Interpretaciones a contramano
Algunas de las infinitas miradas que se le pueden dar, o que se le dan, a ‘Viejo calavera’
El sociólogo: “Hablan de la mina sin entenderla. Su aproximación a esta temática es superficial; no la reivindica ni la honra, ni siquiera la representa. La utilizan como escudo para sus digresiones generacionales. Pudo haber sido la mina y los mineros como las magníficas y la dueña de ese circo, la película hubiera contado lo mismo”. La changa veinteañera: “No entendí nada. La historia no se completa. ¿De qué se trata?”. El crítico de cine: “Es una película cuya historia está contada en los primeros 15 minutos. Lo demás es preciosismo fotográfico que raya en el exhibicionismo. El director de fotografía jamás debe inmiscuirse en la edición porque la narrativa está en juego. Y este es el caso: planos que parecieran extenderse solo por la estética visual en sí misma sin considerar que su permanencia dilata y hasta extravía la historia”.
La señora: “Esta película no debería llamarse Viejo calavera sino más bien La farra”. El psicoanalista: Viejo calavera es una proyección subconsciente de los realizadores en sus personajes. Todos ellos son el personaje central, Elder; jóvenes que rebaten el mundo pero son incapaces de construir otro en sustitución, y entonces optan por mearse (literalmente) en él, blasfemando en su contra, degradándose en venganza, pero —a la larga— reproduciéndolo. Si Elder son ellos mismos, los mineros simbolizarían al padre freudiano (¿los maestros del cine nacional?); y la mina, vendría a ser la metáfora de una praxis (cinematográfica) en cuyas profundidades los Elder apenas si vislumbran claroscuros de donde no pueden zafar; están atrapados. Cine autobiográfico”. El marxista-leninista: “¿Qué hace el Sindicato de Trabajadores Mineros de Huanuni apoyando este proyecto?”.
El crítico de cine: “Ninguno de los protagonistas evoluciona. Todos son lo que son de principio a fin. Que se sepa, desde Grecia hasta Brecht o Benedetti, no hay drama sin mutaciones psicológicas en los personajes. ‘Todos tenemos que cambiar’, dice el Padrino en ironía”. El veinteañero: “Re-buena la fotografía. Y ‘ta, qué bien actúa ese chango… Reventado siempre debe ser, ¿no ve? Pero qué pasa con su viejo, ¿lo mataron?”. El crítico de cine: “El Adagio barroco en la escena final es una salida musical sensiblera que traiciona la apuesta sonora conceptual de toda la película; por cierto, riquísima en su formulación diégesis/no-diégesis”.
El psicoanalista: “El Adagio al cierre es un llanto autocompasivo de los realizadores en sus códigos culturales. Música de catarsis para ellos; la del diván, no la del guion”. La marxista-leninista: “¿Mineros de vacaciones en Coroico; unos panzones tirados en un sauna, dizque proletarios, chupando como locos…? ¡Por favor!”.
El crítico de cine: “No obstante, es un cine de alta factura, que se toma en serio el lenguaje audiovisual y produce un resultado de excelencia que admite lecturas en distintos estratos; todas válidas”.