Para salvar a Evo hubo mucha generosidad de muchos
Serrano, autor del libro testimonial ‘Evo Operación rescate. Una trama geopolítica en 365 días’
El punto sobre la i
Como dice, él vivió “en primera persona” la salida del expresidente Evo Morales de Bolivia, tras su derrocamiento el 10 de noviembre de 2019. Alfredo Serrano Mancilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), hace poco publicó el libro Evo Operación rescate. Una trama geopolítica en 365 días (Buenos Aires, Argentina. Sudamericana, 2021). A diferencia de otros textos que se han escrito sobre el tema, este acaso sea el testimonio que el autor casi estaba obligado a dar, como el testigo de un caso que ante el fiscal debe declarar, como dicen los abogados, “todo lo que ha visto y que le consta”. Es más, en este caso, ya no declararía como testigo, sino, como diría un fiscal, en su “calidad de sindicado”. Y es que él ayudó en la salida de Morales del país; por eso, se esté o no de acuerdo con el pensamiento de Serrano, para la historia, su texto es invaluable.
— ¿Cómo empieza esta historia?
— El domingo 10 de noviembre en la noche, ya cuando Evo había renunciado, me llamó Álvaro García. Y así empieza el libro, literalmente; lo que dice Álvaro [lee el libro]: “Estamos en el monte, muy adentro, debemos salvar la vida de Evo; él no quería salir del país, pero ha entendido que no le queda otra opción; debemos cuidar su vida y la del proceso de cambio en Bolivia. Por favor, hermano, haz todo lo que puedas para poder ver cómo sacamos a Evo de acá, vivo”. Yo le digo que vamos a intentarlo y llamo a Alberto Fernández [entonces presidente electo de Argentina], y él me dice vamos a intentarlo a través del presidente argentino [Mauricio Macri]; a ver si es posible mandar un avión para ir a buscar a Evo; pero a sabiendas que era difícil. Después, me llama y dice: “Evidentemente lo de Macri ha sido denegado; no ha querido ayudar humanitariamente a Evo Morales”.
— Había pocas opciones.
— El presidente Fernández me dice: “Vamos a intentar una segunda cuestión, el gobierno paraguayo; yo tengo una buena relación con el presidente [Mario] Abdo”. Y yo le dije que puedo intentar con el gobierno mexicano, dado que horas antes estuve con el vicecanciller mexicano para América Latina. Veinte minutos después tuvimos respuesta positiva de ambos gobiernos. A pesar de que el gobierno paraguayo ideológicamente es distinto al de Evo Morales, el presidente Abdo aceptó de buena gana poner un avión para humanitariamente ayudar a rescatar la vida de Evo.
— ¿Cómo se decidió México?
— Devolví la llamada a Álvaro y Evo para consultarles cuál de las dos opciones querían, la paraguaya o la mexicana. Evo decidió por la mexicana. — Hay la versión aquí de que para el gobierno transitorio lo mejor era tener lo más lejos posible a Evo; que por eso, se dice, se le facilitó la salida del país; como que se le salvó la vida, incluso.
— Yo viví en primera persona todo esto. Fue sumamente complicado.
Tanto fue así que el avión mexicano hizo un primer intento y las torres de control bolivianas, ya bajo el golpe de Estado, no permiten que entre el primer avión, aduciendo cuestiones administrativas, y el avión tiene que retornar a Lima. No solo eso. El avión [mexicano], ya en el aeropuerto de Chimoré, tiene una grandísima dificultad para despegar y salir de Chimoré a Asunción del Paraguay, teniendo todos los permisos aéreos. En el fondo, los dejar ir, porque el golpe de Estado sabe que si no los dejaban ir en ese momento, hubiera habido una masacre en el mismo aeropuerto, que no hubiera tenido parangón en la historia latinoamericana, porque había muchísima gente acompañando a Evo, Álvaro y Gabriela [Montaño] en el aeropuerto; y no se iban a ir de allá hasta que el avión despegara; eran miles. Esto explica que lo dejaran ir, porque lo que querían era tener a Evo Morales muerto.
— Hay una circunstancia que cuentas: había que calcular el tiempo que Evo y Álvaro tenían para llegar al aeropuerto y directo subir al avión.
— Sí. Yo le escribí a Álvaro García que teníamos que calcular que había una hora y 36 minutos de vuelo del avión desde Lima hasta Chimoré, y que ese era el tiempo exacto en el que ellos tenían que desplazarse desde el lugar donde estaban hasta el lugar del avión; no podían estar esperando en el aeropuerto como personas normales porque la situación no era normal. Y, efectivamente, en el primer intento fallido, cuando nos avisan que el avión no ha podido entrar en Bolivia y tiene que regresar a Lima, yo vuelvo a mensajear a Álvaro para decirles que por favor retrocedan inmediatamente, porque el avión no va a llegar… Por eso yo digo que todo parece de película, parece que el libro es una novela de intriga, pero es que ocurrió así, literalmente.
— De esas circunstancias han debido haber muchísimas.
— Hubo miles. Una es el momento en que yo le pregunto a Álvaro si tienen pasaportes, cuando estamos preparando el operativo, y Álvaro se ríe, por no llorar, como diciendo “Alfredo, no; hemos salido con lo puesto y jamás pensábamos que teníamos que salir del país”. Esa era una dificultad añadida. O cuando en un momento determinado Evo ya estaba en la lista de Interpol Alerta Azul, que había puesto el ministro [Arturo] Murillo; recuerdo que había mucha tensión porque él tenía que viajar a Argentina, quería estar allí, más cerca de Bolivia. Tuvimos que consultar incluso a Rafael Correa, por la experiencia que él tenía de haber sido perseguido, y recuerdo este tipo de casi conversaciones surrealistas de dos expresidentes perseguidos, poniendo el conocimiento jurídico internacional respecto a este caso. O cuando llegamos a la Quinta de Olivos [la residencia presidencial argentina] a ver al presidente Fernández, ya asumido; íbamos en un coche absolutamente pequeño, parecíamos casi repartidores de pizza. Otra anécdota fue de la mujer que se va de la casa el primer mes de la estancia de Evo en Argentina, solo con el propósito de alojar a Evo, por generosidad; en el barrio Colegiales. Cuando la gente decía que Evo había comprado la casa, un montón de especulaciones falsas. Yo creo que hubo mucha generosidad por parte de mucha gente en Argentina, en México, en América Latina, para dar una lección de que no hay tanta gente mala en el mundo, sino que hay mucha gente solidaria. Esa es una de las cuestiones más lindas que voy narrando en el libro.
— Parece que en Asunción, creo, para salir les pidieron que paguen el combustible del avión en cash, efectivo, 5.000 dólares.
— Eso pasó en Lima. Allí sentimos que algo estaba pasando. El chico mexicano civil que iba en el avión nos avisa que están poniendo muchas zancadillas y obstáculos, y en un momento determinado, las autoridades aeroportuarias nos dicen que había que pagar en cash, en efectivo, el repostaje del combustible. El embajador de México en Perú tuvo que hacer lo inimaginable, volver a la ciudad, volver a la embajada, buscar ese efectivo, para poder pagar el combustible, de una manera surrealista en el siglo XXI.
— Parecería que ya en México todo estaba resuelto, Evo y los demás a salvo, pero no, temían por su seguridad; temor por el viaje a Argentina.
— Nosotros teníamos mucho miedo, porque se había puesto precio a la vida de Evo, incluso, el gobierno mexicano, por seguridad, los primeros días le alojó en un lugar militar. Y en el viaje a Argentina, Evo quería volar normal, en vuelo comercial. Había muchas especulaciones, cada quien decía una barbaridad mayor, que el vuelo venía de Corea del Norte, de Venezuela, de Cuba. Pero él voló en vuelo comercial, en Aeroméxico, de hecho, en el libro está el pasaje. Él se sentó en zona económica, acompañado de tres personas, no más, entre ellas Gabriela Montaño. Él llegó a Argentina en un vuelo comercial, en un avión repleto de gente normal.
— En Argentina, hay un hecho que como Celag les tocó ver de cerca: la elección de octubre de 2020, con Luis Arce como candidato del MAS, el tema del conteo rápido. Como sabes, en Bolivia estábamos como a oscuras, apenas un día antes se anunció la suspensión del conteo rápido del Tribunal Electoral. Las encuestas de intención de voto daban casi un empate entre el MAS y Comunidad Ciudadana.
— Sí. Nosotros, como Celag, tenemos una experticia en sistemas de conteo electoral rápido y dado el precedente de 2019, cuando la OEA con sus informes preliminares cometió tanto atropello a la democracia, queríamos acompañar precisamente para tener números propios esa noche, más cuando, como dices, de una manera insospechada el día anterior se eliminó el conteo preliminar. Había un equipo de trabajo de la propia candidatura de Luis Arce que iba a tener un procedimiento y nosotros lo que queríamos era complementar con un sistema que ya lo habíamos probado en muchos países, para tener datos propios de las mesas, una muestra amplia muy clara que es infalible. Esa noche teníamos un equipo de 15 personas trabajando, íbamos mirando cada corte con lupa, y lo íbamos comunicando al propio Luis Arce, a Evo Morales, a Alberto Fernández, que estaba muy preocupado, cómo iban dándose esos cortes, y efectivamente cuando nosotros vimos la evolución de esos números, estábamos muy tranquilos; acuérdate que esa noche tampoco salieron las consultoras en boca de urna, no dieron en la hora prevista, tardaron tres o cuatro horas en dar los números. Nosotros teníamos la tranquilidad de que estadísticamente, con el sistema nuestro, sabíamos sí o sí que la victoria estaba garantizada en primera vuelta por goleada; eso lo vimos desde el primer minuto, y le íbamos comunicando al vocero de la campaña, Sebastián Michel, al candidato Luis Arce, a María Nela Prada. Luego salió la primera consultora en boca de urna, tardíamente, a corroborar lo que nosotros habíamos dicho internamente un par o tres horas antes.
— Cuentas en el libro que ustedes tenían el resultado 47-28-14 (MAS-CC-Creemos).
— Era, y lo explico en el libro, porque no entraban los datos de Potosí; dependemos de los testigos electorales, pero hubo un problema allí que los datos de Potosí no terminaban de llegar, tampoco llegaban los datos del extranjero; pero aun con eso veíamos que no había manera de dar marcha atrás esa victoria.
— Nadie, al parecer, esperaba un resultado así, la diferencia entre el MAS y Comunidad Ciudadana.
— Sí, no había una expectativa de un triunfo tan abrumador; los que más, esperaban una victoria en primera vuelta, más bien por la mínima. Al final es una lección: la ciudadanía boliviana no solo votó a favor del proyecto de Luis Arce, del proyecto de cambio, sino también votó en contra de un golpe de Estado, contra una manera de hacer política.
— ¿Qué recuerdas del retorno de Evo Morales a Bolivia?
— La última vez que lo vi, en Buenos Aires, Evo era otra cara; la cara se le había transformado, de felicidad, de contento; lo mismo a Álvaro.
— Esté uno de acuerdo o no con el MAS, no deja de sorprender que un partido echado del poder un año antes luego vuelva con 55%…
— Sí, efectivamente, creo que es una lección para toda América Latina; un golpe de Estado no asesina, no aniquila una forma de pensar políticamente; la ciudadanía boliviana mayoritariamente hoy día no quiere el modelo neoliberal, quiere el proceso de cambio, seguramente con sus críticas. Pero aun con eso, porque así es la vida, es un hecho muy poco usual, después de un golpe de Estado, retomar la democracia tan rápido, con 55% dice mucho de lo sólido del proceso de cambio.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón.