Tres ex presidentes
Si acaso hubieren cometido delito alguno, que se les demuestre con procesos justos
Cada uno de ellos tiene diferentes perfiles profesionales; se desempeñó y sobresalió en distintas especialidades. Cada uno marcó una huella a su modo. Quiroga, Mesa y Rodríguez pasaron por el Palacio de Gobierno no hace mucho tiempo y los tres, en mayor o menor grado, tuvieron que armarse de sabiduría y valor para sobrellevar momentos difíciles.
Tuto Quiroga es el más político de los tres. Heredó el liderazgo de ADN tras la muerte de Hugo Banzer y, salvo breves intervalos, nunca dejó de participar activamente en política. Fue el más joven Vicepresidente de la historia, en 1997. Con la agrupación Podemos, ha debido conformarse con quedar al margen ante el crecimiento del MAS y el apoyo mayoritario de la ciudadanía hacia la opción de Evo Morales.
Carlos Mesa es un prestigioso periodista sin filiación política. Acompañó a Gonzalo Sánchez de Lozada en su caótica segunda gestión de gobierno, pero se alejó de él en cuanto entendió que Goni cometía gruesos errores en el manejo de los trágicos acontecimientos de Octubre Negro. A Mesa le tocó asumir el mando en un tiempo de crisis política y social profunda, hasta que no pudo soportar la presión de la nueva izquierda, robustecida por sindicatos y organizaciones sociales —sin olvidar la que surgió en el oriente del país— y acabó renunciando antes de la conclusión de su mandato. Como es evidente, de todo ese momento difícil, él salió sin que haya un muerto.
Eduardo Rodríguez desempeñó un papel importante para la democracia el 2005, cuando, presionado por las circunstancias de inviabilidad política, asumió la que seguramente fue una de las decisiones más difíciles de su vida: dejar la Presidencia de la Corte Suprema y tomar las riendas del país. Tras un breve periodo de transición, entregó el mando al ganador de las elecciones generales, Evo Morales, el 22 de enero del 2006.
Ése es, en resumen, el pasado público de los tres acusados por el Gobierno. Si acaso hubieran cometido delito alguno, que se les demuestre en la justicia y en el marco de procesos justos, al amparo del respeto al Estado de derecho, como corresponde.
Se estarían violentando principios básicos de la democracia si se desplegase contra ellos una estrategia de persecución como la que se denomina ‘judicialización de la política’. Fuera de toda consideración que debe ser resuelta por jueces probos e independientes, el país espera que no se trate de una represalia.