Bolivia, un país de mujeres invisibles y rebeldes
La presencia femenina en la historia de Bolivia está marcada por una lucha, incluso silenciosa, en favor de sus derechos y la modernidad de la nación.
En 1826, cuando la primera Asamblea Constituyente redactó las bases para el funcionamiento del nuevo Estado, los debates sobre la ciudadanía estaban marcados por el pensamiento liberal de la época. Se debatió la incorporación de los indígenas a la naciente bolivianidad, pero sobre el papel de las mujeres no se dijo nada. El contenido de esa Carta Magna (noviembre de 1826), el certificado de nacimiento de la nueva nación, refleja esta ausencia.
Ese texto primigenio precisa que “para ser ciudadano boliviano (…) será necesario estar casado o tener más de 20 años”, una renta y un empleo. También condiciona la ciudadanía al hecho de saber leer y escribir, este último requisito aplicable solo a partir de 1836. El espíritu de estas condiciones para ejercer la ciudadanía continuó en la Constitución de 1880.
“Con relación a este periodo se puede decir que la sociedad patriarcal no se modificó con la independencia de Bolivia. A través de la figura de la patria potestad y de la ciudadanía, los hombres tenían el poder en el ámbito público y el dominio sobre su esposa y sus hijos en el ámbito privado”, afirmó la historiadora María Luisa Soux en contacto con Animal Político.
De hecho, Soux y su colega Ana María Lema presentaron el estudio Mujeres en la historia boliviana, siglos XIX y XX: de la invisibilización a la lucha por la equidad e igualdad (2017) que muestra el papel que jugaron en la construcción del país las rupturas y transgresiones al orden impuesto.
El trabajo, que toma como base estudios de los últimos 20 años y fuentes primarias, alerta sobre “una tensión permanente entre sistema patriarcal que se niega de diversas maneras a ceder su poder y una lenta y a veces oculta fuerza por parte de las mujeres para lograr quebrar, de forma casi imperceptible, a ese poder que las sojuzga e invisibiliza”. Por eso, Soux prefiere no hablar de las mujeres “como protagonistas”, pues en tono reflexivo proyecta sus acciones hacia un proceso de emancipación incluso que ya en el siglo XXI se ve ensombrecido por la violencia de género. “Hablar de protagonismo ya dirige el tema hacia acciones que, debido a las características de una sociedad patriarcal, no corresponden claramente a lo que ocurría. Indudablemente se puede hacer una sucesión histórica de personajes que participaron en acciones púbicas; sin embargo, siempre estuvieron supeditadas a la acción masculina”, apuntó.
“Las mujeres fueron invisibilizadas injustamente durante los primeros años de la vida de Bolivia”, dijo el historiador Luis Oporto, quien en la actualidad dirige el archivo de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
LUCHAS. Entre los levantamientos contra la colonia española y la posterior lucha por la independencia aparece la figura de Bartolina Sisa (1781), quien junto a Túpac Katari lideraron el cerco a La Paz. La actuación de Sisa se caracterizó por su gran capacidad de organización y el control de los bienes, la alimentación y la logística, señala el estudio de Soux y Lema.
La hermana menor de Katari, Gregoria Apaza, también se destacó por organizar las tropas en El Alto y Sorata junto con el coronel quechua Andrés Túpac Amaru y por administrar los bienes. En la Guerra de la Independencia aparece Juana Azurduy de Padilla, cuyo aporte tampoco se menciona en la constitución del nuevo país. En este periodo aparecen las heroínas de la Coronilla que dieron una lección de resistencia ante los pertrechados soldados españoles, el 27 de mayo de 1812 en Cochabamba.
En esa época emancipatoria también sale a la luz la paceña Vicenta Juaristi Eguino que puso sus bienes al servicio de la Revolución del 16 de julio de 1809. La heroína nacional junto a Úrzula Goyzueta y Simona Manzaneda son referentes de las luchas libertarias contra la corona.
Lema y Soux afirman que muchas mujeres se convirtieron en heroínas en tanto asumieron papeles masculinos uniéndose a las tropas rebeldes, portando armas, financiando luchas o encabezando enfrentamientos.
REPÚBLICA. En el documento se especifica que el país enfrentó varias guerras con los países vecinos. En la Guerra del Pacífico (1879-1883), la participación femenina se visibilizó cuando Genoveva Ríos, a sus 14 años, protegió la bandera boliviana o cuando la cruceña Ignacia Zeballos Taborga fue a combatir contra los chilenos llevando el uniforme de su marido.
Pese a que algunas mujeres son recordadas por su desempeño patriótico, Soux explicó que en el primer periodo de la república no eran consideradas “ciudadanas” y no podían participar en el ámbito público, tomar decisiones sobre su cuerpo, su patrimonio, sus hijos y menos sobre su salud y educación. Ante esto, algunas buscaron hacerlo indirectamente mediante redes familiares y clientelares.
Una de las primeras trincheras de lucha se desarrolló especialmente en el ámbito de la educación. Allí, las escritoras Juana Manuela Gorriti, Modesta Sanjinés y Adela Zamudio se destacaron en actividades intelectuales. Zamudio fue considerada la precursora del pensamiento feminista que continuó con la creación del Centro Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro (Feminiflor).
Oporto, quien publicó en 2001 el estudio Las mujeres en la historia de Bolivia. Imágenes y realidades del Siglo XX (1900-1950), precisó en una conversación con este suplemento que la labor de las mujeres, especialmente en las tareas de la minería de comienzos de pasada centuria, estuvo vinculada a tareas muy especializadas y a soportar el peso de sus familias en escenario en el que los trabajadores habían asumido rápidamente una conciencia de clase y de organización sindical que aún repercute en la formación política del país.
De hecho, Soux halló esta peculiaridad incluso durante el siglo XIX. “Como las mujeres no eran ciudadanas no podían participar directamente en el ámbito público. Por esta razón, algunas de ellas buscaron hacerlo de forma indirecta a través de redes familiares. Un caso es el de Bernardina Mango, excacique de Laja, quien dejó el cargo luego de la supresión de los cacicazgos y tampoco podía ser ciudadana. A través de sus redes sociales y familiares siguió manejando las redes de poder local en su pueblo”, manifestó la historiadora.
Estas formas de construcción social aún perduran en la actualidad, aunque como parte de un camino de emancipación que también tuvo que romper con las barreras que impedían a las mujeres ejercer cargos políticos. Las elecciones municipales de 1947 y 1949 fueron los primeros procesos en los que se autorizó a las mujeres alfabetizadas poder votar y ser candidatas para ser concejalas.
Ese paso se consolidó tras la Revolución de 1952, cuando se aprobó el voto universal. A pesar del hito, Soux apuntó que entre 1952 y 1980 “existe un vacío de acciones políticas de las mujeres con relación a su propia participación” y si lo hacían fue como luchadoras sociales, por ejemplo la huelga de hambre que protagonizaron Luzmila Pimentel, Nelly Paniagua, Aurora Lora y Angélica de Flores en 1977 contra la dictadura de Hugo Banzer.
En este periodo, Alcira Espinoza se convierte en la primera ministra (1969) y más adelante Lidia Gueiler es la primera presidenta de Bolivia (1979), mientras que dos décadas más tarde Ana María Romero pone en marcha la Defensoría del Pueblo (1998).
DESAFÍOS. La socióloga y musicóloga Jenny Cárdenas fue la primera mujer que dirigió una banda militar de música. Ella valoró la participación de las mujeres en la política, aunque exteriorizó su preocupación por la violencia.
“Se ha superado la idea de la mujer marginada”, dijo, pero recordó que este momento es fruto de una larga lucha de decenas de mujeres, organizaciones y ONG como el Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza y la Coordinadora de la Mujer, entre otras. Agregó que otra meta será el “derecho a interrumpir el embarazo” y poder decidir si se realiza esta práctica, la cual debe efectuarse en “completa libertad”.