Intervenir en la tragedia
Con ‘Niña Roja’, Carla Spinoza invita a quien vaya a la galería Persona a ver un problema social con una mirada artística.
Un problema social se enfrenta desde las ciencias sociales, desde el activismo, desde las instituciones y también desde el arte, como hace Carla Spinoza en Niña Roja. Esta artista visual lleva tres años desarrollando proyecto multidisciplinar que reflexiona sobre las chicas que diariamente desaparecen en Bolivia. El, por el momento, último acto tiene lugar en la galería Persona, con una exposición que se puede visitar hasta el 30 de junio y en la que no se trata de mirar, sino de participar en esta otra forma de ver una tragedia en la que no solo las víctimas y los victimarios juegan un papel importante.
Para fomentar la involucración del visitante, resulta fundamental el ambiente de intimidad y cercanía que se respira en Persona. Esta nueva galería de arte contemporáneo —que se inauguró el 30 de marzo en Sopocachi— está instalada en una casa particular, la del artista y curador Galo Coca, quien la define como “un espacio autónomo de pensamiento crítico sobre artes visuales actuales en Bolivia”. El objetivo a que apunta Persona consiste en crear las condiciones para que se establezca una relación “de tú a tú” entre quien expone o propone y quien contempla o participa. De esta forma Coca espera contribuir a humanizar el arte contemporáneo, sacándolo del siempre frío espacio de los museos y de las salas de exposiciones que conocemos hasta ahora.
La propuesta artística de Spinoza encaja perfectamente con esta idea, pues se ha creado integrando a mucha gente, partiendo del principio de que “la imagen del artista en el arte contemporáneo ya no es tan protagónica”. Por eso el proyecto comenzó con una performance que protagonizaron 16 colegialas cruceñas, quienes se plantaron frente a la sede de la FELCC en Santa Cruz para cantar eslóganes y poemas de denuncia. “Ellas ponen el cuerpo y lo utilizan como refuerzo de unas palabras que son como un grito de guerra”, lo describe Spinoza. Además de las chicas, en Niña Roja han participado las madres de las desaparecidas, algunos policías, trabajadores sociales y muchas personas que han llegado a apropiarse del proyecto en diversas medidas y de distintas formas, y que ha interiorizado bien que esto es arte y no otra cosa.
Porque Spinoza lo resume en una sola frase: “Casi todas mis obras son de corte social y político, pero no quiero ir por el camino del activismo, yo soy artista. Sí planteo un problema, pero no tengo que plantear las soluciones. No quiero ir al Parlamento y pedir una ley, quiero quedarme en el espacio del arte. Y eso no quiere decir que no sea político. Lo es, pero desde el arte”. El curador de esta exposición, Fernando van de Wyngard, asegura que esta obra tiene un poder que no político pero sí transformador: “No estoy seguro de que a la larga, sin hacer ruido, el arte no tenga más incidencia que la política. Cuando se hace arte se pone en cuestión la vigencia de los símbolos que nos rodean”. “Se trata de no adornar, de no embellecer la vida que llevas sino desafiarte a vivirla rompiendo la ceguera, a poner en cuestión la vigencia del mundo simbólico en el que uno vive”.
SILUETAS. Así, mediante la instalación, la performance, el video registro, los objetos y las piezas interactivas la artista no hilvana un discurso sino que ofrece elementos para que cada cual arme el suyo, si quiere. Ella propone a la gente que juegue, aunque no se trate de un juego divertido. Por eso en la sala hay unos libros encuadernados en rojo en los que se cuentan historias muy duras de niñas desaparecidas. En muchas de sus páginas se han dibujado siluetas de muñecas para que el participante las recorte como en un juego infantil y así intervenga en el proceso creativo.
Una pieza importante es el libro-obra que descansa en una mesa de la sala esperando ser consultado. Quien abre sus páginas se encuentra con la recreación del imaginario de la escuela, que incluye un cuaderno de estudios, una secuencia de seis fotografías y varios textos, entre ellos un poema de la argentina Inés Púrpura, con quien Spinoza colaboró en Buenos Aires. Y todo ello, en un contraste agudo entre el negro y el rojo vivo. El negro refiere a la oscuridad que reina en la desaparición de las niñas, pero no ocupa todo el espacio porque no representa la oscuridad completa: las niñas están ausentes pero no muertas y por tanto no son pasivas, pueden hacer, y hacen, muchas cosas.
El rojo sugiere varias ideas. Por un lado es un color vivo que llama la atención para enfocarla en que hay algo que no está bien. Por otro, remite a la idea de que es necesario frenar, parar esta tragedia. Pero lo hace de una manera tal vez ambigua, pues, como dice Van de Wyngard, el rojo puede representar tanto un fruto apetecible como la sangre y el peligro o los terciopelos que dan pompa a un espacio. Un color impactante y que puede emitir diferentes mensajes, según la circunstancia, con lo que ayuda a Spinoza a plantear las preguntas del público sobre un tema grave pero que trata sin morbo ni datos fríos, desde una perspectiva puramente artística.