Choferes piden a la Madre Tierra no llevarse vidas
Las ofrendas de los transportistas a la Pachamama se harán en las apachetas
La vía a Yungas, conocida como la carretera de la muerte, inspira respeto a los choferes que la transitan. Según sus creencias, agosto es un mes trágico, pues el número de accidentes con muerte se multiplica; lo atribuyen “al hambre que tiene la Pachamama”, por eso le preparan ofrendas especiales para saciarla al máximo.
“En agosto siempre hacemos dar una misa a la Pachamama en La Cumbre para que a todos los choferes de los Yungas nos vaya bien y no tengamos accidentes, ni muertos. Ese lugar es el inicio de la ruta que recorremos a diario, por eso el ritual es allí. El camino es riesgoso, de muchos vuelcos y choques”, dice el secretario general de Volantes a Yungas, Andrés Rondo.
La carretera La Paz-Yungas es considerada una de las vías más peligrosas del país. Sólo en el primer semestre de este año se registraron 57 muertos y 247 heridos en accidentes de tránsito. Esto motiva a los casi 1.000 conductores de Volantes a Yungas a preparar ofrendas abundantes para la Madre Tierra.
La mayoría opta por cumplir con el ritual en La Cumbre durante las primeras horas de hoy, por eso, desde esta madrugada la Pachamama recibió las primeras ofrendas en las que le piden protección.
Otro grupo de conductores se organiza para la segunda quincena de agosto y una última agrupación para la última semana del mes. Todos llevan una mesa con misterios (elementos) para invocar la suerte y la protección en los viajes, explica Rondo.
“En agosto, la Pachamama tiene abierta la boca y sabemos que hay más accidentes en las carreteras por este mes, por eso llevamos las ofrendas porque no queremos desgracias”, añade.
Costumbre. Pero no sólo es costumbre de los choferes de los Yungas ofrendar para pedir amparo, sino también de los miembros del transporte interdepartamental, que se reúnen en la apacheta (lugar para el ritual) de Warak’u, ubicada en el kilómetro 18 del camino hacia Oruro.
“En este sitio, los rituales los hacen los yatiris más famosos de La Paz; los choferes piden a la Pachamama que no les pase nada en los caminos. El rito dura cuatro horas, queman mesas, las cenizas las entierran en el mismo lugar y ch’allan los vehículos. Entre ellos se abrazan y se dicen jallalla, entonces ese vehículo es considerado protegido por la Pachamama”, detalla el antropólogo y director del Museo Nacional de Arte, Édgar Arandia.
La plaza Corazón de Jesús, en la Ceja de El Alto, es otra de las apachetas más concurridas, sobre todo por la población de esa urbe, que la considera un lugar sagrado para otorgar las wajtas (ofrendas) a la Pachamama.