Crisis de producción
La convocatoria presidencial busca garantizar la seguridad alimentaria
El 6 de agosto del año pasado, en la Fexpo de Santa Cruz, el Presidente echó mano del dulzor andino y de la amistosa mezcla de éste con el idioma español para lanzar el siguiente mensaje: «Después del maqanaku viene el munanaku» (después de la pelea, el cariño). Pero otra frase suya, menos ornamentada, despuntó sobre las demás: «Estamos en la obligación de juntarnos e integrarnos para bien no de las autoridades, sino de todos los bolivianos». Algunos de los aludidos (cívicos y políticos de la oposición) le creyeron poco y, a cambio, exigieron acciones concretas, como el respeto a la independencia de poderes y al Estado de derecho.
Hoy, aquella acción y su correspondiente reacción vuelven a cobrar vigencia y, como entonces, ambos tienen razón. Hay una «obligación» compartida por alivianar a la sociedad de la crisis y, a la vez, con toda el agua corrida bajo el puente, difícilmente alguien cree en los llamados conciliadores sin muestras de flexibilidad.
La convocatoria presidencial, ahora, tiene un fin específico: garantizar la seguridad alimentaria del país, en vista de las adversidades para el común de las familias bolivianas. El cambio de ministra en el área de desarrollo productivo, dicho sea de paso, manteniendo el respeto a la equidad de género en el gabinete con 10 mujeres y 10 varones, es un indicador del nuevo impulso que el presidente Morales busca darle a este sector vital para la economía del país.
Los puntos de venta de Emapa son un parche diminuto para una crisis que hace tiempo se ha escapado de las manos del Gobierno. Por eso, a partir de la base de la «economía plural», ya constitucionalizada, se debe mostrar una verdadera apertura hacia la prometida construcción de un nuevo modelo económico basado en los niveles de empresas públicas, mixtas y emprendimientos privados y comunitarios.
En definitiva, el llamado de Morales a los sectores productivos no puede ser tomado con la ligereza a la que nos tienen acostumbrados los políticos como parte del proceso de madurez de la democracia nacional. Si fuera parte de un hábil movimiento de ajedrez, lo mismo que un signo de apertura hacia la oposición o la cruda evidencia de que el Gobierno acepta la insuficiencia de estatizar la economía, cualquiera de estos tres escenarios, al margen de la aparente omnipresencia del juego malintencionado, exige el desprendimiento de todas las partes. Una mirada menos política, ya no egoísta, por el país entero.