‘Juego Mixto B’: desproporción y poder
Sacar objetos cotidianos de su proporción real, llevarlos al extremo —bien hacerlos enormes o muy pequeños— es una de las herramientas que la artista polaca chilena Dagmara Wyszkiel.
Sacar objetos cotidianos de su proporción real, llevarlos al extremo —bien hacerlos enormes o muy pequeños— es una de las herramientas que la artista polaca chilena Dagmara Wyskiel utiliza para sintetizar su reflexión sobre la relación que los seres humanos construyen con el mundo que los rodea.
En el caso de su obra Juego Mixto B —que se presentó en el Museo Nacional de Arte (C. Comercio esq. Socabaya) el 9 de octubre y podrá verse hasta el 31—, uno de los temas más importantes es el papel del poder en las relaciones humanas, tanto en el contexto mundial actual como en la relación histórica entre Europa y Latinoamérica, en específico, entre Inglaterra y Chile.
Si bien la obra de arte visual ya tiene cinco años recorriendo diferentes galerías del mundo, Wyskiel creó una pieza exclusivamente para la muestra en La Paz.
Utiliza luces y sombras para crear una forma simétrica que pretende transformar una de las salas del museo en un templo. En ella, 102 sillas pequeñas y blancas engrandecen la presencia de una pelota de golf gigante (elemento que está presente en la obra original) que está frente a ellas.
“Tiene sentido relacionar la alienación del poder al templo, porque en ninguno hay lugar para la reflexión, diálogo o pensamiento crítico, sino que se han transformado en espacios de fanatismo donde solo hay culto y aceptación absoluta. Estoy hablando de la entrega personal, que se desconecta de la realidad cotidiana frente a un poder que perdió una relación directa con los creyentes”.
En otra sala se proyecta la versión original de Juego Mixto. En ella, tres proyecciones muestran el recorrido de otra pelota de golf gigante (aún más grande que la anterior) que recorre cuatro lugares: el Valle de los Meteoritos (Atacama), el observatorio del Llano de Chajnantor; Última Esperanza (Patagonia chilena) y el Puerto de Valparaíso, todos en Chile.
Técnicamente, la pieza trata de “envolver” a los espectadores, para reducir la facilidad con la que se desinvolucran de las obras bidimensionales. En cuanto al contenido, cuestiona la historia oficial del país latinoamericano, que afirma que nunca hubo esclavitud.
“La alta burguesía inglesa trajo sus parasoles y sus zapatos de charol a una zona donde es muy difícil vivir; todo para mantener sus privilegios y aprovecharse de la gente más pobre de Chile que llegó buscando un futuro mejor, y quedó esclavizada en la industria del salitre”, explica.
Es por eso que eligió para su recorrido una pelota de golf, un deporte que considera ejemplo de una relación de poder dispar porque se practica en espacios exclusivos y porque requiere que, mientras alguien juega, otra persona sostenga todo el equipo, entre muchas otras razones.
“En el puerto de Valparaíso, que es donde llegaron los migrantes ingleses, bajé la pelota hacia el agua, construyendo un camino simbólico de vuelta a Europa. Quiero “devolverles la pelota” y poner sobre la mesa las deudas que los países europeos tienen con Latinoamérica”, explica.
Wyskiel es también curadora y directora del Festival de Arte Contemporáneo Saco, que se realiza en Antofagasta. En las siete versiones que se han llevado a cabo hizo un esfuerzo por que artistas y curadores bolivianos pudieran llevar sus propuestas: “Me parece fundamental que desestigmaticemos la visión que tenemos, unos de los otros. Mientras más nos conozcamos será más fácil forjar una opinión propia y basarnos solo en lo que vemos en la televisión o en la polarización de los discursos políticos”.