Bolivia en Cancún
La Pachamama no ha llevado muy lejos a Evo entre quienes asisten a las cumbres
En la mayoría de los despachos informativos de las agencias internacionales de noticias se puede leer entre líneas un escepticismo que, a esta altura de las cumbres, no debería sorprender a nadie. El estrepitoso fracaso o la poca efectividad de algunas de estas citas mundiales han vuelto desconfiados a los más positivos.
De inicio, saben a exagerados los calificativos de algunos mandatarios al término del cónclave. Hablar de «éxito» no parece lo mejor luego de que en Cancún salieran de nuevo a flote diferencias importantes que nadie, por responsabilidad pero más por honestidad, debería soslayar en este tema. De última, si «éxito» es acumular la mayor cantidad de votos solo por alcanzar un acuerdo, lo de Cancún fue eso.
El Periódico de Catalunya y sus enviados especiales no serán lo más reputado de España, pero con sutileza titulan cómo «La cita de Cancún celebra como un éxito un acuerdo de mínimos»; subtitulan que «193 países, con el ‘sí’ de EEUU y China, aceptan reducir más las emisiones de CO2» y, de remate, abren su informe con «una declaración final de pobres contenidos…».
Obama y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, están entre los que consideraron exitosa la Cumbre. De ahí en más, un abanico de miradas tan extremas como la de Correa, de Ecuador, quien, en consonancia con Evo Morales, dijo que el resultado fue «muy malo»; para España, el acuerdo fue «equilibrado» y para los activistas de Greenpeace, «justo y ambicioso».
La participación de Bolivia tampoco sorprende, al menos no debería dentro de casa. Nadie podía adivinar que la delegación nacional iría dispuesta a patear el tablero, pero eso no significa que fuésemos tan ilusos de pensar en que adoptaría lo que el resto quisiese imponerle al margen de las conclusiones de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático realizada en Tiquipaya. Al final, Bolivia murió con las botas puestas, aunque esto, para variar en el gobierno de Morales, representase un acto más de simbolismo, una «victoria» pírrica.
Pudo ser feliz su aseveración de que son más importantes los derechos de la Tierra que los propios derechos humanos, porque los seres humanos no pueden vivir sin la Madre Tierra; pero el planeta puede existir sin el ser humano. Lo cierto es que la bandera de la Pachamama no ha llevado muy lejos al presidente Morales entre los seres humanos que participan en las cumbres.