El conflictivo TPP, una visión desde el sur
Aunque la creencia es que la resistencia a estos bloques se debe a la falta de transparencia, la realidad es peor. El mayor punto de conflicto es que el TPP ya no trata solo de reducir barreras a los intercambios comerciales, sino que incluye diferentes temas que hacen a la misma organización económica de los países.
El 5 de octubre sin duda se dio un hito en las relaciones económicas internacionales. La firma del Acuerdo Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) por parte de 12 países circundantes al océano Pacífico cambiará las reglas en la gobernanza económica global. Lo interesante es que, a diferencia de lo que sucede a nivel multilateral, las negociaciones han podido avanzar, aplacando la oposición de varios grupos dentro de los propios países. Pero ¿qué es lo que propone este acuerdo que está siendo tan controversial en el ámbito mundial?
En primer lugar, debemos revisar el contexto en el que este acuerdo fue firmado. El TPP es parte de la nueva ola de negociaciones internacionales que evidencian el cumplimiento de las predicciones sobre el camino del regionalismo, ya que nos están llevando a la conformación de “regiones mundiales” que serán los principales actores en la arena internacional. Además del TPP ya firmado, se tienen varios otros en negociación como el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), entre Estados Unidos y la Unión Europea; el Acuerdo Comprensivo de Economía y Comercio (CETA) entre Canadá y la Unión Europea; y el Acuerdo de Comercio de Servicios (TISA) entre 23 países, incluyendo Estados Unidos y la Unión Europea.
A pesar de que desde 1947 se tuvo un avance en el ámbito multilateral —alcanzando su punto máximo en 1995 con la entrada en vigor de la Organización Mundial del Comercio (OMC)— su fracaso cada vez más evidente, llevó a los países a optar por un avance a nivel regional. Si bien en la OMC cada país tiene un voto y el número de países en desarrollo es mucho mayor al de países industrializados, estos últimos tuvieron la astucia de diseñar bloques regionales en los cuales puedan incluir países más pequeños que acepten profundizar sus compromisos internacionales en determinadas áreas y que en su gran mayoría no ofrecen beneficios claros para el ciudadano promedio. Como se sabe, esto se debe a los lobbys de Empresas Transnacionales (ETN) que presionan a sus gobiernos, en busca de normas que les aseguren mayores beneficios.
En segundo lugar, analizando los motivos por los cuales este acuerdo generó tanto conflicto debemos mencionar el secretismo en el cual se llevaron a cabo las negociaciones. Un requisito para permitir que un país ingrese a las negociaciones era que acepte la total confidencialidad. Fue tan alto el nivel de secretismo que la desinformación no solo era de la sociedad civil, sino también de políticos y académicos.
Por ejemplo, en las negociaciones del TTIP, los eurodiputados solo pueden leer extractos del Acuerdo, y para hacerlo, entran a habitaciones especiales, sin poder llevar ni siquiera el teléfono celular. En respuesta, no es raro encontrar a organizaciones como WikiLeaks ofreciendo gigantes sumas de dinero como recompensa por documentación relacionada con el tema o manifestaciones como la del 10 de octubre en Berlín, congregando a cuarto de millón de personas que denunciaron que la firma del TTIP sería el fin de la democracia en Europa.
Aunque la creencia común es que la resistencia a estos bloques se debe a la falta de transparencia descrita, la realidad es peor aún. El mayor punto de conflicto es que este acuerdo ya no trata solo de reducción de barreras a los intercambios comerciales, sino que además incluye diferentes temas que hacen a la misma organización económica de los países. Se tiene un capítulo sobre acceso a mercados, pero la mayor parte de las normas abordan la desregulación y la protección al capital. Éste es el punto central del análisis. La inclusión de estos “nuevos” temas es el gran problema del TPP y no así la negociación de la eliminación de barreras comerciales. Si bien es conocido que los temas más conflictivos son la protección de inversiones y la propiedad intelectual, no podemos dejar de mencionar otros igual de importantes como normas laborales, política de competencia o normas ambientales. A pesar de que cada uno de estos puntos merece un análisis profundo, en general podemos afirmar que existe renuencia a asumir compromisos en estas materias debido a que tienen el efecto obvio de privilegiar los intereses de las corporaciones por sobre las personas. Como dice el profesor Jagdish Bahgawati de la Universidad de Columbia, la inclusión de estos temas se debe únicamente a la presión de grupos de interés y que al final no tienen nada que ver con el debate sobre los beneficios del libre comercio y, lo que es peor, está destruyendo la gobernanza económica multilateral, que tanto costó construir.
En vista de lo anterior, nos preguntamos, ¿solamente por recibir la apertura de mercados para nuestros productos, estamos dispuestos a aceptar un modelo diseñado por unos pocos y para unos pocos? Éste no es el clásico debate sobre cuántos beneficios y perjuicios se obtendrán a partir de la eliminación de barreras comerciales. El principal conflicto de la firma del TPP —y los demás acuerdos en negociación— es que representan una gran pérdida de soberanía. Las normas que se están negociando tienen una visión y un modelo, y claro está, no han sido consensuadas. Son unos pocos países los que dictan las reglas y los demás se limitan a negociar “una coma o un punto”. Lo sustancial de los tratados no se negocia. De esta manera, no es de extrañar que la resistencia a estos acuerdos no se esté dando solo en los países en desarrollo. En los países industrializados actualmente se está librando una batalla interna cuyo resultado determinará si se acepta dar a las corporaciones más poder del que ahora tienen.
Ante este panorama sombrío, y tomando en cuenta que el TPP ya fue firmado por 12 países de Asia y América, el desafío que queda para los países no firmantes es encontrar mecanismos que les permitan poner en práctica su visión de que existe otra forma de inserción en la economía global y que esto pueda ser un contrapeso al avance de estos acuerdos. Lo que sí está claro es que el TPP y los demás “megabloques” son el inicio de la gobernanza regional y que, tal como están avanzando, será más perjudicial para los países en desarrollo que lo que fue la gobernanza multilateral.
Para Sudamérica, el panorama se torna muy complejo. Como afirma Mariano Turzi, “si en el siglo XX el Canal de Panamá marcó la separación del continente en norte y sur, en el siglo XXI el TPP dividirá a la región en este y oeste” . La Alianza del Pacífico tiene la idea clara: mayor liberalismo y desregulación. Entendemos que el desafío es para el Mercado Común del Sur (Mercosur) y para los países que no compartimos esa visión.