La asombrosa imaginación
Platón y Aristóteles discreparon sobre la imaginación. Como señalaron el filósofo Stephen Asma y el actor Paul Giamatti en un ensayo publicado en marzo, Platón daba a entender que la imaginación es un lujo un tanto fantasioso. Se ocupa de las ilusiones y la fantasía y nos distrae de la realidad y de nuestra capacidad de razonar sobre ella con la mente fría. Aristóteles, por el contrario, pensaba que la imaginación es uno de los fundamentos de todo conocimiento.
Una de las tragedias de nuestro tiempo es que nuestra cultura no se ha dado cuenta de hasta qué punto Aristóteles tenía razón. Nuestra sociedad no es buena para cultivar la habilidad que más podríamos necesitar.
¿Qué es la imaginación? Pues bien, una forma de verlo es que cada segundo que estás despierto, tu cerebro es bombardeado con una proliferación frenética de colores, formas y movimientos. La imaginación es la capacidad de hacer asociaciones con todos estos fragmentos de información para sintetizarlos en patrones y conceptos. Los neurocientíficos han llegado a comprender cuán fantásticamente complicado y subjetivo es este proceso de creación de imágenes mentales. Quizá pienses que la percepción es un sencillo proceso “objetivo” de asimilación del mundo y que la cognición es un proceso complicado de pensamiento sobre él, pero eso es un error.
La percepción (el veloz proceso de seleccionar, reunir, interpretar y experimentar hechos, pensamientos y emociones) es el acto poético fundamental que te hace ser tú. Además, la imaginación puede enriquecerse con el tiempo. ¿Puedes perfeccionar tu imaginación? Sí. Al crear lentes complejas y variadas a través de las cuales ver el mundo. Zora Neale Hurston creció junto a la calle principal en Eatonville, Florida. Cuando era niña, se acercaba a los carruajes que pasaban y gritaba: “¿No quieren que los acompañe un tramo del camino?”. La invitaban a subir al carruaje, conversaba con desconocidos por un rato y luego volvía a casa caminando.
En el caso de Hurston, y en el de muchas personas con una imaginación cultivada, este tipo de aventuras sociales atrevidas se equilibraban con periodos extensos de lectura, soledad y aventuras íntimas para contar historias. “Vivía una vida emocionante sin ser vista”, recordó Hurston más tarde.
Una persona que alimenta su imaginación con un repertorio más completo de pensamientos y experiencias tiene la capacidad no solo de ver la realidad con mayor riqueza, sino también de imaginar el mundo a través de la imaginación de los demás (lo que es aún menos frecuente). Esta es la habilidad que vemos en Shakespeare en un grado tan portentoso: su capacidad para desaparecer en sus personajes y habitar sus puntos de vista sin pretender explicarlos jamás.
Cada persona tiene un tipo de imaginación diferente. Algunas personas se centran en las partes del mundo que se pueden cuantificar. Esta forma prosaica de reconocimiento de patrones puede ser muy práctica, pero a menudo no ve la forma subjetiva en que las personas revisten el mundo con valores, emociones y aspiraciones, que es justo lo que queremos ver si deseamos vislumbrar cómo viven su experiencia.
Muchos aspiraron a la forma más encantadora de imaginación, que, como escribe Mark Vernon en Aeon, “tiende un puente entre lo subjetivo y lo objetivo, y percibe la vitalidad interior del mundo, así como sus exteriores interconectados”. Un ejemplo es Van Gogh pintando noches estrelladas y Einstein imaginándose a sí mismo cabalgando junto a un haz de luz.
La imaginación te ayuda a percibir la realidad, a probar otras realidades, a predecir futuros posibles y a experimentar otros puntos de vista; pero, ¿hasta qué punto las escuelas le dan prioridad al cultivo de esta capacidad esencial?
¿Qué le ocurre a una sociedad que deja gran parte de su capacidad imaginativa sin usar? Tal vez acabes en una sociedad en la que las personas les son ajenas a los demás y a sí mismas.
David Brooks es columnista de The New York Times.