La misma piedra
En una sesión nuevamente bochornosa, la Cámara de Diputados, con mayoría circunstancial del arcismo, aprobó seis de los siete créditos que estaban en agenda. Quedaron diferidos en tanto los dos proyectos de ley sobre la autoprórroga de magistrados. Y, una vez más, la oposición se quebró. El saldo es la pérdida de legitimidad de la Asamblea y de todas las fuerzas políticas.
Hay una frase ampliamente conocida que retrata bien lo que ocurrió este tiempo en Diputados: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. En tres ocasiones consecutivas, el oficialismo convocó a sesiones para aprobar los proyectos de ley de “financiamiento de la agenda económica”. Lo hizo sin acuerdo previo y con disputa sobre el orden del día. La oposición y la bancada evista, por su parte, condicionaron todo al cese de los magistrados autoprorrogados.
Hacer lo mismo, está visto, produce siempre los mismos resultados. La primera sesión, la segunda y la tercera fueron igualmente vergonzosas e improductivas. Las diferencias sobre la agenda legislativa, normales en democracia, derivaron en escenas de violencia, agresiones, insultos, tomas de testera, empujones, golpes. Fueron necesarios varios cuartos intermedios para regresar… a lo mismo. La apuesta por la imposición con ausencia de debate y sin ninguna voluntad de acuerdo conduce a la parálisis.
Seguramente el oficialismo celebrará que, al final del día, haya logrado mayoría en la Cámara para la aprobación de los créditos. Es una victoria pírrica. Dichos créditos pudieron ser aprobados como resultado de un acuerdo político más amplio. Pero se optó por la amenaza, la presión y, finalmente, la cooptación de asambleístas de oposición, hoy acusados temerariamente por los suyos como “tránsfugas” y cosas peores. Ahí están los créditos aprobados, pero la derrota estratégica en pérdida de legitimidad permanece.
En la otra vereda, los opositores en especial, así como los evistas, también perdieron. Primero porque, pese a sus acciones desesperadas por impedir o al menos malograr las sesiones, no lograron su propósito de frenar los créditos. Segundo porque, como ocurrió en ocasiones anteriores, terminaron con disidencias y quiebre. Y tercero porque su resistencia testimonial, en algún caso de cara a las redes sociales, no los libera del desgaste y de la condena ciudadana, agotada del espectáculo.
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Hoy tenemos un órgano legislativo con bajo nivel de credibilidad y alta desconfianza, sin agenda clara y persistente lógica de imposición y bloqueo. Quedan también tres organizaciones políticas magulladas y divididas. Y está como saldo un gobierno débil y una oposición intrascendente. En tal escenario, lo más riesgoso es la sensación de hastío en la población, más bien preocupada en sus condiciones de vida que en las peleas de los políticos. Si la ALP sigue tropezando con la misma piedra, terminará por caer.