La devolución de Cedeim y el vía crucis de las empresas
La situación de las empresas exportadoras, en los sectores tradicionales y no tradicionales, demuestra que en Bolivia no existe neutralidad impositiva y que el principio de no exportar impuestos se incumple sistemáticamente.
En circunstancias en que la economía del país empieza a sentir el impacto negativo del desplome de los precios mundiales de los productos básicos (minerales, energía, alimentos y otros), la respuesta lógica sería tomar medidas oportunas y eficaces para incrementar la inversión local y extranjera así como para mejorar la productividad y competitividad de la producción nacional, de modo tal que los productos bolivianos puedan llegar a los mercados externos en condiciones de competir favorablemente con los extranjeros y que nuestras empresas mineras, petroleras, manufactureras y agropecuarias puedan resistir el embate de la crisis de los precios internacionales y eviten cerrar operaciones y despedir a sus trabajadores y empleados. Desgraciadamente no es esto lo que ocurre en Bolivia.
CUENTAS. Aumentan las cuentas por cobrar. La recuperación por parte de los exportadores bolivianos de los impuestos que pagan en la compra de bienes y servicios para poder exportar sus productos al mercado internacional, se ha convertido en un verdadero calvario. Los procedimientos administrativos que deben llevar a cabo son trámites extremamente largos, morosos, burocráticos y costosos. Lógicamente, ello supone para las empresas exportadoras dedicar un tiempo considerable de trabajo de sus ejecutivos y funcionarios —y en algunos casos contratar personal adicional exclusivamente para tales tareas—, sacrificando las labores esenciales de la gestión empresarial y de los negocios.
El perjuicio mayor para los exportadores (empresas grandes, medianas y Pymes) reside en la dificultad de concretar la devolución de los llamados Cedeim (Certificados de Devolución Impositiva). Tanto así que en la contabilidad de las empresas se han ido acumulando elevadas cuentas por cobrar, con los consecuentes costos financieros para los exportadores. Por ejemplo, en la minería, las cuentas por cobrar por las empresas privadas, a marzo de 2015, llegaban a 375 millones de dólares, según estimaciones del sector, mientras que en el rubro de manufacturas de exportación el monto podría estar en el orden de los 40 millones de dólares.
Como si ello fuera poco, las empresas están sometidas a una suerte de acoso tributario permanente. De hecho, en los sectores de la minería, industria, comercio exterior y otros, son inusualmente frecuentes las auditorías del Servicio de Impuestos, que conllevan tediosas e inacabables revisiones, fiscalizaciones, inspecciones y nuevas revisiones, por los motivos más inverosímiles, y con resultados casi siempre contrarios a las empresas, traducidos en cuantiosas multas, intereses acumulados, actualización de valores por efecto de la inflación y otras sanciones difícilmente justificables desde la racionalidad administrativa y la correcta aplicación de la ley.
IMPUESTOS. La neutralidad impositiva no se cumple. Conforme a las normas vigentes, a los exportadores de mercancías y servicios les asiste el derecho de recibir la devolución de los impuestos internos al consumo, así como de los aranceles pagados sobre los insumos incorporados en las mercancías de exportación, considerando la incidencia real de éstos en los costos y gastos de producción.
El principio fundamental en que se basa el pago de Cedeim es no exportar impuestos en las mercancías destinadas a los mercados externos. Se trata, en consecuencia, de una devolución impositiva de los dineros que los exportadores previamente deben sufragar para poder importar todos los bienes e insumos que luego son usados y/o transformados en los productos exportados, de manera tal que exista neutralidad impositiva. La devolución de Cedeim es una práctica habitual en innumerables países.
Los impuestos que devuelve el Cedeim son: i) Impuesto al Valor Agregado, IVA; ii) Impuesto a los Consumos Específicos, ICE; iii) Gravamen Aduanero, GA de importación de mercancías. El Cedeim es un título valor transferible por simple en-doso, con vigencia indefinida y puede ser utilizado por el tenedor final para el pago de cualquier tributo cuya recaudación esté a cargo del Servicio de Impuestos Nacionales o la Aduana Nacional de Bolivia. Por ser un título valor puede ser descontado o transado en la Bolsa de Valores.
El Gobierno nacional ha optado por programar anualmente, en el Presupuesto General del Estado, un máximo de Cedeim que deben ser emitidos. Sin embargo, durante los últimos años la emisión de Cedeim ha estado muy por debajo del monto presupuestado, quedando un importante saldo no ejecutado, y por razones absolutamente incomprensibles. Una consecuencia de esta demora, prácticamente crónica, en la devolución efectiva de Cedeim es que las empresas exportadoras se ven afectadas por severos problemas de liquidez financiera en sus operaciones.
En suma, la situación de las empresas exportadoras, tanto en los sectores tradicionales como no tradicionales, demuestra que en Bolivia no existe neutralidad impositiva y que el principio de no exportar impuestos se incumple sistemáticamente.
INVERSIÓN. En busca de inversión extranjera. El propio presidente Evo Morales se ha puesto en la tarea de convencer a los ejecutivos de algunas grandes compañías internacionales de que Bolivia es un país confiable y con oportunidades y atractivos para la inversión extranjera, especialmente en energía y minería. Ése es precisamente el objetivo del evento en Nueva York “Inversión en la nueva Bolivia”, organizado por el Gobierno boliviano, con el apoyo del Financial Times y otros grupos de cabilderos.
La iniciativa es encomiable, qué duda cabe. Pero también constituye un desafío enorme, habida cuenta la caída en picada de los precios de las materias primas, la desaceleración de la economía china, la lenta recuperación de los países desarrollados y la perspectiva de una subida de las tasas de interés en Estados Unidos. En un entorno externo mucho menos atractivo para la inversión extranjera, la tendencia actual es más bien de contracción de las inversiones en América Latina.
“Vender” la idea de una Bolivia en la que vale la pena invertir, choca con la realidad de un país que durante varios años ha desalentado la inversión extranjera y ha generado desconfianza, por un ambiente de incertidumbre en las reglas de juego y la falta de garantías para el capital.
Precisamente, por ello, una señal positiva sería poner freno a la asfixiante presión tributaria y fiscalizadora sobre las empresas y, a la vez, acelerar la devolución de Cedeim, de forma tal que puedan disponer de la liquidez financiera para acometer los proyectos de inversión que se reclama del sector privado.