Dilemas de los ciudadanos ante la reelección de Evo
Muchas veces, la gente utiliza el referéndum para mostrar su apoyo o rechazo no tanto a la cuestión que se está discutiendo o preguntando, sino a los actores políticos que lo han propuesto.
En las últimas semanas, la posibilidad de que se habilite al Presidente para una nueva reelección ha vuelto a ocupar el centro de los comentarios y de las conjeturas. Aunque no hay una definición oficial sobre la decisión de avanzar en ese sentido, ni, menos aún, una hoja de ruta institucional clara que la viabilice, se han desencadenado suposiciones, argumentos a favor y en contra, y ejercicios de prospectiva política si la idea finalmente se concretiza.
Se asume que esta habilitación debería surgir de una reforma parcial de la Constitución y que se dilucidaría, en cualquier caso, en un referéndum en el que los ciudadanos se pronuncien a favor o en contra de la propuesta. Es así que ya han aparecido las primeras mediciones sobre la opinión de los bolivianos frente a esta eventualidad. Es sobre esta dimensión del asunto que abundaré, dejando de lado, de momento, otras consideraciones.
Usualmente se dice que el voto en un referéndum no suele estar determinado solamente por los puntos de vista sobre el tema que se le consulta al ciudadano, sino también por sus reacciones y percepciones frente a la coyuntura en las que se organiza el evento y las campañas que promueven el voto en uno u otro sentido.
EVALUACIÓN. Muchas veces, la gente utiliza el referéndum para mostrar su apoyo o rechazo no tanto a la cuestión que se está discutiendo, sino a los actores políticos que lo han propuesto. En el caso de un referéndum relacionado con el futuro de la principal figura política del gobierno, parece difícil que la decisión de los ciudadanos se desvincule de una evaluación sobre su desempeño y de un juicio sobre la viabilidad de la alternancia o la renovación del grupo que ejerce el poder.
Dos encuestas recientes, una con una cobertura en el eje metropolitano y la otra levantada en las ciudades capitales y en ciudades intermedias, muestran un panorama inicial de rechazo a la propuesta reeleccionista: 59% en contra versus 32% a favor en el primer caso, y 51% versus 36% en el segundo sondeo. Resultados no tan sorpresivos si recordamos ejercicios similares realizados en años anteriores: en mayo de 2007 el porcentaje de rechazo a la reelección alcanzaba un 52% en una muestra de entrevistados de ciudades capitales e intermedias y en junio de 2011 esta opinión llegaba a un 59% en una encuesta realizada en el eje. Solamente en un sondeo de cobertura urbana y rural levantada en noviembre de 2012, la aprobación de la reelección alcanzaba un 54%, frente a un 42% de rechazos. Parecería que mientras menos urbana es la muestra, más aumentan las posibilidades de apoyo a una nueva candidatura del Jefe del Estado.
Ciertamente, hay que tener cuidado en las comparaciones, pero estos datos nos aportan pautas acerca de los escenarios de opinión pública sobre los que podría basarse una tentativa reeleccionista.
En primer lugar, es evidente que la no consideración de las zonas rurales distorsiona significativamente las conclusiones de los estudios, alrededor del 30% de los electores viven aún en zonas rurales o localidades menores a 50.000 habitantes, y en esos segmentos el Presidente viene obteniendo votaciones de alrededor del 80% desde hace tiempo. Por lo tanto, se puede asumir que la proporción de ciudadanos rurales que podrían estar de acuerdo con una reelección sería muy superior a la que existe en las grandes ciudades. Una segunda enseñanza es que el porcentaje de apoyo a la reelección es usualmente menor a los niveles de aprobación de la gestión gubernamental y a los que dicen ser votantes de Evo Morales. Esta brecha entre una aprobación alta al Presidente, que se sitúa actualmente en alrededor del 60%, y el tímido entusiasmo de los encuestados frente a la posibilidad de que sea candidato una vez más, es un elemento clave a tomar en cuenta.
Todo esto nos sugiere que los resultados de un eventual referéndum sobre la reelección son bastante inciertos y que las posiciones de la ciudadanía en torno a esta cuestión están relativamente equilibradas. Incluso, si el resultado sería finalmente favorable a la propuesta oficialista, es muy probable que no tendría la contundencia de los porcentajes de apoyo logrados por Evo Morales en otros comicios. Asumiendo la existencia de una base favorable al oficialismo de alrededor del 45% de los ciudadanos en edad de sufragar, su reto será encontrar argumentos para persuadir a su favor al 10% de personas que, sin ser muy críticos del gobierno, sienten desconfianza frente a una acumulación de poder o aspiran a algún tipo de renovación. Al mismo tiempo, el oficialismo deberá sostener, en un entorno más difícil, el estado de ánimo positivo que todavía prevalece en la opinión, manteniendo los equilibrios socioeconómicos y los niveles de gobernabilidad a los que los ciudadanos se han ido acostumbrando en los últimos años.
Desconfianza. Por su parte, las oposiciones tienen a su favor la existencia de una importante corriente transversal de opinión desconfiada frente a la posibilidad de una nueva reelección y que, bajo ciertas circunstancias, podría constituir una mayoría si se consolida una alianza virtual entre los opositores más politizados y aquellos que no necesariamente simpatizan con las ideas o los liderazgos de la oposición partidaria, pero que están cansados del hegemonismo oficialista o que podrían estar experimentando un malestar coyuntural con alguna decisión del Gobierno.
La propia naturaleza del referéndum podría ayudar a una convergencia de todos los opositores en torno a un voto de rechazo, que no requiere articulaciones programáticas o compatibilizaciones ideológicas para que se efectivice. Cada opositor desde su esquina, con sus propias razones y públicos, podría ir erosionando de diversas maneras los argumentos del oficialismo. Sin embargo, es posible que esta gran heterogeneidad del antireeleccionismo pueda también transformarse en un argumento en favor de la reelección, dado que esta decisión no solo tiene que ver con un posicionamiento frente a los resultados y las capacidades de Evo Morales, sino también con un juicio sobre la existencia de alternativas confiables que garanticen la estabilidad del país en el mediano plazo. Las fronteras entre el sentimiento de salto al vacío y la apuesta optimista por una renovación viable del poder político son tenues, y la respuesta a ese dilema será determinante para muchas personas cuando la pregunta sobre la reelección sea planteada y deje de ser un ejercicio hipotético, como lo sigue siendo en la actualidad.
Frente a estos escenarios, las estrategias usuales de polarización ideológica y de confrontación podrían no solamente resultar inefectivas, sino incluso contraproducentes, pues la decisión final podría estar en manos de un 10% o 15% de personas indecisas, con escasas referencias y fidelidades partidarias, hijos e hijas (rebeldes y conformistas) del proceso de cambio, a las que habría que darles buenas razones prácticas y emotivas para que apuesten en uno u otro sentido.