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Una noche en el teatro

Graciela Tamayo propone ‘La policía también llora’ en una versión libre de la novela ‘Periférica Bvld’.

/ 19 de diciembre de 2018 / 04:00

Era una noche tibia de domingo cuando mi hermana y yo caminábamos por Los Pinos buscando una pizzería. Eran las 20.00 y la susodicha pizzería estaba cerrada, pero al lado, la sala Casa Grito sorpresivamente estaba abierta y prometía una única función de una obra llamada La policía también llora, obra de teatro inspirada en Periférica Blvd de Adolfo Cárdenas, interpretada por la actriz paceña Graciela Tamayo. Mi hermana y yo nos miramos y dijimos, ¿por qué no?

Para los que no hayan ido nunca antes, Casa Grito es un espacio bastante pequeño con una gradería frente al escenario y todas las ventanas cerradas con telones negros. Esa noche éramos 24 personas y las gradas estaban casi totalmente ocupadas con nosotros.

Por si a alguien le interesa, el libro en el que se basa la obra está disponible para leerse en línea, en la página de la Fundación Viva. Es recomendable, tomando en cuenta que esta novela es una mezcla de sarcasmo y thriller con rasgos andinos.

Se advierte también que la adaptación realizada por Graciela y su director Ariel Baptista es diametralmente diferente al texto original. Donde el libro es una suerte de descenso a las oscuras esquinas de La Paz y El Alto en plan viaje al infierno (sin el melodrama y las exageraciones espirituales de Averno) y ocurre en una noche, la adaptación libre de Tamayo y Baptista es más una suerte de comedia ligera, exagerada, ridícula, pero finalmente relevante. El cambio fundamental son los personajes. Cárdenas imagina su libro con dos antihéroes criollos, patrulleros, que buscan a un testigo clave en la muerte de un famoso grafitero: El Rey.

Esto los lleva a conocer un mundo de marginales y pseudoalmas perdidas en la noche paceña. Aquí, para fines de funcionar como un one-woman-show, Tamayo interpreta cuatro personajes diferentes haciendo solo cambio de voz y lenguaje corporal como únicas distinciones entre ellos. Es así que nos presenta a los “Avengers”, un grupo “élite” de la policía formado por un cabo, una sargento y su Capitán América (un gringo deportado). Brevemente aparece unos minutos la esposa del cabo para darle un gravitas al personaje, único con familia y brújula moral del equipo.

La historia toma sus libertades a partir de aquí. El Rey sigue muerto y está en manos de la sargento Tejerina resolver el caso lo más rápido posible antes de que los seguidores de El Rey tomen el recinto policial.

Graciela Tamayo tiene el carisma para sostener por un poco más de una hora la atención del público. Donde la exageración y el abuso de modismos pudo ser un carta tipo comodín y que respetaría el lenguaje del libro, ella más bien decidió jugar por un estilo slapstick de humor corporal, narrando una historia de amor entre la sargento y el capitán. Aquí la obviedad y cierta flojera hubiera anidado la historia en un humor sobre la disparidad entre una paceña y un americano, pero Tamayo y su director prefieren girar la historia en el último tercio hacia un clímax con muerte y un discurso feminista donde la protagonista mira las taras que definen su pensamiento y decide tomar las riendas de su vida hacia un final digno y de empoderamiento.

La aceptación de algunos detalles pueden depender de cada uno, como el uso (abuso) de la banda sonora de Kill Bill o la resolución del crimen en la trama. Pero en general la obra entretiene y hacer reír a la gente, que es una de las tareas más difíciles que existe en las artes. En el público de esa noche hubo desde personas mayores, vecinos de la zona, familias, hasta los inevitables millennial curiosos con sus celulares en mano para sacar fotos o grabar clips de la obra. En todos la reacción fue la misma; jolgorio. Risas, vergüenza ajena (eso debe verse como un logro) y un cierre de aplausos bien merecidos.

Bolivia no es un país que derroche propuestas culturales, y cuando las tiene, en teatro por ejemplo, suelen ser envasadas con cierto historial de éxito pero con poca identidad local (Los Miserables, Fantasma de la Ópera). Poner una obra de teatro en escena no es fácil. Aun si solo es un monólogo. Los tiempos, el lenguaje corporal, los picos en la historia, el timing con la música y los efectos. Hasta el público presente puede determinar cómo será la obra el momento de su puesta en escena.

Al final la artista posó con el público y agradeció uno por uno la presencia de todos los que estábamos allí. No fue la mejor obra del año, pero sí es un reflejo de que la creatividad está presente en las pequeñas producciones que solo necesitan un salto de fe de la gente… o que la pizzería del lado esté cerrada.

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Entendiendo a René

El músico Residente, diagnosticado con TDAH, lanzó una canción que causó éxito y polémica.

/ 11 de marzo de 2020 / 07:32

Al momento de empezar este texto, el video de Residente, René, llevaba 40 millones de reproducciones en YouTube. Un récord, tomando en cuenta que solo está cinco días en la todopoderosa red. Los comentarios generales en Facebook son casi de adoración. “La mejor canción de su carrera”, “ídolo”, “cuando algo sale del corazón toca todos los corazones”, “si el arte no es para esto, que alguien me explique para qué es”, etc.

Pero entre tanto beso y apapacho, varias personas sintieron que algo no es tan real como quiere hacernos creer el músico puertoriqueño René Pérez Joglar. Ya lo demuestran los memes de Woody Harrelson limpiándose las lágrimas con billetes o Lisa Simpson preguntándole al señor Monorriel (con rostro de Residente) si no debería ir a buscar ayuda mientras el señor Monorriel arrastra maletas llenas de dinero diciendo que ahora no tiene tiempo.

Es muy fácil subirse a un lado o al otro y juzgar superficialmente la canción de Residente, pero resulta que, por debajo de lo obvio, hay una explicación mucho más interesante sobre esta canción y lo que realmente pudo ser.

Primero lo primero, los antecedentes. Durante 2016 y 2017 el señor R se dedicó a viajar por cuatro continentes y rastrear los porcentajes de raza que le había arrojado una prueba de ADN. A excusa de este viaje, compuso un disco, sacó una web interactiva, grabó todo en un documental y luego sacó un libro. Ninguno de estos proyectos fue un fracaso, pero tampoco los éxitos arrolladores que esperaba el artista. De hecho, la mayoría de las reseñas del disco hicieron hincapié en lo complicada que eran algunas de sus composiciones, casi inaccesibles en la cantidad de elementos fusionados. Esa fue la primera señal que el artista se dio a sí mismo de que algo no estaba bien con él.

El 17 de julio de 2018 oficialmente se le diagnosticó con TDAH (déficit de atención e hiperactividad), que es la clave para entender por qué hay gente a la que no le funciona René.

El TDAH en adultos hace un tiempo era algo raro de encontrar. Es un tipo de trastorno donde el lóbulo frontal tiene problemas para procesar información que en general puede ser obvia o increíblemente simple para los demás. Esto se asocia a un uso/abuso de sustancias, depresión, agresividad, vacíos en la memoria y muchas veces autolastimarse. Ni siquiera en los países más desarrollados existen suficientes estudios para conocer la cantidad de personas adultas afectadas con este trastorno y menos aún herramientas o libros que ayuden a estas personas a manejar su aflicción.

Según el kit de prensa que distribuyó la disquera contando la historia de René, se cuenta que hace un par de años a Residente le dio un bajón y quería matarse antes de salir a un concierto en México. Tuvo que llamar a su mamá y quedarse con un amigo para no lastimarse. Esta es la versión oficial usada para crear la simpatía de la masa consumidora. Ese evento sucedió unos meses después del lanzamiento de todos los proyectos mencionados arriba. Siguiendo correctamente las fechas, René habría sido escrito antes de recibir su diagnóstico, por lo cual lo escrito ahí, sin saberlo él, es su forma de decirnos que tiene este trastorno.

La clave ya está en el inicio, cuando la voz femenina necesita repetir “cabeza, rodilla, muslos y cadera”, una y otra vez para que el niño lo memorice. Un acto hercúleo para gente con TDAH que tiene problemas para memorizar o crear nuevos hábitos. A través de la canción hay muchas contradicciones que molestan: tratar de vender su imagen como un padre preocupado (el niño al final es su hijo y es la primera vez que aparece en medios), pero al mismo tiempo mezcla estas rimas con su hábito de beber desde la mañana o estar borracho para escribir mejor. Habla de hacerlo por tener un plato de comida para su niño cuando cualquier persona de la clase obrera sabe que eso es bullshit tomando en cuenta que sus entradas cuestan en promedio 35 dólares. Dice que quisiera volver a cantar sin cobrar cuando no hay nadie obligándolo a que cobre o continúe en ese tren de vida. Y en general se victimiza culminando con un video ya no de hipócrita a la Sinead O’Connor con lagrimita incluida que, si bien el kit de prensa dice que él lo dirigió solo, tiene más de una veintena de personas listadas en la hoja de producción.

Pero este es el tema: donde todos estos detalles de comercialización obviamente responden a la agenda de los inversionistas que quieren su dinero de vuelta, la letra se contradice correctamente, porque este señor no es como nosotros. Su TDAH hace que lo que está diciendo sea cierto: está atrapado en una obsesión y en una forma única de ver y entender la vida. El perfeccionismo al que él mismo se somete es una cárcel verdadera y esas cosas que parecen tontas y obvias (filmarse abrazando “ebrio” a su hijo) él no logra verlas como el resto de la gente. Él simplemente no lo entiende como los demás. Solo una persona con el mismo trastorno podría relacionar perfectamente porqué terminar unas vacaciones pagadas por todo el mundo lo llevarían inmediatamente a pensar en suicidarse.

René es una canción muy honesta, pero no porque hable de su amigo muerto (Meat Loaf ya lo hizo) o de su infancia (Fito Páez también lo tocó) o de su depresión (NIN ya lo incluyó en Hurt) o de cómo su familia es el motor de todo (Eminem ya trató el tema), René es la canción más honesta que hay sobre una enfermedad que la gente no entiende, que seguro él mismo no está entendiendo.  Este pudo haber sido un pie de inicio para hablar del tema, para ayudar a la gente que siente esa confusión inexplicable y a veces tachada de absurda que él siente… pero ¡no! El pendejo dejó que la disquera lo mande y saque este video pusilánime como primer single del lanzamiento del próximo disco de “bla bla bla…” lo mismo que cualquier otro artista producto. Una pena porque el verdadero mensaje pudo tener mucha importancia y no solo ser fuente de memes estilo: “quiero volver a cuando el Pilfrut valía 50 centavos”.

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La humildad de ser un dios

Para entender la génesis y apogeo del animé  es necesario reconocer el legado de Osamu Tezuka.

/ 27 de febrero de 2020 / 09:08

¿Si yo tuviera una plataforma de películas y series, me arriesgaría con contenidos que sean controversiales, que inviten a conversaciones donde se formen frentes opuestos y que además funcionen como documentos históricos de una evolución que empezó casi en silencio y ahora es un movimiento mundial aceptado pero que no todos entienden perfectamente cómo surgió? ¿O solo compraría el catálogo de estudio Ghibli y listo, me cruzaría de brazos y vería complacido que el pueblo simplón grite emocionado en su ignorancia?

Es obvio qué eligió Netflix.

Miyazaki dijo esto en 2009 desde el blog de su estudio: “Ninguna generación posterior podrá comprender cuánto impacto creó en nuestra generación La nueva isla del tesoro de 1947, a la postre de lo que vino tras la Segunda Guerra Mundial. (Ese manga) nos mostró un mundo diferente y las cortinas negras frente a nosotros de repente se abrieron. El mundo que Osamu Tezuka (1928-1989) nos mostró no solo era brillante, muchas veces fue de miedo, absurdo, doloroso o lleno de esperanza. El modernismo significó prosperidad y consumo masivo e inventó la destrucción. En una esquina, en Asia, solo Tezuka lo entendió. Se dio cuenta de lo absurdo de este modernismo”.

Para ser un hombre que creó alrededor de 700 títulos de manga, dibujó más de 150.000 hojas a mano y participó en la producción de 60 animés, la historia de Osamu Tezuka es poco conocida fuera de su país y es una aberración, tomando en cuenta que todos, absolutamente todos los artistas del género, lo reconocen como la persona que cambió la cultura japonesa para siempre.

Apodado “El padrino del manga” y “El dios del manga”, la poca noción que hoy tiene la gente de él es que fuera el creador de AstroBoy (en los 60) o alguno más versado por su dibujo Kimba, el león blanco, que según muchos fans e historiadores, Disney plagió descaradamente con El rey león.

Artísticamente, Tezuka creó un estilo revolucionario que hoy sigue influenciando la industria: en lugar de dibujar nuevos personajes con cada título, lo que él hizo fue crear toda una compañía de personajes y, como un agente de cine, manejar a estos personajes y usarlos en distintos roles para sus novelas y publicaciones. Como un actor interpretando un nuevo personaje en otra película, estos dibujos se convirtieron en un reparto que eran reconocidos por los fans y creaban una expectativa para ver qué nuevos roles interpretarían.

La siguiente transformación que hizo Tezuka en la industria fue invertir cada centavo que ganó en crear un mercado para la animación. Desde niño fue admirador del trabajo de Disney y su sueño, cumplido, fue poder crear una industria donde Japón pudiera producir cortos, series y películas animadas basadas en los mangas de autor.

Adoptando los recursos que en su momento eran característicos de Hannah-Barbera, entregó con una rapidez asombrosa capítulos que llegaron a estrenarse semanalmente en televisión. Estos pasos y la idea de traducir un medio, el impreso, a la animación, es un estilo que hasta el día de hoy representa a la cultura e identidad pop japonesa.

Tezuka desarrolló un estilo optimista y culto que siempre estuvo en choque con las tendencias y, más adelante, con las necesidades cínicas de ese mercado consumista que siempre criticó. Sus historias no temían criticar la presencia del hombre en el mundo, verlo como una plaga. Los cuestionamientos iban de lo grande a lo micro, con historias que se inspiraban en la literatura tanto como se inspiraban por el cine americano. De hecho, históricamente está comprobado que la estética cinematográfica de los mangas surgió de las novelas de Tezuka, que desde niño siempre fue un fanático del cine extranjero y supo ver en sus dibujos una traducción de esa edición dinámica de las películas. Imaginar Oldboy, Akira o Ghost in the Shell sin la influencia de Tezuka es negarle su lugar en la historia del manga. Todos los artistas contemporáneos han nombrado a Osamu como su principal influencia a la hora de crear sus novelas y entienden que el mercado que existe nació exclusivamente de su empeño por validar un arte que antes de la Segunda Guerra Mundial era visto como un desperdicio de papel dirigido a los niños.

Es tal la ignorancia de su importancia, que la traducción de esas 700 obras siguen inéditas aún hoy, 2020, en el mercado fuera de Japón. Traducidas al inglés hay un 3%. Al español ni uno por ciento. Italia, Alemania y Francia sí han traducido un poco más pero hablamos de un 90% de todo lo que creó que sigue en japonés. Internet reconoce su valor y los fans llevan décadas traduciendo su saga Phoenix, posiblemente la obra más importante de Osamu Tezuka y del manga, a voluntad propia y sacando un nuevo volumen traducido (al inglés) cada año. En Ebay, un juguete de AstroBoy diseñado por Tezuka se oferta en Bs 45.500.

En Japón existen dos mega museos dedicados a recordar su importancia, al igual que premios con su nombre y proyectos, tesis y libros para expandir su obra (e historia) fuera de Japón. Y aunque ser fan del manga, de Clamp, de Ghibli, de Evangelion o cual sea tu animé favorito, debería llevarte a agradecerle, el mundo está aún lejos de saber cuánto le debe a esta persona.

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Lo mejor de stephen king

Repaso por los mejores libros del escritor estadounidense

/ 14 de noviembre de 2019 / 11:21

Es sabido que la mayoría de las personas prefieren ver “la película” a leer el libro en el que se basa y, al estreno de Dr. Sleep, surge de nuevo la polémica dicotomía de Stephen King escritor y las películas basadas en novelas de Stephen King.

El propio autor ha admitido múltiples veces que las películas basadas en sus libros en su mayoría suelen caer en el saco de vergüenzas. Incluso ha llamado la obra maestra de Kubrick, The Shining, la mayor decepción de sus adaptaciones. Pero como dijo otro autor sobre lo que se sentía ver sus novelas destrozadas por Hollywood, “las novelas están ahí, intactas”, es cuestión de agarrarlas y disfrutarlas.

Reseñar aquí las 61 novelas y 200 historias cortas de Stephen King sería imposible. Este es un compendio, a mi criterio, con lo mejor del autor.

Carrie (1973, ••••) inició la carrera literaria de King. La historia de una niña que desarrolla poderes telekinéticos y enfrenta a los bullys de su colegio y finalmente a su madre, una desquiciada fanática religiosa. La película de 1976 de Brian de,Palma sacrifica mucha historia, pero es un clásico del cine de terror.

The Shining (1977, •••••), obra maestra de suspenso y análisis sicológico que detalla eventos morbosos que terminan consumiendo la mente de un padre que se vuelve contra su esposa e hijo. King ha dicho varias veces que el filme de Kubrick es malo, pero el justificativo son las libertades que tuvo el director con la historia.

The Stand (1978, ••••) es el primer épico del autor, donde la humanidad ha sido diezmada por un virus y los sobrevivientes se dividen en dos grandes grupos, del bien y del mal, para tener una última batalla. Una miniserie de 1994 sigue siendo considerada de culto, porque aún con las limitaciones de presupuesto logró mantener mucha de la historia y personajes que fueron favoritos para los lectores de la novela. Es en esta etapa donde el autor empieza a sobrepasar las 500 páginas, presentando monstruosos volúmenes que a pesar de su extensión no pierden un momento la atención del lector.

Cujo (1981, ••••) es una tragedia con elementos de claustrofobia indescriptible. Para muchos críticos, es una de las ideas más originales que se han creado y King, consciente de esto, a usado el recurso de un solo personaje (o dos en este caso) atrapados con sus demonios por lo menos tres veces más en su bibliografía posterior.

Different Season (1982, ••••) es famosa por haber dado origen a dos películas consideradas como lo mejor del cine de la humanidad: Stand by Me y Shawshank Redemption. Como colección de cuatro historias cortas, el libro es un gran viaje por emociones y por acciones que van desde lo inspirador a lo horroroso, siempre con un mínimo de presencia sobrenatural, que hasta la fecha era la marca registrada del autor. Muchos críticos consideraron que fue una etapa donde King trató de ser más literario en busca de premios y un reconocimiento más amplio en este ámbito.

The Dark Tower son ocho libros que comenzaron en 1982 y es el tributo del autor a Tolkien. Presenta, si así se quiere ver, una explicación mitológica a todas las historias de King, que de manera ingeniosa están unidas por una lucha que ocurre en un universo paralelo y que se refleja en el nuestro como anomalías que son el mal tratando de extenderse a nuestro mundo. El primer libro es simplemente perfecto y crea tanta curiosidad que no fue sino hasta hace unos años que el autor pudo completar toda la historia. El resto de libros suben o bajan en calidad, pero como épico contemporáneo no existe nada igual y tiene tantos seguidores que es esencialmente un tributo para esos lectores que lo han seguido por cinco décadas.

En 1983 sale Pet Sematary (•••••), que aunque tiene una adaptación en cine magistral, esa película no alcanza a reproducir todo el agobio que sufren los personajes en la novela.

The Talisman (1984, ••••) coescrita con Peter Straub es el tipo de novela que lee un chico de 15 años, se identifica y es la perfecta introducción para el género de terror y fantasía que maneje King. It (1986, •••••) es estudiada por futuros sicólogos por la increíble descripción de traumas generados en la niñez y traducido en sicopatías de adultos. Añadió elementos sobrenaturales terroríficos basados en miedos comunes y es un clásico de verdadero terror que ya tiene una miniserie y dos películas basadas en ella, que nunca lograron cubrir los temas más polémicos de la novela.

En 1992 vio salir dos novelas diferentes, pero altamente feministas, Gerald’s Game (••••), otra historia claustrofóbica, y Dolores Claiborne (•••••), la historia de una hija tratando de salvar a la madre que la salvó antes. Ambas novelas están conectadas por un eclipse y tienen como personaje principal mujeres que pasan de ser víctimas a dueñas de su destino, enfrentando a hombres malos que las abusaron solo por ser mujeres.

Desperation y Regulators (1996, ambas ••••) son un experimento donde King usa los mismos personajes en diferentes historias paralelas, usando su seudónimo Richard Bachman como autor de uno de los libros.

En 1999 King sufrió un accidente que casi lo mata. Evento que se reflejó en sus novelas de principio de siglo, donde un poco comienza a usar historias que siguen la misma fórmula. Excelentes descripciones, pero un poco de lo mismo en cuanto a villanos y situaciones. 11/22/63 (2011, ••••) es lo más destacable, acerca de un hombre que puede detener el asesinato de JFK… pero, ¿debe hacerlo?

Doctor Sleep (2013, ••••) es una continuación a The Shining, la novela, que se construye con mucha nostalgia y melancolía. Un buen final para una buena historia de fantasmas y recuerdos enterrados. Mr. Mercedes (2014, ••••), Finders Keepers (2015, •••) y End of Watch (2016, ••••) es una trilogía que se sostiene en las investigaciones de Bill Hodges, un detective retirado que narra estas tres historias con leves, muy leves, elementos sobrenaturales. Revival (2014, ••••) es un tributo a Frankenstein de Mary Shelley, Sleeping Beautys (2017, ••••) está escrito junto a su hijo Owen y tiene una excelente premisa que se desinfla en el final (mujeres que duermen y luego despiertan como homicidas rabiosas).

The Institute (2019, •••••) es quizás la mejor novela de King de los últimos años. Reminiscente a los mejores tiempos en los 80, sigue a este personaje de 12 años cuyos padres son asesinados para que él pueda ser llevado a un instituto donde también viven niños con poderes especiales a los que están… ¿educando o asesinando?

Llamado el “maestro del horror”, Stephen King ha escrito muchas novelas que son favoritas de la cultura pop y, aún en sus etapas más flojas, son increíbles viajes oníricos teñidos de lo sobrenatural, ideales para escapar de conflictos, bloqueos, cabildos y otras mundanidades.

Nota:

•••    buena

••••    muy buena

•••••    excelente

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Mujeres con poder, el nuevo enemigo

‘Dark Phoenix’, la última cinta de la saga de superhéroes Hombres X, está cargada con un preocupante mensaje.

/ 3 de julio de 2019 / 10:06

Los cómics son un reflejo, como cualquier producto cultural, de la sociedad en la que se desarrollan. Por cada historia de algún villano loco tratando de apoderarse del mundo, también hay oportunidades que escritores y editores aprovechan para trabajar metáforas que critican, ensalzan o enarbolan banderas de lucha; generalmente enfocadas en temas que van desde lo existencial hasta lo político.

En ese enfoque, el grupo de superhéroes de Marvel Hombres X siempre ha sido el estandarte bajo el cual los fans proclaman que los cómics son más que dibujitos para niños. Más allá de enemigos de turno, el antagonista principal de los Hombres X ha sido siempre la discriminación.

Creados en 1963 por Stan Lee (excelsior) y Jack Kirby (el Rey), el trasfondo fue pensado para reflejar la tensión racial que se vivía en esa época. Los Hombres X exhibían los extremos de la lucha de los grupos sociales de entonces: Charles Xavier sostenía el discurso pacifista y lógico de Martin Luther King, mientras que la visión radical de Malcom X se traducía en las acciones de Magneto; dos caras en una lucha por la igualdad. Esta sensibilidad caló no solo en la gente de color, sino también en adolescentes, la clase obrera y otras minorías étnicas. Todos los que alguna vez sintieron algún tipo de rechazo se identificaron con las historias que contaban, básicamente, la tara social de temerle a todo aquello que no calce con su precepto de “normalidad”; perseguirlo y atacarlo.

Hablar de los Hombres X es hablar de una línea de cómics querida universalmente, una excelente serie de dibujos animados en los años 90 y una primera trilogía que abrió el camino para todas las películas de superhéroes que llevamos viendo por más de 10 años.

Entonces, con antecedentes tan sólidos y años de experiencia contando historias épicas, ¿qué salió mal con Dark Phoenix, la nueva película de los Hombres X?

El director, Simon Kinberg, comunicó hace unos días que si la película había fracasado era por su culpa. Lamentaba que el filme “no hubiera conectado lo suficiente con el público”. Pero más allá de reshoots, cambios de guion y la inexperiencia del director, viendo la película existe un problema mucho más grande que los simples engranajes de la industrial comercial: el lugar que ocupa la mujer en este universo fantástico.

Parece irónico, pero el cómic que tuvo como meta reflejar y concientizar sobre la discriminación, usa en esta película precisamente este eje para colocar a la mujer como un peligro para la estabilidad social del hombre.

Dark Phoenix, en los cómics, relata la saga de Jean Gray- Summers, una mujer mutante (poderes psíquicos) que por salvar una misión espacial queda a punto de morir. Es rescatada por una fuerza de energía (la suma de toda la vida del universo) que adopta su imagen, regresa a la tierra y la corrompe al punto que Jean debe reposeer su cuerpo y cometer suicidio para poder detenerla. Dark Phoenix, la película, pagó un buen porcentaje de su campaña publicitaria para venderse como una seria exploración de lo que puede ser una enfermedad mental y sus consecuencias en el entorno cercano. Un buen intento “marketero” que se cayó inmediatamente cuando el público fue expuesto a una serie de escenas que reflejaban crudamente el abuso patriarcal a una mujer. En la película , Jean es una niña a la que su padre le dice: “yo no sé cómo lidiar contigo que eres diferente”, y la abandona. Es adoptada por Charles Xavier, que toma la decisión de mentirle, borrar sus recuerdos y manipularla porque tampoco sabe cómo lidiar con los poderes que ella tiene. De hecho, en una escena incómoda y contradiciendo a todos sus compañeros, Xavier se mete en la mente de ella (¿violación?) para obligarla a que le escuche y le haga caso. Los poderes que obtiene en el espacio no tienen conciencia, así que se introduce en un personaje, Vuk (Jessica Chastain), parte de los últimos sobrevivientes de una raza conocida como los D’Bari. En los cómics, Jean destruye su planeta y esto justifica que la busquen para matarla; en la película su aparición no tiene sentido, surge porque sí, pero destaca que este personaje femenino obra como todo cliché desde el punto de vista masculino: dos mujeres empoderadas sí o sí deben neutralizarse entre ellas y no puede existir una convivencia pacífica. Una quiere robarle a la otra lo que tiene.

Jean comete un acto de violencia que lleva a la muerte de otro personaje, femenino casualmente; porque una mujer empoderada puede amenazar a los hombres, pero lastima a sus pares de género. Todo finalmente escala en varios clímax ridículos donde tratar de razonar con ella termina en muertes y destrucción. El desenlace inevitable es que Jean se mate, se lleve a la otra mujer empoderada y todo se restablezca sin una sola consecuencia para los personajes masculinos que la llevaron hasta este final.

¿El motivo de ese abnegado sacrificio? Según los escritores (todos hombres por si acaso) “Mis sentimientos me hacen fuerte”. ¿Perdón? La explicación en la lógica de la película para su maldad es que ella tiene la culpa por haber reprimido sus sentimientos, su agresividad y su salvajismo (textual de las entrevistas) y no haberse enfrentado a su pasado.

Igual que Daenerys en Juego de Tronos, la única forma de tratar a una mujer con poder es verla como un peligro, una loca incapaz de manejar sus sentimientos y el poder que tiene, y a la que hay que matar sin ninguna otra opción de por medio. Pueden decir que el final de Juego de Tronos o el de esta película de Hombres X fueron malos, desechables, olvidables… pero eso no debería ocultar que una agenda muy real está ocurriendo actualmente en libros, películas, series y música. Escritores y artistas están dibujando esta imagen de la mujer como un peligro, como el villano al que hay que detener y neutralizar.

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Capernaum: De Líbano con amor

La cinta de la directora libanesa Nadine Labaki fue seleccionada por el Festival de Cannes

/ 27 de marzo de 2019 / 04:00

Capernaum (Cafarnaúm) es una película libanesa filmada el año pasado por la actriz y directora Nadine Labaki. Labaki no es extraña a premios y reconocimientos internacionales, habiendo dirigido previamente Caramel (2007) y Where do we go now? (2011). Caramel es una hermosa historia ambientada en Beirut posguerra, donde un salón de belleza es el punto de encuentro de historias que retratan una ciudad no devastada por la guerra, pero elevada por sus habitantes que tratan de devolverle la normalidad a su día a día. El caramelo, que le da título al filme, es una mezcla de azúcar, agua y limón que se usa en Medio Oriente para realizar la depilación. Esta mezcla de amargo y dulce es la analogía escogida por la directora para contar pequeñas historias de tradición, miedo, odio y obviamente amor, en una ciudad que trata de levantarse y encontrar el equilibrio entre lo que fue y lo que necesita ser.

Where do we go now? acentúa el humor e introduce elementos sociales al retratar un pueblo ficticio donde los hombres —mitad cristianos y mitad musulmanes— son escondidos por sus mujeres que tratan de evitar que salgan y mueran en la guerra que ocurre fuera del pueblo. La historia tiene un pico emocional cuando las mujeres deciden revertir sus roles y las musulmanas se despojan de sus burkas y desafían las creencias de sus esposos, mientras que las cristianas adoptan los velos para demostrarles a sus maridos lo que están sufriendo sus hermanas.

Ambas películas fueron éxitos y han recorrido todos los circuitos de cine arte que existen, desde Australia hasta Perú, y ocasionalmente salen en algún canal del cable tipo I-Sat o Europa Europa.

Capernaum, la tercera película de Labaki y posiblemente la mejor de su carrera, se exhibió por primera vez en el Festival de Cannes y al terminar recibió una ovación de 15 minutos por parte del público. ¿Qué es lo último que nos ha hecho alguna vez sentir la necesidad de aplaudir sin parar por 15 minutos?

En Capernaum (palabra árabe que significa “caos”, “desorden”), Zain Al Rafeea interpreta a un niño de 12 años que está en la cárcel por tratar de matar a una persona. En su juicio decide acusar a sus padres por haberlo traído al mundo de manera irresponsable.

Donde cualquier otro director hubiera tomado la premisa para ir a lo más oscuro o sarcástico del espectro narrativo, Labaki opta por algo más onírico, más sublime: empezando con las primeras imágenes que son tomas aéreas que muestran esta ciudad comprimida, desordenada, caótica, vemos en cámara lenta a un grupo de niños jugando, corriendo, riendo, siendo libres de cualquier prejuicio y viviendo su momento con la espontaneidad de su edad. La cinta sigue (literalmente) a Zain en una rutina egoísta donde sus padres lo ponen a vender jugo de berenjena en la calle junto a sus hermanos. Su hermana comienza a menstruar y sabe que esto puede significar que la vendan para pagar el alquiler del miserable cuarto donde viven, así que planea un escape que obviamente falla. Enojado con la crueldad de su madre, se escapa y es adoptado por una inmigrante que le da techo a cambio de que cuide a su hijo de un año.

No hay palabras que describan la belleza de la segunda mitad, donde la interacción del bebé y Zain son tan naturales que uno sonríe asombrado por la belleza que a veces parece estar ahí y no nos damos cuenta. La historia nunca deprime y mantiene optimismo y lirismo por igual hasta el inevitable final, donde un niño decide desafiar la ignorancia que rodea a los adultos de ese país. Enfrenta a su madre y ésta, lejos de ser un monstruo, da un discurso que sacude la lógica absurda del mundo en el que le tocó vivir.

Capernaum merece una sala de cine. Merece una copia pirata en el puesto de la caserita. Merece que se la repita hasta el cansancio en el cable… pero no va a suceder.

Este cine arte debería compartirse, pero no hay nadie haciendo que el séptimo arte sea arte para los bolivianos. Los piratas descargan lo último, lo obvio pero nunca lo que mereceríamos ver. Y todas las salas nos ahogan en cine pésimo y caro.

Incluso un profesor podría tomar decisiones valientes y pasarla para abrir un debate con los alumnos en vez de ahogarles la imaginación con absurdeces como Mi planta de Naranja Lima o Juan Salvador Gaviota.

Ojalá busquen esta película. Quisiera de corazón que la buscaran. Y ojalá descubran otras. Las compartan. Porque cuando Labaki filmó sus películas lo hizo pensando en que era su pequeño grano de arena aportando para hacer de este un mundo mejor. Que la gente hable, piense y tal vez haga algo. Porque ese amor por la humanidad no puede (ni debe) ignorarse.

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