Crisis de los partidos
Esta circunstancia podría favorecer el establecimiento de un sistema bipartidista
Según el informe, entre los que permanecen activos, es decir que gozan de personería jurídica ante el Órgano Electoral, se incluyen los más antiguos, como ADN y MNR, FRI y PDC, así como agrupaciones más recientes como Frente para la Victoria o Consenso Popular, nombres poco conocidos en la escena política y cuya sobrevivencia seguramente dependerá de su desempeño en los siguientes procesos electorales.
Al respecto, el politólogo Jorge Lazarte, consultado por este diario, afirma que ya no hay partidos sino sólo grupos políticos, para agregar que esta circunstancia podría favorecer el establecimiento de un sistema bipartidista o, peor, unipartidista. Otros afirman que la noción de democracia es inherente a la existencia de partidos políticos, cuando está claro que aquella excede largamente los límites de éstos.
El modelo de representación a través de partidos políticos colapsó debido, precisamente, a las limitaciones de estas agrupaciones, observables fundamentalmente en su falta de institucionalidad y su indicador principal: la importancia del caudillo para la sobrevivencia de la sigla, fenómeno de plena vigencia en la actualidad, pero también en su incapacidad de agregar demandas plurales y servir, en cambio, para los apetitos de su élite dirigente. Ese mismo fenómeno es el que caracteriza a la virtual parálisis de la oposición, pues su principal debilidad está en la incapacidad de sus dirigentes de considerar el bien común como superior al interés del grupo, lo que inhibe las posibilidades de encontrar puntos de acuerdo programático, si no con el oficialismo al menos entre las diferentes fracciones opositoras.
En todo caso, si bien es cierto que un sistema político se funda en la existencia de partidos políticos, también es verdad que en Bolivia asistimos al nacimiento de un nuevo sistema, plurinacional y comunitario, que, en esencia, rompe los límites de la representación partidista para establecer un nuevo marco democrático, más amplio, pero al mismo tiempo mucho más complejo.
No hay que temer a la crisis de los partidos tanto como a la falta de sistemas de representación en condiciones equitativas, que aseguren un diálogo permanente entre gobernantes y gobernados, en el que los primeros estén dispuestos no sólo a escuchar las demandas, sino sobre todo a responderlas apropiadamente, y los segundos incorporen la dimensión del bien común en sus reivindicaciones.