La degradación del debate político
Imagen: apg
La degradación del debate político
Imagen: apg
Reymi Ferreira y Luis Claros dan sus perspectivas sobre el vaciamiento argumentativo de la clase dirigente y el reemplazo de la palabra por los puños.
El punto sobre la i
Karl Marx decía que las cosas aparecen en la historia primero como tragedia y luego como farsa. Esta última semana, los “padres de la patria”, congregados en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), por lo visto han optado por darle una vuelta al precepto planteado por el economista y filósofo alemán: comenzaron zapateando el piso, farsanteando como en un encuentro de tinku, y acabaron empujando la disputa política hacia una resolución que pudo ser dramática para el país. Con ánimo de hacerse daño entre ellos, los diputados estaban poniendo en riesgo una serie de créditos necesarios para diversos proyectos.
Con todo, el lamentable espectáculo que brindaron los parlamentarios, transmitido en vivo para el país y el mundo, no comenzó ayer ni tiene visos de acabar mañana. Las cosas ya venían mal desde mucho antes, con la discusión cada vez más reducida a consignas binarias. El conflicto interno al interior del oficialismo nacional acabó por borrar los últimos resabios de mesura. Hoy es el tiempo de los tambores tribales, de la pelea torpe y desnuda, de la fantochada.
Pero, entonces, ¿por qué? ¿Qué está pasando con la clase política nacional para que se muestre tan alegremente atrevida y soez? Conversamos al respecto con el abogado y exministro Reymi Ferreira, también con el economista y filósofo Luis Claros.
El primer punto a considerar es el rol de los intelectuales en los procesos políticos y en la explicación crítica del devenir histórico. Esto es algo cada vez más disminuido en Bolivia. Lejos estamos de aquellos tiempos intensos en que grupos de reflexión, como Comuna o Santa Cruz Somos Todos, proponían ideas.
En criterio de Luis Claros, “una de las funciones que tienen los intelectuales, sobre todo en el terreno teórico, político y social, tiene que ser la complejización. Si hay un lujo que no se pueden dar los intelectuales y que, lastimosamente, a veces se dan, es la simplificación. Tenemos una larga tradición teórica que tiende a simplificar de manera polar la realidad política, a pensar en términos antagónicos. Aquello tiende a simplificar las típicas narrativas bien versus mal, salvación versus infierno, etcétera. Lo que hacen justamente es simplificar de manera sustancial procesos mucho más complejos. El intelectual es más bien quien, lejos de acelerarse y sumarse esas simplificaciones que usualmente provienen del discurso político, tiene que meter pausa, poner frenos, tiene que tratar de dar un panorama más amplio, pero justamente lleno de matices y dar cuenta de las sutilezas y de las contingencias en la realidad mediante las cuales articulamos sentido socialmente”.
Por su parte, Reymi Ferreira sostiene que “los intelectuales en una organización política es lo que hace la diferencia entre un partido político y una banda de camorreros, una banda de boxeadores, porque son los que finalmente plantean la idea y la acción programática de cualquier organización política. Si no serían el apenas un grupo aglutinado en torno a la búsqueda del control y del poder político, sin sentido y sin una razón, Y eso no importa de qué bando se trate, del partido, ya sea de vocación revolucionaria, de izquierda o derecha. No es posible pensar que no haya componentes intelectuales en las expresiones políticas. Incluso en las dictaduras más feroces contaron con gente, a la que de todos modos vamos a llamar intelectuales, que trabajaban los decretos, planteaban el discurso, les escriban los mensajes a los generales. También hemos tenido épocas de oro en el Parlamento, con diputados como Marcelo Quiroga, José Fellman Velarde, Guillermo Bedregal y otros. Era gente con aportes, que podían al mismo tiempo que plantear un programa político, plantear una interpelación. Y eso creo que notoriamente está ausente en esta legislatura. No hablo de un partido en particular, hablo de lo general. Me parece que el requisito para estar en la Cámara Legislativa hoy es saber pelear bien. Son personas que pelean, se boxean, insultan. Bueno, ese es el nivel al que estamos llegando. Es un nivel de desorientación. Creo que parte de la crisis que estamos viviendo en este periodo del proceso del Estado plurinacional”.
Devenir
Ahora bien, las cosas en política siempre tienen una historia. El economista y filósofo hace un recorrido sobre la evolución del debate en los últimos años hasta llegar al presente.
“Hubo una suerte de ciclo ascendente en la labor intelectual diversificada, sobre todo en lo que llega a principios del siglo XXI, durante la primera década y todo lo que tiene que ver con el proceso constituyente. Está motivada porque es un periodo de producción y de contraposición de proyectos. Estamos hablando de proyectos sociales sustanciales. Es decir, desde la impugnación, por ejemplo, concentrada claramente hacia las formas de democracia liberal que, más que generar democracia, terminaban reduciendo los escenarios y los movimientos de democratización. Hay una impugnación y hay el intento de producir, de pensar o de alimentar y brindar espacios a otras formas de construcción democrática. En ese sentido, van a haber varios frentes, que ya estaban presentes, pero van a tener más espacios. Por ejemplo, cierta reactivación un poco más tardía del movimiento de los pensadores indianistas. Lo que vemos luego es un periodo más, ya no de producción de un nuevo orden social, que obviamente tiene uno de sus lugares en la constituyente, sino de gestión y administración del orden. Y ahí es donde empieza el declive. O sea, ya no es la producción del orden, sino la gestión de un orden ya constituido, instituido. Obviamente interpelado, debatido, lo que sea. Pero eso hace, creo, que en parte baje, digamos, el ritmo de producción intelectual y los temas del debate”, afirma Claros.
Prosigue y señala que “esto no sólo se manifiesta en los diseños o en la producción académica, también se manifiesta, como hemos podido ver, también hasta en los diseños de campaña. El MAS es un claro ejemplo, que va desde sus primeras campañas destinadas a la producción del proceso de cambio, incluyendo la terminología, la revolución democrático cultural, etcétera, hasta las últimas centradas básicamente en la preservación de los logros económicos, apuntando más a la gestión y administración del Estado. Entonces, de alguna manera, el terreno de debate bajó de intensidad y se reactivó momentáneamente con la crisis política de 2019, pero bajo formas demasiado polarizadas. Éstas, en lugar de enriquecer y volver otra vez a un momento de diversos ámbitos de interpretaciones de la realidad social, ha terminado igual, afectando el campo intelectual, el cual acaba igual, sufriendo una polarización y simplificación en su discurso. En general, diría que los intelectuales en cierto momento acompañaban una efervescencia de la discusión de un proyecto y luego hemos pasado a discusiones de baja intensidad, donde lo que está en juego es la administración del Estado, más que su refundación o reconstitución”.
Ferreira observa que, en los últimos años, “la parte violenta, la parte hormonal, es la que ha sustituido a la parte del razonamiento, que era lo que normalmente daban los profesionales en los gobiernos, en la oposición y en el oficialismo, y que se refleja también en el Órgano Legislativo y en todos los niveles, incluso en los niveles subnacionales. ¿Qué es lo que ocurre? Creo que es un tema de época, No nos olvidemos que en el momento de construcción de un proyecto alternativo ante un proyecto que decae es donde es muy útil la presencia de la clase intelectual. El esfuerzo teórico es el que debería estar trabajando a favor de la oposición hoy para presentar un proyecto alternativo, que es lo que no se ve. Entonces yo creo que por el tipo de crisis interna que tiene el MAS no estamos viendo análisis político, lo que estamos viendo es simplemente guerrilla, pugilato. Eso tampoco contribuye a la discusión. Porque no hay una crisis ideológica, en el fondo plantean ambas facciones del MAS no tiene gran diferencia. Ambos plantean mantener la presencia del Estado en la economía”.
También puede leer: Multipolaridad y fragmentación
“Lo que ha hecho el gobierno, en su lógica, es un esfuerzo técnico por la gestión, por mantener el proyecto sobre el andamiaje ideológico, institucional y teórico que está sustentado en un modelo bastante bien fundamentado. Hay un modelo social comunitario que tiene un análisis y que encarna un programa ideológico que es la Constitución Política del Estado. Ahí se nece si t a más parte técnica, que es lo que está pasando ahora, por lo menos con una parte del oficialismo. En el caso de la oposición, que es la que deberá plantearse, el paradigma seguir, el planteamiento alternativo con análisis de la economía, de la sociedad, del Estado, es lo que no hay. Y eso hace que el tecnicismo y la fuerza sean los que terminen dominando en los últimos tres años, eso es notorio. Ha habido un profundo descenso de la calidad de la política, que al mismo tiempo es un descenso en la calidad de la gobernabilidad y un descenso de la tolerancia”, puntualiza el exministro.
Oposiciones
Ahora bien, resulta evidente que el oficialismo está atravesado por una crisis interna en la que la reflexión ha pasado a un segundo plano. Esto abre una oportunidad para sus adversarios. Claros indica que “en líneas generales, los llamados sectores de oposición todavía no han podido trascender el espacio del discursivo que el MAS ha puesto. Por lo que se ve, son discursos de reacción, en realidad. Es decir, lo que hacen es reocupar parcialmente, simplemente invirtiendo las valoraciones, los planos discursivos que el MAS ha sentado, que ha concretado y que sigue siendo el actual. Está ahí como el horizonte de sentido en el cual todavía se mueven los discursos de la oposición, pero simplemente negándolo. De ahí, por ejemplo, que en cierto momento de 2019 se planteó la negación del Estado plurinacional, lo que demuestra llanamente una incomprensión profunda del proceso que ha llevado al mismo. Su intento discursivo fue el famoso retorno a la República. Todavía tienen la labor pendiente de construir un contenido para ver si a partir de ahí pueden generar un imaginario social lo suficientemente rico e interesante, donde las diversas demandas e insatisfacciones de diversos sectores puedan inscribirse. Pero en la medida en que tengan solo un discurso de reacción, la iniciativa la va a seguir teniendo el MAS. Así sea que el MAS ahora maneje retóricamente ese discurso y ya no avance en él. No hay un trabajo de política pública sustancial sobre ese horizonte. Creo que fue el primer gobierno del MAS el que avanzó sobre ese horizonte discursivo, de 2005 al 2009, luego fue mayormente un movimiento inercial. Pero ese sigue siendo el discursivo aún no superado. Así, por un lado, tenemos al MAS, que no avanza y se mueve por inercia, y por otro lado a la oposición, que simplemente actúa por reacción, sin generar un contenido propio”.
Ferreira tiene la idea de que “estamos frente a un fatalismo, porque una parte de la oposición quiere asumir el gobierno, en función a destruir y que no funcione el modelo, sin plantear algo nuevo. No sabemos en base a qué, porque nadie sabe qué va a plantear. Muchos dicen que estamos frente a un fin de ciclo, pero el tema es que un fin de ciclo antes de que ocurra en la realidad, ocurre primero en el mundo de las ideas y lo que no hay ahí es una alternativa a lo que estamos viviendo”.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político