Un divorcio conflictivo
Las relaciones entre Bolivia y Estados Unidos no son normales, más con el anuncio de alejamiento de la NAS, la agencia contra las drogas que cooperaba en el país. La decisión estadounidense coincide con la demanda de La Paz contra Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya y la consolidación del bloque Alianza del Pacífico, en el que está Santiago, que respalda Washington.

La decisión unilateral de clausurar en Bolivia la Oficina de Asuntos Antinarcóticos (NAS, por su sigla en inglés) nos empuja a efectuar serias reflexiones referentes a las relaciones de Bolivia con el coloso del norte.
Tanto en el desarrollo social y político de Estados Unidos como de Bolivia se han operado trascendentales mutaciones que las nociones de antiimperialismo como de autodeterminación de los pueblos han variado en sustancia y forma durante los últimos 30 años.
La encarnizada lucha por ganar espacios de influencia en época de la Guerra Fría, en la que todo valía, efectivamente, dejó los malos recuerdos del apoyo a las dictaduras militares por parte del Gobierno estadounidense, en detrimento de los países latinoamericanos, bajo el manto de la “doctrina de seguridad del Estado”. Paralelamente, la explotación intensiva de los recursos naturales en la región, regentada por compañías americanas o multinacionales afines, tipificó un modelo neocolonialista de hegemonía económica y sometimiento político de nefarias consecuencias.
La aparición del libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de la América Latina (1971) respondida 25 años más tarde por Mendoza, Montaner y Vargas Llosa (el pequeño) con un Manual del perfecto idiota latinoamericano (1996) avivó el debate acerca del rol reservado a la única superpotencia mundial, luego de la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. El primero sigue siendo la biblia de los termocéfalos y el segundo es la guía de los cavernarios del neoliberalismo.
Al diferendo se añadió el fenómeno de la globalización no sólo en términos de expansión de mercados y de la multiplicación positiva del comercio planetario, sino también en el campo de la cultura a través de la revolución informática y en la arena social con el despertar de los movimientos populares que reavivaron la solidaridad intercontinental de los pueblos débiles frente a la avalancha del capital financiero y la rapiña bancaria.
En América Latina, lejos quedaron en los repositorios de la arqueología política los grandes logros de la Revolución Nacional boliviana de 1952 y de la Revolución Cubana de 1959. Ambos modelos propuestos no respondieron a las exigencias cada vez mayores de sus poblaciones. Fracasada la lucha armada como medio de captura del poder político, al mesiánico cambio esperado sólo le quedaba el camino de las urnas. El voto tumbaría a la bota. Y así, una a una las dictaduras dieron paso a las democracias representativas y éstas, a una nueva concepción de ejercicio democrático participativo. Cuando el fin de la historia estaba al alcance de la mano, irrumpe en la región Hugo Chávez como portaestandarte de la “revolución bolivariana” que renueva la lucha antiimperialista y la unidad de la nación latinoamericana. Tener un propósito político y poder sustentarlo con el maná petrolero fue la simbiosis que posibilitó la difusión de la proclama y el acopio de otros países a la iniciativa venezolana. Bolivia acudió a la convocatoria el 22 de enero de 2006, por el voto universal que lleva a Evo Morales a la presidencia, y desde entonces comienza una era de difícil relacionamiento con Washington.
La primera divergencia se produce en 2008, con separación de Bolivia de la APTA (Ley de Preferencias Arancelarias Andinas) y de la ATPDEA (Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de la Droga, traducida del inglés). Ese mismo año, en septiembre, el embajador Philip S. Goldberg es declarado persona non grata. Se prosigue en 2009 con la expulsión de la DEA (Administración de Control de Drogas). Finalmente, el 1 de mayo de 2013, Usaid (Agencia para la Cooperación y el Desarrollo Internacional) es también expulsada, y tres semanas después, la NAS decide alejarse del país. En breve, no queda institución estadounidense alguna para monitorear la producción, distribución y exportación de drogas en el país.
Las razones manifiestas y encubiertas de esa agresiva secuencia son de compleja explicación, sea calculando la consolidación de una popularidad adquirida o por un golpe de disuasión ante la hostilidad del adversario externo. Lo cierto es que se ocasionó una ruptura tácita del vínculo normal en las relaciones bilaterales.
Acuerdo. Los esfuerzos para restablecer la confianza mutua mediante el Acuerdo Marco firmado entre ambos países el 7 de noviembre de 2011 fueron vanos, y el intercambio de embajadores, postergado sine die.
Fue el masivo voto latino en favor de la reelección de Barack Obama y el vacío que dejó la muerte de Chávez, el 5 de marzo último, lo que motivó una reconsideración de los cuatro años de indiferencia que Washington mostró hacia América Latina. Es cuando, en aquello que denominan el “patio trasero”, durante el último lustro se crearon organismos regionales de integración que, como la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) y el Alba, excluyen a Estados Unidos y pretenden reemplazar a la OEA, considerada, como se dice, “el ministerio de colonias”.
Esos intentos integracionistas, naturalmente, creyeron enterrar la idea del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) y a la vez provocaron el anticuerpo gestado por los países rezagados, que, bajo el estímulo de Estados Unidos, signaron convenios de libre comercio aparentemente más interesados en el suceso económico que en las jaculatorias de unidad bolivariana. En ese marco, emerge la Alianza del Pacífico, que une a México, Colombia, Perú y Chile, en un conglomerado de 215 millones de consumidores, un Producto Interno Bruto (PIB) combinado de $us 1,6 mil millones y un ingreso medio de $us 13.000 anuales por habitante. Irónicamente, Ecuador, costero del Pacífico, fue dejado de lado.
Sin embargo, recientemente en Cali, fruto de un frenético trajín diplomático, Costa Rica se incorporó a esa alianza como miembro pleno, y Uruguay, Paraguay, Panamá y Honduras, como observadores, al igual que Estados Unidos, que solicitó su admisión. Mientras, España, Canadá, Japón y Australia ya observan el proyecto.
En vista de que la iniciativa económica en el mundo se ha volcado del Atlántico hacia el Pacífico, la estrategia de la alianza es más una lucha de mercados, donde su acción mancomunada aumentará el grado de competitividad para sus productos. Casi todos sus socios tienen acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y con Europa. Otros tantos, con potencias asiáticas.
Es decir, la idea del ALCA ha resucitado con todo el peso del sostén americano y apuesta a que su éxito económico, en el corto plazo, por la generación de empleos que logre, tenga también un impacto político que contrarreste la gestión populista de los gobiernos del Alba. Se espera que de la inevitable emulación entre los dos modelos surja una saludable síntesis que evite un caos social previsible.
Para estimular esa corriente, el vicepresidente estadounidense Joe Biden visita Colombia y Brasil, y en Trinidad-Tobago se reunirá con los gobernantes de 11 Estados caribeños.
Entretanto, Obama, después de su entrevista con el presidente de México y de haberse reunido, en junio, en San José con los gobernantes centroamericanos, recibirá en la Casa Blanca a los mandatarios de Chile y Perú. En ambos casos se ha ignorado a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina. Esos datos nos señalan que ha estallado una guerra fría en América Latina, tanto a nivel ideológico como en la competencia comercial.
En cambio, en el ámbito nacional, el alejamiento de la NAS puede obedecer al intento deliberado de USA de dejar desguarnecido el territorio boliviano que sería fácil presa para la mexicanización del país, vulnerable al embate de los carteles narcoterroristas.
Región. Curiosamente, se dice que la cuota presupuestaria que era asignada a la NAS para Bolivia ha sido destinada al Brasil para igual objetivo. Eso confirma que Estados Unidos ha decidido confiar a Brasilia el rol de gendarme regional en la lucha contra el tráfico de drogas, particularmente en el caso de su vecino boliviano.
La hermandad con Venezuela acarrea otro punto de diferencia con Washington, que no reconoce hasta hoy la victoria electoral de Nicolás Maduro y más bien fomenta el suspenso y la contestación de su rival Henrique Capriles.
Un asterisco en la discordia sucedió en el mosaico mundial, donde Washington ha registrado debidamente que el Alba, durante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acerca de la resolución sobre Siria, ha votado en bloque —negativamente— contra la corriente mayoritaria.
En la política externa boliviana, si bien por múltiples razones la posición antiimperialista es comprensible, debe recordarse que ésa es una batalla de largo aliento que bien podría mitigarse por el momento, porque el país está ahora enfrascado en una guerra sin fusiles que se libra en La Haya contra Chile, que fue y es el adversario principal de la diplomacia nacional.
Es prudente constatar que todos los pleitos internacionales están al arbitrio de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad que, singularmente, también lo son en la Corte Internacional de Justicia, porque un pentágono semejante está reservado para jueces de Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China, mientras los otros diez sitios —rotativamente— se atribuyen a magistrados idóneos de los 190 países restantes.
Los argumentos anotados nos muestran un Tío Sam viejo, empobrecido y cansado, pero que aún dispone de garfios bien afilados para preservar sus intereses y para embestir a sus enemigos donde más pueda dolerles.
Biblioteca breve del antiimperialista
– La Historia me absolverá, Fidel Castro. 1953. Premonitorio discurso del Comandante que aún espera el veredicto final.
– Los condenados de la Tierra, Franz Fanon. 1961. Evangelio de las luchas anticoloniales, principalmente en África.
– La guerra de guerrillas, Ernesto Che Guevara. 1960. Recetas para una época superada.
– ¿Revolución dentro de la Revolución? Regis Debray. 1967. La justificación teórica que faltaba a la Revolución Cubana
– Los conceptos elementales del materialismo histórico, Marta Harnecker. 1969. Guía didáctica para iniciarse en la filosofía marxista.
– El hombre unidimensional, Herbert Marcuse. 1964. Fiero ataque contra la ideología de la sociedad industrial avanzada.
– Para leer al Pato Donald, Ariel Dorfman y Armand Mattelart. 1972. Reflexiones sobre la comunicación de masas y el colonialismo.
– Dependencia y desarrollo en América Latina, Fernando Henrique Cardozo y Enzo Faletto. 1969. El vertiginoso ascenso del Brasil a ser la sexta potencia económica mundial, destruye la argumentación de esos profetas.
– Hacia una teología de la liberación, Gustavo Gutiérrez. 1971. Un apoyo teológico a la lucha armada que capituló.
– Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano. 1971. 40 años después parece que la transfusión de la globalización ha servido para devolverle buena salud al paciente latinoamericano…
Nota del recopilador: Estas diez obras que con sorna se cita en el Manual del Perfecto Idiota latinoamericano (1996) han sido, obviamente, superadas por lo que el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre llama el espacio-tiempo-histórico, como lo fue su propia tesis contenida en El antiimperialismo y el APRA (1928).
Por las mismas razones, las críticas de la troika que descubrió al idiota latinoamericano y alabó al proceso neoliberal quedan obsoletas ante la irrefrenable crisis del capitalismo en Estados Unidos y en Europa.