Eric Clapton es, además de un referente absoluto del blues y el rock desde los años sesenta, un superviviente con la buena costumbre de homenajear a los seres queridos que quedaron atrás. Su hijo falleció de manera trágica y él le dedicó la preciosa canción Tears for Heaven, en su disco Unplugged (1992). Luego consiguió juntar a cuatro generaciones de músicos para el concierto de homenaje póstumo a su amigo George Harrison (2002). En julio de 2013 falleció su colaborador y también amigo de siempre J. J. Cale, autor de canciones como Cocaine y After Midnight, y Clapton le ha dedicado ahora un disco, The Breeze. An appreciation of J. J. Cale, para el que ha juntado a varios de los mejores guitarristas del rock y el folk.
Resulta paradójico que Cale falleciera precisamente de un ataque cardiaco, él que siempre vivió con toda la tranquilidad del mundo. Retirado en su granja, renunció a la fama que le correspondía por sus canciones –verdaderas joyas de la música popular americana contemporánea— para componer sin presiones, sin vanidades y sin grandes ingresos económicos.
Incluso de joven Cale iba a su ritmo calmado, tanto que Clapton –al que entonces apodaban mano lenta– se le adelantó y grabó antes que él After Midnight, en su álbum de debut como solista, de 1970. Esto tampoco le alteró el pulso, y con razón, porque lejos de perjudicarle, el hecho de que el maestro eligiera una canción suya le otorgó a Cale un prestigio y una fama que difícilmente hubiese conseguido por sí mismo. Los dos guitarristas ya no se separarían más desde entonces, compartiendo inquietudes, colaborando siempre, componiendo y publicando un álbum conjunto, The road to Escondido, en 2006.
Cale, maestro del blues, el rock, el folk y el country, quizás no tenga el reconocimiento del gran público, que nuca le interesó, pero sí el de sus compañeros de profesión. Por eso, no le fue difícil a Clapton encontrar colaboradores para The Breeze, en el que se disfruta de las guitarras y las voces de varios de los grandes: Willie Nelson, Mark Knopfler, John Mayer y Tom Petty, entre otros. No se notan las diferencias generacionales que hay entre ellos, y entre todos consiguen darle unidad al disco, gracias a ser fieles al personalísimo, y rico en matices, sonido de Cale.
Entre las 16 canciones del álbum no se encuentran ni Cocaine ni After Midnight, lo cual parece lógico si, como dice el subtítulo del disco, de lo que se trata es de que el gran público aprecie la enorme herencia de Cale, que va mucho más allá de dos temas que todos conocen y que siempre eclipsaron a los demás. A partir de ahora, los mejores guitarristas y compositores de la música popular americana disponen de un buen catálogo que les facilita la tarea de seguir el camino que marcó J. J. Cale. Aunque le vaya a resultar especialmente duro a Clapton, que en la última canción del disco canta: “No me es fácil secar las lágrimas / Me he quedado solo, solo, solo”.