Futuro de la Cinemateca
El entusiasmo que la Cinemateca Boliviana despertó, al inaugurarse su sede propia a fines del 2007, hizo que quedaran escondidos los temores acerca de lo que se venía.
El entusiasmo que la Cinemateca Boliviana despertó, al inaugurarse su sede propia a fines del 2007, hizo que quedaran escondidos los temores acerca de lo que se venía. Por esos días, era un hecho que las multisalas se estaban instalando en la ciudad y se hacía previsible que no pasaría mucho tiempo antes de que el público, que se había volcado a la Cinemateca como en los viejos tiempos del cine, sería tentada por la nueva oferta múltiple y comercial.
En los coloquios que por entonces organizó la Cinemateca, cineastas, gestores culturales y periodistas hicieron conocer sus dudas acerca del futuro de una entidad cuyos principales ingresos provenían de la exhibición del cine comercial. Preguntaron a los directivos de entonces qué estaban previendo, cómo se preparaban para enfrentar la competencia. No hubo respuesta clara, salvo apelar a la confianza en la fidelidad del público.
Lo que sucede ahora, con una Cinemateca en crisis, sin capacidad para autosostenerse, muestra cuán pasiva fue la acción de quienes debían conducirla en los tiempos que corren. Pero, es más que eso. En verdad, una obra cultural, de resguardo del patrimonio audiovisual y de difusión educativa del cine no puede estar librada a los caprichos del mercado. No puede.
Sortear el difícil camino dependerá de un gestión creativa, o de un cambio que haga que el Estado se ocupe de sostener la obra, dada su naturaleza. De lo contrario, estaremos asistiendo a la agonía de una gran empresa. Y no es justo.