Ser niños y pobres
Se confirma la necesidad de enfocar más políticas públicas en la reducción de la pobreza, sin excusas.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) reveló la semana pasada el «estado mundial de la infancia» y, de acuerdo con su informe, dos millones de niños —dos de cada 10 habitantes del país— viven en extrema pobreza, abandono o padecen violencia.
Sobre 10 millones de habitantes, no sólo dos millones de niños se encuentran en situación de extrema pobreza, sino que 800.000 trabajan en las calles, 6.000 no tienen hogar y 2.000 viven en cárceles porque sus padres cumplen condenas. El estado de indefensión que implica ser niño y además pobre se exterioriza de una manera incontrastable en estas cifras de la realidad boliviana.
Unicef menciona que en los últimos años hubo avances en salud, nutrición, educación; pero señala también que la pobreza, la discriminación, la violencia, el maltrato, el trabajo infantil aún son factores que violan los derechos del sector. A propósito, en medio de este panorama desalentador, resalta uno estimulante: la promoción de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, con «importantes» avances. Esto no es poco, ya que sólo a través del conocimiento se podrá superar la actual situación.
El organismo internacional destaca también iniciativas tales como el programa multisectorial de desnutrición cero para menores de cinco años, así como los bonos Juana Azurduy y Juancito Pinto; este último garantizando la permanencia de más de 1,7 millones de niños y niñas en la escuela.
La política de los bonos, es decir, la entrega de dinero en efectivo a las familias, trajo polémica al país: para unos, es positiva porque permite a determinados grupos sociales que habitualmente no manejan dinero, contar con recursos que mueven los mercados. Para otros, se trata de un asistencialismo motivado en la prebenda política que sólo empuja a la flojera y no incide mucho en la economía.
Bolivia es el país con mayor desigualdad social en la región más desigual de todas en el mundo, según el PNUD. Está en el último lugar del ranking divulgado en julio de este año, detrás de Haití. Si dos de cada 10 niños viven bajo el umbral de la extrema pobreza, quiere decir que sus padres tratan de sacar adelante su hogar con menos de un dólar al día. Significa que estos niños no se nutren de una canasta básica alimentaria. Con el informe de Unicef se confirma la necesidad de enfocar más políticas públicas en la reducción de la pobreza, sin excusas.