Brujería y linchamientos
Sebastián y Martina son nombres, lo único que queda de las que fueron dos personas y que hoy son restos apenas, casi irreconocibles tras la tortura por la que pasaron en manos de una turba.
Sebastián y Martina son nombres, lo único que queda de las que fueron dos personas y que hoy son restos apenas, casi irreconocibles tras la tortura por la que pasaron en manos de una turba. Sebastián y Martina forman parte de una lista atroz, cada vez más larga, que el país arma bajo el rótulo de «linchados».
Un grupo de pobladores del municipio de Tomina, en el departamento de Chuquisaca, acusó a la pareja de brujería. Absurdo, increíble, pero tan cierto que antes de la ejecución hubo un intento de acusación formal ante la Fiscalía. Las autoridades, claro, luego de escuchar la denuncia: brujos que estarían causando daños a la comunidad, dejó libres a las personas. Quién iba a imaginar que los comunarios iban a insistir, atrapar a la pareja, golpearla y estrangularla.
Hicieron su justicia, mal entendida, como el creer que hay gente con un poder sobrenatural a quien achacarle la mala suerte, pero, tal justicia, tan concreta como estas muertes.
Lo sorprendente, y preocupante, es que éste no es el primer caso. Ya hubo otro, en Pajcha Grande (Vacas, Cochabamba), en agosto reciente. Otra turba acusó a Jorge Cano Rojas de «brujo», lo torturó y enterró aún con vida. Tales son las pautas de lo postergada que está parte del país, capaz de dejarse llevar por causas tan irracionales.