Carnaval, ¿orgullo o vergüenza?
Algunas de las manifestaciones más significativas de nuestra cultura se pusieron de nuevo a danzar en la última versión de la entrada del Carnaval de Oruro.
Algunas de las manifestaciones más significativas de nuestra cultura se pusieron de nuevo a danzar en la última versión de la entrada del Carnaval de Oruro. Propios y extraños disfrutaron con los hermosos bailes bolivianos dotados de historia, arte y creatividad. No obstante, un recurrente crimen volvió a empañar este patrimonio cultural: varias fraternidades, todas reincidentes, volvieron a confundir cultura con barbarie, tradición con ostentación y manifestaciones colectivas con pretensiones individuales de reconocimiento.
La Morenada Central se presentó de nuevo con más de mil quirquinchos convertidos en matracas; diferentes fraternidades de tobas volvieron a lucir trajes elaborados con plumas de flamencos; algunos suris sicuris lucieron plumas de pájaros carpinteros, tucanes y parabas; entre las diabladas, se mezclaron figuras vestidas nuevamente con plumas y cuerpos de cóndores andinos.
Cuesta creer que, a raíz de la ignorancia de la gente y la incapacidad de las autoridades responsables de hacer cumplir la Ley de Medio Ambiente, una de las manifestaciones culturales más importantes del país —que nos permite construir y consolidar una identidad propia, un orgullo nacional particularmente importante en estos momentos de crisis— sea al mismo tiempo una de las principales amenazas para la biodiversidad.