Ponte en sus alas
Ganadores del IV Premio Interyungueño de Poesía y Cuento Breve
Alguna vez has escuchado la famosa frase… ¿Ponte en sus zapatos y sabrás lo que el otro siente?
Bueno, esta vez te pido que en vez de los zapatos de alguien, cierres los ojos e imagines un momento que estás en el lugar de un ave.
Para ser más específicos, él es un pajarito muy pintoresco, que allá por los Yungas le dan el divertido nombre de Uchi. La verdad no sé bien cómo se escribe el nombre, porque no muchos se han tomado la molestia de documentar a estas bellas y graciosas aves. Van volando alrededor de los huertos y, al contrario de los loros, estos pajaritos comen la fruta entera, dejando sólo la cáscara y las pepitas adentro. Algo muy educado y gentil para un pajarito, ya que la mayor molestia de los agricultores son los pájaros que picotean la fruta y ni siquiera se la comen entera sino que apenas se cae al suelo buscan otra para seguir así arruinando la cosecha.
Pues bien, esta historia trata del famoso Uchi, una familia como cualquier otra. La mamá Uchi cuidando su huevo y el papá saliendo todas las mañanas a buscar la comida. Un día el papá voló más de la cuenta, porque para su sorpresa cada día tenía que ir más lejos en busca del alimento para su familia.
Se percató de que aquellos lugares donde antes la fruta abundaba las naranjas y las mandarinas eran el manjar diario e interminable, ahora eran unos cuantos árboles secos, trozados e incluso ya ni siquiera había árboles. Pero bueno, el pajarito no pensó nada malo ya que a veces la sequía o el mal tiempo dan lugar a la poca cosecha. Pero eso será sólo este año, de eso estaba seguro porque siempre fue así desde la época de sus abuelitos.
Mientras más se alejaba del nido en busca de comida para su familia, veía que ahí donde había fruta se encontraban nuevos arbolitos pequeños y llenos de hojitas verdes. Las personas se encontraban ahí charlando y sacando las hojas con mucho cuidado.
Fue así que mientras descansaba sobre una rama vio a un viejo loro, que estaba mirando a las personas igual como lo hacía el pequeño Uchi. El loro le preguntó si sabía qué es lo que estaba pasando. Entonces el Uchi pensó mucho tiempo y le dijo que los humanos eran muy buenos, y al ver que ya no había comida, se pusieron a sembrar más arbolitos. Que ahora están pequeños, pero sabía que en unos años la fruta y la demás comida, abundaría como en años anteriores.
El loro lo miró tristemente y le dijo que a los humanos ya no les interesa si hay comida o no para los animalitos silvestres. Los humanos talaron la mayoría de los árboles frutales para sembrar estos pequeños arbolitos que no dan comida. Su único objetivo es sustraer toda la energía y vitalidad de la tierra y darles a las personas muchos papelitos multicolores. Con eso ellos son felices, porque lo cambian por cosas exclusivamente para ellos.
El pequeño pajarito no podía creer que las personas estuvieran desgastando el lugar en donde viven a cambio de papeles. ¿Qué pasaría en unos años cuando el suelo ya no resista?
¿Acaso ellos comerían sus tan amados papeles? ¿O es que los cambiarían por comida? Bueno, si es así, sería muy tonto matar la tierra por papelitos y luego quedarse sin alimento para después cambiar esos papelitos por comida. Si ese era el objetivo de las personas, mejor que dejen las cosas como están y así todos felices.
Miró cómo el loro se alejaba mientras le decía que a las personas nunca les ha interesado actuar con lógica, no mientras sus bolsillos tengan oro y ellos tengan comida en su mesa. Lo demás no importa, afirmaba tristemente.
Qué horrible, un escalofrío bajó por su cabeza mientras el pajarito empezó a pensar en su familia, en sus amigos y vecinos que dependían de la cosecha de las personas, aunque muchas veces los golpeaban y los mataban para alejarlos, la gran mayoría vivía tranquilamente. Pensó en su pequeño huevito que aún no nacía.
Qué futuro podía esperarle si ahora el mismo tenía que volar horas, para conseguir un poco de comida. Cada día más lejos, porque él no era el único animalito en todo ese lugar que quería comer. Pero bueno, él es un pajarito optimista, y pensó que esa manera de pensar no sería eterna. Que las personas reflexionarían y se darían cuenta de que la verdadera riqueza es la familia, estar con los seres amados, saber que están bien y que nada malo les puede pasar.
Bueno, era hora de volver al trabajo y seguir buscando comida.
Vio a lo lejos un pequeño jardín con un huerto de naranjas y mandarinas. Se alegró muchísimo y vio que mientras recolectaba la comida para su familia, una pequeña niña lo estaba observando. Era una pequeña muy linda y por el tamaño se veía que era una niña de más o menos tres años. Se dio cuenta de que la pequeña se alegró mucho con su llegada y no le hizo ningún daño.
Él entonces respiró profundamente y en el interior de su corazón agradeció a la niña por dejarlo tranquilo y no ahuyentarlo como hacían la mayoría de los niños de por ahí. Una vez retomando el camino de regreso a su nido, se puso a pensar en las palabras del loro y él también recordó que cuando volaba por encima de los pueblos las cosas eran muy diferentes a cómo eran ahora.
El pajarito se acordó que antes los niños caminaban tranquilamente. Los mayores trabajaban felices con una canción en el corazón. Tal vez no estaban llenos de dinero, pero al menos sus seres queridos caminaban por los pueblos tranquilos y felices, confiando y conociendo a sus vecinos. Sin esa desconfianza y envidia que ahora llena la mirada de las personas pensando siempre en tener más y más cosas materiales olvidándose de lo que realmente importa.
Pero bueno, a él eso no le preocupaba, no mientras él esté tranquilo y su familia también. Él se sentía feliz porque, aunque tenía que viajar mucho para la comida de su familia, sabía que la niñita que vivía ahí no le haría ningún daño. Se sentía feliz, tan feliz que no se dio cuenta de que alguien lo observaba. De pronto sintió un dolor muy profundo en el pecho y casi inmediatamente empezó a caer poco a poco hasta llegar al suelo. Dándose cuenta de todo, pero sin poder moverse vio cómo un niño lo recogía y lo colocaba en su mochila, junto con otros pajaritos igual de heridos o incluso peor que él.
Él no sabía qué estaba pasando. Tal vez aquel niño lo recogió para curar sus heridas. Pero el niño lo llevó a su casa y se lo enseñó a su amigo, presumiendo que él era capaz de matar más pajaritos que él y que él tenía mejor puntería.
Una vez acabada la conversación, el niño vació su mochila en el bote de basura. El pobre pajarito que se daba cuenta de todo, sólo podía pensar en su familia y rogaba a Dios que sus seres queridos nunca sean alcanzados por la necedad y la ignorancia de personas, que hacen las cosas a veces sin pensar y sin imaginarse el daño que pueden causar.
Y mientras todo esto pasaba, la familia del pajarito esperaba tranquilamente su llegada, sin imaginarse que el Uchi nunca más volvería. Siendo ahora una más de las familias destrozadas y sin razón.
Si leíste este cuento, por favor piensa muy bien antes de hacer daño o molestar a un pajarito o animalito silvestre. Piensa qué sentirías tú si fueras aquel ser inocente.
Como quien dice…Ponte en sus alas.
Mayo
Danny Viscarra Reguerín
Tus ojos me recuerdan a mayo,
cuando los ceibos en flor brindaban su bello carmesí
a esas mañanas cortas en la escuela,
cuando con guiños incesantes los rayos del sol
surcan los viejos ceibos.
Tus ojos me recuerdan a mayo,
a esas tardes soleadas tocando tus cabellos
y una y mil canciones bailando entre tus dedos al Mayt’u
cuya vida comienza entre tus dedos y acaba con el fuego.
Tus ojos me recuerdan a mayo,
a la brisa plena robándose tu aroma
y mil trozos de silencio perdidos con la tarde.
arrullando mi cuna colgada en el sikili
Tus ojos me recuerdan a mayo,
cuando emocionado subí Limonani
con flores entre los dedos
sabiendo que en mayo es tu día Mamá
Tus ojos me recuerdan a un poema
dueños del silencio y de música expresiva
con rima encadenante y métrica sin fondo.
Tus ojos me recuerdan
que en el cansancio de tu mirada
todo lo que haga tu amor
nunca podré pagarte.