El Túpac Katari
El Gobierno debe sacarle el máximo provecho al satélite para colmar las expectativas
¿Satélite o empleo?, preguntaba en días pasados un programa de televisión. La disyuntiva es válida pero injusta porque, de inicio, se enmarca en la lógica perversa de los extremos: no todo es blanco o negro. La contraposición de satélite versus empleo no debería poner a nadie, menos aún en el mundo moderno de hoy, frente a una elección excluyente.
Se trata, pues, de un debate sin asidero. No hay manera razonable de comparar entre la puesta en órbita de un satélite y las insuficiencias de empleo o de servicios óptimos de educación y salud, como también se ha discutido por algunos medios. La lógica indica que, en un país pobre como el nuestro, si se tuviese que escoger entre una cosa u otra, por supuesto que se debería dar prioridad a la instrucción y a la salud de los bolivianos.
Si la cuestión fuese medir la importancia de los problemas, todo avance tecnológico o científico estará siempre en desventaja frente a las necesidades sociales básicas. Pero allí mismo radica el punto caprichoso de esta polémica: ¿acaso no es posible cubrir aquellas necesidades primordiales y, a la par, embarcarse en un proyecto de satélite que podría traer grandes beneficios en materia de telecomunicaciones? Para eso, se requiere de autoridades eficientes y dinámicas, capaces de atender a la población como se merece y, a la vez, incluir a Bolivia en la lista de países decididos a encarar el futuro con las armas de la modernidad.
Es cierto que hay contradicción en pensar en un satélite para, por ejemplo, pasar de las sencillas salas actuales a las ‘aulas virtuales’, como sugirió un diputado a pesar de que miles de establecimientos educativos fiscales ni siquiera cuentan con bancos y servicios higiénicos decentes. Entonces, antes que nada, el que debe ponerse en órbita es el Gobierno: si no sabe dotar de instrumentos elementales a las escuelas, menos podrá administrar un aparato satelital.
Con capacidad y manejo escrupuloso de los recursos, puede haber mejor educación y salud y, también, satélite. En la era de las comunicaciones, ésta es una esperanza cierta de progreso para el nivel de vida de los bolivianos, especialmente para aquellos que nunca tuvieron acceso a la televisión, la telefonía móvil y la Internet. El desafío del Gobierno es grande pues, además de satisfacer las eternas necesidades de la gente, debe sacarle el máximo provecho al satélite para colmar las expectativas que se vienen formando con esta nueva promesa.