Altiplano

I

El Altiplano es inmensurable como un recuerdo.
Piel de kirquincho, toca con sus
extremos las cuatro puntas del cielo,
sopla su densa brisa de bestia.

El Altiplano es resplandeciente como un acero.
Su soledad de luna, tambor de las
sublevaciones,
solfatara de las leyendas.

Pastoras de turbiones y pesares,
las vírgenes de la tierra alimentan la hoguera de la música.
Los hombres, en el metal de sus
cabellos,
asilan el caliente perfume de los combates.

Altiplano rayado de caminos y de tristeza
como palma del minero.

II

El Altiplano es frecuente como
el odio.

Ciega, de pronto, como una oleada de sangre.
El Altiplano duro de hielos
y donde el frío es azul como la piel de los muertos.

Sobre su lomo tatuado por las agujas ásperas del tiempo
los labradores aymaras, su propia tumba a cuestas,
con los fusiles y la honda le ahuyentan pájaros de luz a la noche.

La vida se les tiza de silencio en los fogones
mientras las lluvias inundan sus
huesos y el canto del jilguero.

III

Altiplano sin fronteras,
desplegado y violento como el fuego.

Sus charangos acentúan el color del infortunio.

Su soledad horada, gota a gota, la piedra.
cantar

Mi patria tiene montañas,
no mar.

Olas de trigo y trigales,
no mar.

Espuma azul los pinares,
no mar.

Cielos de esmalte fundido,
no mar.

Y el coro ronco del viento
sin mar.

Poética

No eres sólo el fulgor que sin
mesura
estalla, ni su estrépito previsto.

Ni las apelaciones de la esfinge,
o la avidez o la otra idolatría.

Lúcida sí, flagrante certidumbre,
región de transparencia en la que
inmerso
está el tiempo, zumbando, lo que
somos,
la boca memorable del augurio.

En un trono de hueso y santidades,
abiertas las heridas, y la flecha
de las perpetuas causas en las sienes.

Eres esa palabra no gastada,
amor, una mitad, como la aurora,
en sombra. Una mitad implicaciones.

Cuya boca ardía

Me niego.

Me niego a entrar en el coro
a corear
al perpetrador con sombrero
de probidad
al abogado de la carcoma
el que dicta las normas
y sacude
en la plaza
el árbol del usufructo.

El pozo verbal

Nada se sabe
pero las palabras
se conjuran
hostiles
chillan y se acuchillan
saltan en el aire
lo infestan
movilizan llamaradas
como ráfagas de toros
como tizones vivos
que caldean
la pedana del escándalo.

Una palabra
la no pronunciada
porque en ella está
inscrita
la dispersión de lo que amas.

Las palabras te ensalzan
te festejan
te miman
te enjoyan
te besan las manos
luego te muerden.

Las palabras te encumbran
te glorifican
te esmaltan
con azúcares
te visten de luz
te visten de flores
luego te escupen.

Las palabras te calzan de oro
te coronan de laureles
te reverencian
te abruman con lisonjas
luego te lapidan.

Las palabras te santifican
te cantan alabanzas
te levantan en el aire
¡qué alto vas!
luego te entierran.