando de cuántas vacas dispone su comunidad: 16. Trepa hacia lo más alto de un cerro para revisar si están todas, y en ese trayecto cuenta como el cóndor ataca al ternero y dice que si luego de someter al mamífero van apareciendo más cóndores, significa algo así como el arribo de la destrucción, de la rapiña que destroza y mata. Ese mismo niño juega y ríe con una maquinita entre sus manos, y repite hakuna matata, frase que hiciera universal El rey león, cinta de la poderosísima transnacional del audiovisual Disney. Es muy probable que ese niño de sonrisa luminosa no sepa que hakuna matata significa “no hay problema”, “sé feliz” o “no te preocupes” y que pertenece a la lengua africana suajili (Tanzania, Kenia, Uganda), que la canción de la película de animación que ha circulado por todos los mares y continentes fue compuesta por Elton John y Tim Rice y que con el impulso de la voracidad mercantil, Disney se la apropió, lo que provocó la indignación de sus hablantes originarios.

Si introduzco el abordaje de Llaki con esta referencia a Disney es porque se debe tener presente, ahora más que antes, que prácticamente ya no existe rincón en el mundo que no haya sido penetrado por la dominación informática y tecnológica, pero que a pesar de ello, todavía es posible encontrar una inquebrantable resistencia cultural de los habitantes inmersos en sus orígenes, desde la respiración hasta la piel, exponiendo su granítica identidad, y en este caso, esa notable y casi milagrosa fusión entre la materialidad de la sanación ancestral y la espiritualidad con la que se viaja hacia las profundidades de la naturaleza y sus bondades que alimentan y curan, que conducen al inacabable viaje hacia la comprensión de que sanar significa no necesariamente superar plenamente una enfermedad, sino asumirla desde los límites humanos a partir de un laborioso reaprendizaje de construcción de la identidad/entidad humana hecho de músculo y hueso, pero en primer lugar de pensamiento y sensibilidad.

En un radio receptor popularmente llamado radio canchera, de esos en los que se escuchaban las transmisiones de partidos de fútbol décadas atrás, un locutor hace una mención al “Estado Plurinacional de Bolivia” sin más, único elemento informativo acerca del país del que forma parte la familia kallawaya Ortíz Ramos, que dialoga e interactúa con los Revollo, hijo y padre, cineasta y médico urólogo, formados en universidades convencionales del occidente urbano, que acuden continuamente a Lunlaya sin el mínimo atisbo de ese paternalismo conservador que suele subestimar la vida rural en la que tiempo y espacio difieren de la vorágine del mundanal ruido de las ciudades.

La combinación de fotografía fija, que se constituye en memoria de viaje, con planos generales de un lugar en que la magia no es folklore ni exotismo étnico, y los primeros planos de sus protagonistas, hacen que Llaki pueda sustentar su marca audiovisual a partir del sentido en el que no aparece una intención de “hagamos una película sobre los kallawayas”, sino más bien un viaje existencial que genera como consecuencia un documental en el que la experiencia intercultural de sus participantes enfatiza la riqueza de la comunicación, a través del registro de la calidez de rostros y gestos y la calidad de los testimonios a través de las breves narraciones de esos que son simultáneamente guías espirituales y sanadores.

Diego Revollo, luego de sufrir la pérdida auditiva del oído izquierdo y experimentar una parálisis facial parcial, imposibilitado de encontrar respuestas médicas en la consulta del especialista que trabaja en hospitales y clínicas —la medicina suele no ofrecer soluciones a muchísimos males desde la frialdad científica—, se decide a viajar y escuchar las voces que nacen de otros saberes sobre los procesos de curación que no terminarán resolviendo una limitación física, pero sí le permitirán descubrir una nueva manera de comprender, asumir y cultivar su interioridad humana: Una de las voces abrigada por fuegos de leño nocturnos reflexiona con la sabiduría que da la experiencia acerca de nuestra incapacidad humana para agradecer todo lo que la madre tierra nos provee, que así como nutre puede destruir: el fuego que nos abriga, puede también quemarnos.

Llaki es una experiencia cinematográfica, y por lo tanto, bastante más que sólo una película.  Completa una década de cercanía, y por lo tanto confianza y afectividad, entre el director de la película, su propio padre, su pequeña hija y su equipo en diálogo continuo con la familia Ortíz Ramos, que certifica el valor identitario de la cosmovisión kallawaya en la que su ritualidad cotidiana privilegia espíritu y naturaleza como sentido existencial y es a partir de estos términos que debe ser leída como narración del acercamiento humano y los rasgos esenciales de una cultura que ha trascendido fronteras y ha sido reconocida en sus cualidades originarias.

La palabra con la que se titula la película significa tristeza, melancolía o pesadumbre, pero a partir de su irrupción, con sus hallazgos y certezas, Llaki termina resignificando el renacimiento y el encuentro donde se impone la horizontalidad en la comunicación en clave de respeto por las convicciones mutuas.

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Ficha Técnica

  • Título LLaki. Dirección: Diego Revollo.
  • Fotografía: Miguel Nina y Mauricio Ovando.
  • Música: Jorge Zamora (Zamorita).
  • Casa productora: Transbordador Audiovisual.
  • Con la participación de: Aurelio Ortiz, Juan Ortiz Jiménez, Melisa Ortiz, Valentín Ortiz, Justina Ramos, Apolinar Ramos, Fernando Revollo, Amaya Revollo. Duración: 72 minutos. AÑO: 2023. PAÍS: Bolivia.

Texto: Julio Peñaloza Bretel

Fotos: Transbordador Audiovisual

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La vara que dejó García Linera

/ 20 de abril de 2024 / 00:00

En tiempos de una cada vez más aplastante mediocridad, Alvaro García Linera está desaparecido. Por decisión propia. Porque los tiempos que corren así parecen aconsejarle. E incluso se podría llegar al extremo de pensar que ante tanta burrada cotidiana, a él, como a algunos más, les tiene que provocar flojera dar batalla en simulacros de guerras repletas de soldaditos de plomo.

En estos tiempos de descalificación de azules contra azules, García Linera, a lo largo de más de un año, ha ofrecido unas cuantas entrevistas por streaming, radio y TV (dos con este periodista) y parece no estar dispuesto a formar parte de la fotografía diaria de un paisaje gris en el que el entrenador de San Antonio de Bulo Bulo, Thiago Leitao, sobresale por astucia al desafiar a un poderoso empresario diciéndole que podrá estar enterrado en millones de dólares, pero que de fútbol no entiende nada, luego que su humilde y principiante equipo del Trópico de Cochabamba eliminara a Bolívar del torneo de un fútbol que de profesional tiene solo el nombre.

García Linera está desaparecido. No está. No quiere estar. Sabe exactamente lo que está sucediendo con Bolivia, pero se niega a responder más allá de la sensatez y la lógica con la que se deben leer los hechos que producen las coyunturas, esas efímeras etapas de las que se alimenta el periodismo y que así como se encienden y relampaguean un par de días a partir de algún hallazgo estremecedor o de algún hecho que produce rabia de impotencia, al tercer día pueden desaparecer de los escenarios públicos por falta de seguimiento, y peor incluso, por falta de compromiso con el rigor crítico, por la laxitud a la que invita este tiempo en que todo lo público, o casi todo, se iguala para abajo, con afirmaciones como esa de que la Ley 348 sería una ley “antihombres”, o que el Tribunal Supremo Electoral juega políticamente a favor de unos en perjuicio de otros, como si no existieran leyes, reglas de juego, estatutos y reglamentos, es decir, un mínimo ordenamiento jurídico y una mínima institucionalidad.

La vara que el vicepresidente de Evo Morales ha dejado, se ha convertido en inalcanzable y por lo tanto en insuperable. En los mejores momentos gubernamentales del evismo,  se podía percibir una gran mística de los equipos de trabajo con los que se encaraban las obligaciones de un Estado redimensionado desde la laboriosidad teórica de García Linera y las convicciones prácticas de quienes hacían funcionar la maquinaria para que tuviéramos un país, ese país que en algún momento estaba comenzando a ser de todos, sin que nadie quedara afuera de la lucha y de la fiesta, del combate y la celebración, sin que nunca más, desde esa combinación entre lo indígena y plurinacional, y la filosofía marxista, pudiéramos tener una Bolivia en que apellidar Mamani, Quispe, Tomichá o Parabá fuera motivo de vergüenza y resignación, para convertirse en razón de vida nacional popular, lo que significa que aquí no hay comunismo, señoras y señores. Aquí lo que puede haber son algunos comunistas de corazón y formación, pero no comunismo como se concibe desde la paranoia camachista, microclima en el que pululan agentes del retorno al orden del racismo, la discriminación, y los ricos blancoides sometiendo con palo y zanahoria a los mugrosos indios de mierda masiburros, cruce de llama con monolito… ¿O no hablan así en los salones de las “fraters”, los militantes de la logia y del exterminio?

Tiene que resultar cuando menos desagradable que se trate de traidor a quien se ha quemado las pestañas por construir una estrategia política y cultural en que lo indígena y lo campesino se fundieran a través de lo originario. Tiene que resultar decepcionante para García Linera que Evo Morales se haya olvidado que fueron un tándem virtuoso durante casi tres lustros para gobernar el país, con la visión conceptual de uno y el potente liderazgo del otro.

El día que Alvaro García Linera dejó de gravitar en la política y en lo político de Evo Morales, el líder perpetuo de las seis federaciones cocaleras del Chapare bajó de los aviones del liderazgo internacional al barro de las carreteras en el que manda la bazofia verbal de Héctor Arce, ex alcalde de Omereque o de Rolando Cuéllar, un odiador a tiempo completo del nacido en Orinoca. Desde el día en que García Linera dejó de estar cerca a Evo, todo volvió a los tiempos de la rústica pelea anterior a 2005. Como si Evo nunca hubiera sido presidente. Como si hubiera olvidado todo lo aprendido que le permitiera trascendencia a sus gestiones gubernamentales.

La vara dejada por García Linera ha quedado muy alta para el evismo. García Linera está ausente y Bolivia vive una incertidumbre política como no había sucedido en este nuevo ciclo antineoliberal desde 2006, que amenaza con volver debido al empecinamiento de un solo personaje que ha renunciado a sus propios códigos de respeto y lealtad, para hacer de la obsesión su nueva forma de vida. 

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Destrozo de un Vestuario

/ 6 de abril de 2024 / 07:42

Se llama Vestuario, así con mayúscula, y no camarín como aquí se dice por fuerza de la costumbre. Vestuario es el espacio sagrado del fútbol para los creyentes y para quienes no lo son, el lugar en el que se inicia el ritual que precede a un partido y al que se regresa en el entretiempo y al final del mismo con la extenuación que implica el haber evolucionado en un campo de juego durante más de 90 minutos. El Vestuario es, a la hora del juego, propiedad de futbolistas y cuerpo técnico, al que suelen visitar los dirigentes de un club cuando el equipo gana, pero al que difícilmente asoman cuando lo que ha sucedido es una derrota.

El Vestuario es un lugar en el que se ha impuesto históricamente un código de secretismo que si se viola, se incurre, otra vez para los creyentes, en pecado mortal, considerando que gran parte de quienes juegan al fútbol creen en Dios y al que muchísimos de ellos agradecen mirando el firmamento cada vez que anotan un gol. En efecto, lo que se diga y haga, lo que se debata y discuta, lo que se reflexione o se calle queda en el Vestuario y el que ose cometer alguna infidencia de lo que allí se habla, estará rompiendo un código de convivencia o un primer mandamiento del amplísimo catálogo de cábalas futboleras.

El que no es futbolista, entrenador o parte del cuerpo técnico de un equipo, sabe que cuando ingresa en el Vestuario, está ingresando en una zona que se debe respetar con humildad parroquiana, pues en cada banqueta ocupada por los jugadores de un equipo está lo íntimo, lo más personal de cada uno de ellos. Un utilero de la selección boliviana de fútbol de los años 90 me contó alguna vez por qué era diferente de sus compañeros Erwin Platini Sánchez a la hora de ataviarse con la indumentaria antes de un partido: “Erwin es distinto hasta por la forma en que se pone las vendas, eso marca que ha pasado por el rigor del trabajo en Europa”. Estas que parecen anécdotas son las cosas que marcan un riquísimo conjunto de detalles que en términos generales solo tienen derecho a conocer los componentes del equipo. Nadie más. Nadie menos. 

El que conoce el fútbol y lo ama por su esencia lúdica sabe, por más dirigente que sea, que es mejor no ingresar en el Vestuario de manera intempestiva y permanecer en él no más allá de un tiempo breve, a no ser que se esté celebrando la obtención de un campeonato y sean los propios futbolistas quienes lo abran para invitar a quienes les bancaron el torneo para sumarse a los festejos. En consenso entre todos los futbolistas, pueden subirse videos a las cuentas de las redes de cada uno de ellos sobre lo que allí sucede, por soberana decisión grupal, como aquella ya memorable arenga del capitán Lionel Messi a sus compañeros antes de jugar la final de la Copa América que Argentina le ganó a Brasil en el mismísimo Maracaná de Río de Janeiro en 2021.

El que respeta el Vestuario está comprometido con el fútbol, con una ética que debe prevalecer en todos quienes tienen que ver con clubes y equipos, incluidos los aficionados y los hinchas, o probablemente en primer lugar en ellos, cosa que dejó de suceder el sábado 31 de marzo en el estadio de Villa Ingenio de la ciudad de El Alto, cuando luego de una derrota en condición de locales (0-1 frente a Independiente Petrolero de Sucre), los futbolistas de Always Ready se encontraron con que su desempeño en el campo de juego había desatado un desquiciamiento que derivó en destrozos, sustracción de pertenencias, acaloradas recriminaciones por lo sucedido en la cancha hasta la renuncia del lateral afroboliviano Diego Medina (jugador de selección) a seguir vistiendo la camiseta de la banda roja, decisión de la que reculó pocos días después, luego de que el presidente de Bolívar, Marcelo Claure, denunciara violencia e insultos racistas por parte de la dirigencia del club, presidido por un joven de apellido Costa, hijo del presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, Fernando Costa.

Un colega e hincha de Always Ready considera que lo sucedido fue producto de una “liberación de la zona” que significaría que la propia dirigencia del club generó las condiciones para que los vándalos disfrazados de hinchas cometieran  los desmanes que dieron lugar a una crisis finalmente apagada por los futbolistas y la dirigencia, a través de un pacto de silencio, es decir, el retorno a la inviolabilidad del Vestuario, tres días después de que fuera precisamente violado de la manera más grosera e inadmisible y que hoy tiene nuevamente al fútbol boliviano en el privilegiado sitial de la vergüenza, producto de los exabruptos de los unos con la supuesta permisividad de los otros para asumir una especie de lección dictatorial sobre la derrota: En casa no se pierde y si sucede, ya saben lo que les puede pasar muchachos.

De esta manera nuestro fútbol consolida una identidad plagada de incidentes con los que lo extradeportivo termina casi siempre imponiéndose a lo esencialmente futbolístico, motivo por el cual estoy siempre atento la Premier inglesa, allá donde códigos y juego son parte de un solo discurso.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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¿Altura o buen juego?

/ 23 de marzo de 2024 / 08:05

Desde que la razón futbolera nos asiste, el balompié de este lado del mundo es más conocido por la altitud en la que se encuentra su principal estadio, antes que por las virtudes de sus equipos principales, o las capacidades competitivas de aquellos que ingresan anualmente en la arena de Copa Libertadores, Copa Sudamericana y en las eliminatorias mundialistas.

Bolivia ha defendido invariablemente su derecho a jugar en los 3.640 metros sobre el nivel del mar de La Paz y esa defensa se hace extensiva a practicar el fútbol en los 2.558 de Cochabamba, los 2.790 de Sucre, los 4.070 de Potosí, los 3.709 de Oruro y ahora también los 4.000 de El Alto. A tal punto ha calado hondo el asunto que hasta los cuadros nacionales de las ciudades del llano instalaron desde hace algunos años la excusa de que subir a jugar a La Paz, El Alto, Oruro y Potosí implica una desventaja deportiva certificada por la ciencia médica.

Parapetados en la cima de nuestra cordillerana identidad, cada vez que nos visitan equipos brasileños, argentinos o uruguayos, la discusión sobre las virtudes del anfitrión generalmente ocupan un segundo plano, debido a que desde que Daniel Passarella dijera en 1997 que “jugar en la altura es inhumano”, sentimos que tal afirmación se constituía en una intolerable impugnación a nuestro derecho a jugar donde vivimos. Passarella se pasó de la raya, incurrió en una ofensa imperdonable, han afirmado muchos periodistas dedicados a cubrir las actividades futbolísticas del país.

A 24 años de la sentencia del que fuera técnico de la selección argentina —que protagonizó una bochornosa puesta en escena con uno de sus futbolistas autoinfligiéndose una herida en el rostro—, resulta necesario recordar que la celeste y blanca le ha ganado a Bolivia en La Paz nada menos  que cinco veces (eliminatorias para los mundiales 1966, 1974, 2006, 2022, 2026), Bolivia se impuso con la misma cantidad de partidos (eliminatorias para los mundiales 1958, 1970, 1998, 2010, 2018) y se produjeron dos empates (eliminatorias para los mundiales 2002, 2014). Conclusión: La altura no gana partidos.  Datos complementarios: El último triunfo de la selección argentina dirigida por Lionel Scaloni (3-0 en el Hernando Siles en septiembre de 2023) consistió en un baile desplegado a distintos ritmos, entre tango y chacararera; y en el último partido jugado contra Brasil en Miraflores (marzo, 2022), nuestra sufridora selección soportó una goleada de 0-4. Segunda conclusión: La altura no gana partidos y hasta puede convertirse en el peor dispositivo de autoengaño de los equipos nacionales que terminan aplastados en su propia casa. Tercera conclusión: Argentina y Brasil, temerosos por la falta de oxígeno en nuestra cancha, le han ganado a la selección boliviana, triunfando en primer lugar contra la altura, nuestra supuesta principal ventaja.

En 2001, el preparador físico Alfredo Weber me dijo en Buenos Aires que Bolivia no podía darse el lujo de perder con tan grande prerrogativa, que si se prepara convenientemente lo más probable es que se haga imbatible en La Paz. Weber tenía razón hasta cierto punto, pero vistas las cosas dos décadas después, está claro que mientras Bolivia ha ido perdiendo habilidades para usufructuar de la potestad que le da su ecosistema, las selecciones visitantes han encontrado la manera de humanizar el jugar en estas alturas que para mentalidades como la de Passarella era imposible.

El expediente de la altura, tal como se persiste en concebirlo, se ha convertido en la excusa que ha trascendido décadas y a la que en las últimas horas hay que agregar ciertas percepciones que dicen que nuestros jugadores son de madera (Faustino Asprilla), que la selección mexicana no debería perder el tiempo midiéndose con Bolivia porque no sirve como adversario de partido preparatorio a un torneo. La altura sería temible si tuviéramos un fútbol competitivo, tal como el desarrollado por Colombia que no juega en la altura de Bogotá (2.625 m.s.n.m), que lo hace en la calurosa Medellín, porque ha privilegiado el construir un fútbol de calidad con el impulso de conductores como Carlos Bilardo y Francisco Maturana (años 80 y 90).

La altura de El Alto sirvió de cuco cuando Always Ready demolió con suficiencia hace algunas semanas a Sporting Cristal (6-1), ese mismo equipo peruano que hace un año le ganó en la altura de La Paz a The Strongest sepultando sus aspiraciones de pasar a octavos de final de Copa Libertadores. Para decirlo sin vueltas: El fútbol se construye con fútbol, con procesos de largo aliento, con estructuras formativas y recién a partir de esa escala de prioridades se podrá pensar en que la altura sirve como última cuña  —no como primera— para alcanzar el triunfo o el éxito deportivo, y será sensato y síntoma de madurez entender a los que a pesar del pánico vienen y ganan, certificación indiscutible de que el juego se gana con juego y no con falsos fantasmas.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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El periodista Julio Peñaloza agrega sexta parte a edición de su libro

La primera edición de “Democracia interrumpida” quedó agotada y conforme transcurría el año 2023, el periodista, autor del libro, fue añadiendo nuevos capítulos (un total de veinte).

El Centro de Investigaciones Sociocomunitarias (CIS) publicó el libro en su segunda edición.

/ 17 de marzo de 2024 / 19:16

“Este libro es en gran medida producto de mi trabajo en La Razón en los últimos cuatro años, sin su respaldo difícilmente habría sido posible” dice Julio Peñaloza Bretel, habitual columnista de este diario, acerca de la publicación de este libro que el Centro de Investigaciones Sociocomunitarias (CIS) acaba de publicar en su segunda edición y que forma parte de la oferta del stand de la Vicepresidencia del Estado en la primera feria del libro que se desa-rrolla en la ciudad de El Alto.

El momento mismo en que se produjo el derrocamiento de Evo Morales, Peñaloza Bretel decidió construir un relato que contemplara una visión estructural acerca de la violencia política, las violaciones a los derechos humanos y las masacres sufridas por bolivianas y bolivianos a lo largo de la historia del país. Con este espíritu, la primera edición organizada en cinco partes fue presentada en abril de 2022 por el vicepresidente David Choquehuanca, el expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé y la entonces embajadora de México, María Teresa Mercado, que tuvo refugiados en su residencia a varios personeros del defenestrado gobierno del MAS durante el gobierno transitorio de Jeanine Áñez.

EDICIÓN

La primera edición de “Democracia interrumpida” quedó agotada y conforme transcurría el año 2023, el periodista, autor del libro, fue añadiendo nuevos capítulos (un total de veinte) acerca de personajes, víctimas y actuaciones que permitieron esta nueva edición en la que figuran, por ejemplo, “La coartada del fraude/golpe”, “Cierre de filas contra el golpismo”, “El asesinato político de Sebastián Moro”, “Operadores mediáticos ad nauseam”, “Un libro que Luis Fernando Camacho debería leer” (acerca de las masacres de Sacaba y Senkata), “La canciller”, “La Embajadora”, “El paramilitar” “¿Por qué se enjuició a Jeanine Áñez por la vía ordinaria?”, “El antimasismo de Página Siete y su fase terminal” y “La sentenciada”.

En términos temáticos, la parte 1 se refiere a la historia política de Bolivia, la parte 2 a las noticias sobre el gobierno de facto, la parte 3 a la interpretación y contextualización de los acontecimientos y protagonistas durante el gobierno de Áñez.

PARTES 4 Y 5

La parte 4 a la recapitulación de las masacres sufridas por el pueblo boliviano desde la República en el siglo XX hasta el vigente Estado Plurinacional, en la parte 5 se abordan a través de reportajes periodísticos, los hechos y los personajes que dieron lugar a la interrupción del Estado de Derecho a partir del 10–12 de noviembre de 2019.

Finalmente, en la parte 6, incorporada en esta segunda edición, se abordan aspectos que quedaron en el tintero y que repercutieron en términos de noticias y generaron opinión entre 2021 y 2023.

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