Danzénica, un espacio para el encuentro con cuerpos inquietos y reflexivos
El festival internacional de danza contemporánea se realizó del 4 al 9 de octubre.
El Festival de Danza Contemporánea Danzénica —organizado por Sylvia Fernández, en su octava versión y desarrollado entre el 4 y el 9 de octubre— se consolida como una palestra en la cual se pueden observar las tendencias de este arte escénico, que nos habla desde sus diversos lenguajes, discursos y formas de expresión. También deja claro que se apropia de cuanto recurso expresivo tiene a la mano, ya sea el texto, la palabra, la voz u otros lenguajes y géneros, para decir lo que quieren decir los cuerpos inquietos, inteligentes y reflexivos.
En estos seis días de festival, que tuvo como sede principal al Centro Cultural Utópica (García Lanza 1000, entre calles 9 y 10 de Achumani), el público estuvo expuesto a una variedad muy rica de propuestas, en la que participaron compañías, colectivos y solistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, España y Francia. Fueron días de alta intensidad por la presencia de intérpretes portadores de una gran capacidad expresiva y con obras y puestas en escenas provocadoras, como la de la compañía de Sao Paulo (Brasil), Cuerpo Agonizante, dirigida por Sandro Borelli, cuya propuesta mostró un discurso político y un trabajo coreográfico teatral que impactó y que dio habida cuenta de un alto grado de exigencia, en lo que respecta a la ejecución y al trabajo corporal de sus intérpretes.
Otro trabajo con una sólida puesta en escena, aunque en otra línea discursiva, fue el de Yenzer Pinilla, coreógrafo y director de la compañía Proyecto Escénico Hombre Búho (Colombia), quien presentó dos obras en las que el uso de la palabra se constituye en un recurso marcado por la necesidad de expandir las posibilidades expresivas para referirse a la condición humana, propuesta que se complementa con un versátil manejo corporal de sus intérpretes, así como de una capacidad expresiva muy elocuente, y por la propia calidad artística, conceptual e interpretativa del mismo Pinilla.
De los otros invitados internacionales, el dúo conformado por Agustina Sario y Matthieu Perpoint de Argentina y Francia, respectivamente, mostró una propuesta que buscó impactar en los sentidos del espectador, utilizando para ello elementos sonoros, audiovisuales, escenográficos y otros recursos sensoriales, que dieron cuenta de una línea discursiva que busca abordar la esfera de lo cotidiano y lo íntimo.
En la línea más bien intimista y conceptual, Jesús Rubio Gamo, bailarín, coreógrafo y escritor español, presentó su obra Ahora que no somos demasiado viejos todavía, de carácter referencial y autobiográfico, cerrando así el festival en el escenario del Teatro Doña Albina del centro Espacio Simón I. Patiño. En la puesta escénica de Rubio se apreció una exquisita calidad de movimiento y la utilización de textos de su autoría como un lenguaje independiente del movimiento, aunque complementario en el conjunto de la obra. Fue una propuesta que fue del agrado del público, principalmente joven, que conectó con la estética de este creador.
También estuvo presente Other Side Company, con la participación de Marie Giquel; y, Rumos Compañía Experimental de Danza de Sao Paulo, que se presentó en el espacio cultural distrital Warmi Qamasa.
Entre las compañías nacionales, se contó con la presencia de La Lupa, bajo la dirección de Carmen Collazos; el Colectivo BICI, dirigido por Ana Cecilia Moreno, ambas de Cochabamba; la Compañía Fases de Santa Cruz, dirigida por Diego Jorge Guantay; el Taller de Danza Contemporánea de la Universidad Católica Boliviana (TED), que presentó Simbiosis, una composición a tres manos, a cargo de los coreógrafos Camila Bilbao la Vieja, Fabricio Ferrufino y Norma Quintana; el colectivo Cuerpo Animal, bajo la dirección de María Elena Filomeno y Juan Carlos Arévalo, con la obra Jauría; y Camila Bilbao la Vieja, bailarina y coreógrafa que presentó Phatos, con la participación de Filomeno.
Sobre las compañías nacionales se tuvo un amplio abanico y se pudo evidenciar lo que se viene haciendo en materia de danza contemporánea en Bolivia, así como dio a conocer, un poco más, a sus protagonistas. Con trayectorias y estilos muy diversos, pudimos vislumbrar los rumbos, los asuntos o preocupaciones que los mueven y las propuestas artísticas que están detrás de ellos.
A manera de un análisis de lo que se vio, en general, se pudo advertir que aún prevalece la preocupación por la técnica, más que por el discurso o la búsqueda/indagación de recursos y lenguajes expresivos. En algunos casos aparece el juego como elemento, en una suerte de divertimento, como la obra expuesta por La Lupa; el humor también aparece como recurso en otras propuestas. En otros casos, se puede identificar una tendencia al discurso político, como expone la compañía Fases, con su obra El contrato del género. En el caso de Juan Carlos Arévalo y María Elena Filomeno es posible encontrar algunos rasgos distintivos, un discurso que busca ser crítico, un trabajo en proceso de búsqueda y construcción de una corporalidad capaz de acomodarse y responder a las necesidades expresivas de estos artistas.
Lo cierto es que las creaciones y los creadores de la danza contemporánea responden al contexto en el que habitan, no cabe duda, y son el resultado de las condiciones en las que han desarrollado su formación y ejercen su oficio de artistas. En América Latina, la danza contemporánea tiene diferentes grados de desarrollo, siendo Brasil, México, Argentina, Chile, Uruguay y Colombia los que mayores avances presentan, producto de políticas públicas orientadas a su fomento; lo mismo sucede en Europa, donde este arte tiene ya un amplio historial. Bolivia, en ese sentido, tiene mucho camino por recorrer y muchas batallas por ganar para favorecer al trabajo de sus creadores, intérpretes y así promover el desarrollo profesional dentro de este género. Danzénica se constituye en un importante aporte a esta causa, razón que le ha merecido ser beneficiado por el Programa de Intervenciones Urbanas del Ministerio de Planificación del Estado Plurinacional de Bolivia.
La danza contemporánea es un género en constante renovación y transformación. No es uniforme. Es intrépida. Es liberadora. Tiene una naturaleza transgresora. Así nació de la rebeldía, de la necesidad de expresar e interpretar cuestiones humanas. Se caracteriza por la posibilidad de usar el cuerpo (como instrumento), por la experimentación, por la exploración de sus posibilidades, así como de todos los recursos posibles, lenguajes, técnicas y herramientas necesarias para los objetivos que buscan sus creadores e intérpretes. La danza contemporánea tiene como pretexto las preocupaciones existenciales, los discursos políticos de su tiempo o las experiencias personales, místicas o mundanas, utilizando estructuras narrativas, argumentales o no. En fin, es la expresión de la libertad, en esencia.
En ese orden de cosas, y como reflexión última, es posible afirmar que la danza contemporánea es portadora de potencialidades transformadoras, tanto en el plano individual como social, al ser un arte que involucra todas las dimensiones del ser (mente, cuerpo y alma). Por esta razón, gestores, educadores, creadores y activistas del mundo de la danza y las artes escénicas, como ser Solange Borelli, de Brasil, quien participó de este encuentro —en conversatorios y foros—, consideran esencial que en toda sociedad se fomente las artes escénicas en los espacios educativos, particularmente la danza y el teatro, y se permita así una aproximación desde temprana edad; como también, que se destine recursos para crear centros de formación, que sean reconocidas como profesión y que se promueva su desarrollo; posición compartida por la mayoría de los actores culturales y artistas que creemos en sus potencialidades. Estas y otras cuestiones formaron parte también de la agenda del festival Danzénica.