La CPE Chilena debía ser desde abajo, pero será desde arriba
Imagen: RODWY CAZÓN
El historiador, especialista en la relación bolivianochilena, de visita en el país, da luces sobre el proceso constituyente del país hermano
Imagen: RODWY CAZÓN
Para Bolivia tiene especial interés conocer el proceso constituyente chileno; he aquí una necesaria reflexión crítica.
El punto sobre la i
La CPE Chilena debía ser desde abajo, pero será desde arriba
El 4 de septiembre, por voto obligado, Chile decide si aprueba o rechaza su nueva Constitución. Un proceso tan esperanzador para la mayoría tiende a convertirse una criatura de la minoría, desliza el historiador chileno Máximo Quitral, un especialista, además, de la compleja y, va mostrando con su trabajo, no siempre entendida relación boliviano-chilena. Quitral es crítico —como se debe ser, además— con el proceso constituyente en su país. Con todo lo que hizo la Convención Constituyente, lo que en realidad hace falta en Chile, dice, es una Asamblea Constituyente.
—Es curioso que antes del referendo, el gobierno de Boric haya anunciado cinco cambios a la nueva Constitución, si es que se aprueba. ¿Qué significa eso?
—Significa que los partidos políticos que nos llevaron a la crisis de 2019 se están apropiando de un proceso político que le correspondía a la ciudadanía movilizada. Es un error que se planteen esos cambios, porque finalmente estás deslegitimando el proceso constituyente, y también estás dejando fuera a los convencionales, que creyeron en este proceso y que interpretaban a la ciudadanía movilizada, aunque con el paso del tiempo también ahí hubo algunos errores, como el encapsulamiento profundo de la convención, desatendiéndose las exigencias del 18 de octubre de 2019. Ahora, la actitud del Gobierno responde a una preocupación por una derrota electoral, que es muy posible, frente al rechazo.
—¿Cuánto de mediática es la supremacía del rechazo, la que se ve en las encuestas?
—Hay un juego mediático importante, las redes sociales juegan un rol clave, pero creo que también la Convención y el propio Gobierno han contribuido a que la gente perciba que el texto (del proyecto de Constitución) no es atingente a la realidad social. Ahí hay un problema, porque ese encapsulamiento en que cayó la Convención le ha provocado un daño para dar una salida política a la crisis que tiene Chile en esa dirección. Efectivamente, hay (en el rechazo) mucho del uso de las redes sociales, pero convengamos en que no es que el rechazo esté muy presente en las calles, creo que no ha cohesionado mucho su discurso; se está aprovechando de la desorientación o cruce de palabras que han tenido algunas figuras del Apruebo. Pero el rechazo tampoco está ofreciendo un camino claro, directo, de lo que puede pasar después del plebiscito.
—La plurinacionalidad. Éste es uno de los puntos que Boric está anunciando que cambiará, que lo limitará.
—Es un tema interesante, que tampoco se ha debatido con la altura y seriedad que corresponde, porque la opinión pública, la ciudadanía, tiene que entender qué es la plurinacionalidad. No basta con colocarla en la nueva Constitución, cuando tienes militarizada la zona donde están los mapuches, esa es una contradicción política e ideológica, no tiene sentido; por tanto, ¿cuál es el compromiso real de la plurinacionalidad? ¿Es para dejar contento a un grupo en específico, o hay un convencimiento político, ideológico de que sí somos una nación plurinacional? Éste es el tema, por tanto, si no hay un proceso educativo al respecto, difícilmente la ciudadanía va a defender lo que es la plurinacionalidad. Además de que tiene que ser una plurinacionalidad adecuada a la realidad local. Tú no puedes pensar en una plurinacionalidad latinoamericana, o boliviana; son realidades muy distintas. Fue muy apresurado y no se trabajó como corresponde. El proceso constituyente no lo podemos desligar del 18 de octubre de 2019, y ahí posiblemente la plurinacionalidad no va a ser bien entendida por la opinión pública, porque no hay un mensaje claro, un trabajo, una orientación, una educación al respecto, para decir que efectivamente formamos parte de este tronco histórico. Es un concepto que va quedar en el papel, pero en la práctica no se hará carne de lo que puede significar la plurinacionalidad para nuestro país.
—Siempre dijiste que Chile se desarrolló de espaldas a Latinoamérica. En el proyecto de Constitución se dice que la región ahora para Chile es de primer orden.
—Ahí hay una mirada interesante de volver a reencontrarse con América Latina. Chile cometió el grave error de fortalecer lazos económicos con otras naciones y desligarse de lo político en América Latina, y hoy hay que volver a eso. Pero, ¿cómo vamos hacerlo, cuáles van a ser los puntos de comunión con el resto de los países latinoamericanos? ¿Cuestiones pendientes desde el punto de vista político, geopolítico, proyectos en común, desarrollo de la región?; no basta decir que formamos parte de América Latina sin un proyecto latinoamericano. Es un tema pendiente en nuestro país.
—Parece una cuestión menor, pero el proyecto también habla de impulsar la integración de los pueblos transfronterizos.
—Son aspectos interesantes. El punto es, insisto, cómo esa propuesta que está presente en la nueva Constitución le hace sentido a la opinión pública; no puede ser una idea que quede circunscrita a un grupo específico, porque no vota sólo ese grupo, vota un grupo mucho más amplio; por tanto, tienes que ser capaz de convencer que ese camino es muy interesante.
—Esto parece más para el norte de Chile.
—Justamente. No es lo mismo plantear esta ‘integración de los pueblos’, por decirlo así, en Santiago de Chile que plantearlo en el norte. Evidentemente que en el norte de nuestro país, Arica, Iquique, hace sentido esa propuesta de integración, pero ¿qué pasa en Santiago? No se entiende, no lo entiende la ciudad de Santiago. Hay temas importantes que hay que discutir para que la sociedad civil los internalice: integración de los pueblos, la plurinacionalidad, cuestiones que requieren un tratamiento distinto, y ahí no veo a convencionales trabajando en esa materia. No sé por qué razón; tal vez puede ser la temporalidad de la nueva Constitución, o sea, que un año (que duró su elaboración) es un tiempo insuficiente para que estos conceptos hayan sido asumidos, entendidos o comprendidos por un importante grueso de la población que en el plebiscito de salida va tomar una decisión a partir de estos conceptos que posiblemente no los entienda y, lo que es peor, no los quiera entender.
—En el texto se habla de construir un Estado Social de Derecho, ¿cuán viable es esto dado el avance en servicios que ha tenido Chile aún con el neoliberalismo?
—El discurso que han construido opositores a la nueva Constitución es que se va producir una transformación tan grande de lo que ha tenido Chile en el último tiempo, que eso puede provocar un problema mayor en la ciudadanía. Claramente Chile tiene que avanzar en mayores derechos sociales. ¿Por qué estamos acá discutiendo? Porque hubo una revuelta popular, que lo que hizo fue exponer lo excluyente que había sido el proyecto económico en nuestro país. Ahora, la gran pregunta es cómo vamos a financiar esos derechos sociales. Uno hubiese esperado que en esta nueva Constitución, como lo hizo Bolivia, que los recursos naturales estuvieran en manos del Estado, y desde ahí fortalecer las áreas debilitadas. Lamentablemente eso no ocurrió. La gran incógnita es cómo vamos a resolver eso, ¿con reforma tributaria, aumentar un poquito el royalty, más impuestos?
—Aquí viene un tema de siempre, los grandes intereses. Si Bolivia pudo avanzar en su reforma es por las nacionalizaciones, se empoderó el Estado. Allí no ocurre lo mismo.
—No, no pasó lo mismo. Se hizo público, se ha denunciado, que lamentablemente los recursos naturales van a seguir en propiedad de los grandes capitales; y eso es un error, por las urgencias que requiere nuestro país. Chile posee bastantes riquezas, pero que están mal administradas y que están en manos de grupos transnacionales. Ahí hay un pecado: en la medida en que los recursos naturales sigan concentrados en pequeños grupos, los derechos sociales serán relegados nuevamente, y eso provocará el problema político de cómo resolver los temas que han sido postergados.
—Boric ha dicho que si gana el Rechazo, se volverá a iniciar el proceso constituyente; el problema es que habrá fracasado un proceso histórico, penoso…
—Penoso. Yo no veo tan descabellado, si gana el Rechazo, abrir de nuevo un proceso constituyente; sería lo lógico, porque la gente quiere un cambio, una nueva sociedad, que sus condiciones sociales mejoren, y que no ve que en lo inmediato eso se esté resolviendo. El punto es qué proceso político vas a abrir, ¿un proceso similar al que tuvimos o te la vas a jugar derechamente por una Asamblea Constituyente? Ésta es la gran interrogante. Obviamente que los grupos de poder, los partidos hegemónicos no van a querer la Asamblea Constituyente porque eso… perdón, ‘Asamblea Constituyente libre y soberana’, no lo van a querer porque eso significa perder sus privilegios; eso es la Asamblea Constituyente, y que responda a la realidad local. Ahora, si vamos a abrir un nuevo proceso constituyente tibio, que esté mirando a los partidos y le dé la espalda a la ciudadanía, no es conveniente. Porque, cuando se votó por el proceso constituyente, se quería una Convención, y no una Convención mixta, donde estuvieran los partidos; finalmente, ¿qué es lo que está ocurriendo? Que el proceso constituyente original se está convirtiendo en una Convención mixta, justamente lo que la ciudadanía no quería.
—Aquí algunos teníamos la idea de que la Convención chilena era algo más técnico, mejor pensado que incluso una Asamblea Constituyente…
—El gran problema que cometió la Convención es haberse encapsulado demasiado, y no haber conectado el debate político con la ciudadanía; fue un debate interno, con los partidos, y desconectaron a la ciudadanía; lo que la Convención tenía que haber hecho era representar, encarnar la revuelta de 2019, eso era la convención, pero terminó siendo otra cosa.
—Estamos a dos semanas del referendo. ¿Qué pasará al día siguiente?
—Algunos grupos de izquierda, personalidades independientes del resultado van a seguir presionando por transformaciones sociales; si triunfa el Rechazo, esas presiones van a ser mucho más profundas que con el Apruebo, pero van a seguir porque hay muchas cosas pendientes en nuestro país. Lo otro es que la diferencia entre uno y otro no va ser tan estrecha, va ser importante y hay temor en los sectores del Apruebo de que puedan sufrir una derrota, más allá de lo que puedan marcar las encuestas; encuestas que durante el proceso electoral presidencial acertaron, por tanto yo no las miraría con tanta distancia.
—El esfuerzo del cambio, de la mejora de lo que venga seguirá, pase lo que pase.
—Sí. Lo que pasa es que los sectores movilizados tienen que hacerlo. En este momento hay presos políticos de la revuelta. La Convención al inicio dijo que no podía funcionar el proceso constituyente si habían presos políticos, a la fecha todavía los tenemos; entonces, hay contradicciones muy severas y profundas. Mientras tengamos a los mapuches movilizados, cuestiones medioambientales o los presos políticos de la revuelta en la misma condición que ahora, la crisis política en Chile no se va resolver. ¿Quién se va hacer cargo de eso?, es una gran pregunta que hay que hacerse también.
—El 4 de septiembre…
—Yo creo que es un principio de algo, de lo que va ocurrir, Van a quedar cosas muy pendientes. Porque, otro punto importante: gran parte de las normas instaladas en la nueva Constitución tienen que ser debatidas en el congreso, es decir, que el resultado o la discusión final no va ser de la ciudadanía, va ser de los partidos políticos, por tanto, las fuerzas de poder que están hoy insertas en el congreso son quienes van a determinar el grado de profundidad de algunas normas. Entonces, te das cuenta que al final, el proceso que debía ser desde abajo, va estar concentrado arriba, y eso puede provocar un problema.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón.