Roce diplomático
No es admisible que quienes custodian fronteras lo hagan en semejante precariedad
Según las explicaciones que brindó la Cancillería boliviana durante el fin de semana, la patrulla militar viajaba a bordo de dos coches con placa chilena que eran parte de un lote de automóviles incautados días antes a un grupo de contrabandistas. La razón por la que estaban en territorio chileno está en que aparentemente ése era el menor camino para llegar de un punto a otro del altiplano y que, además, a esa hora y sin los instrumentos de navegación apropiados, es fácil alejarse de la línea fronteriza.
El problema, que seguramente se hubiese solucionado por la vía diplomática, se complicó cuando los contrabandistas afectados aprovecharon la ocasión para acusar a los uniformados de haberles robado los vehículos con uso de la fuerza, lo que motivó al Ministerio Público chileno a iniciar una indagación de oficio y mostrarlos públicamente en su calidad de «imputados», es decir, encadenados de pies y manos, lo que a su vez provocó molestia entre las autoridades del Ministerio de Defensa y en algunos sectores de la opinión pública nacional, sensibles a todo lo que se refiere a las relaciones entre Bolivia y Chile.
Finalmente, al demostrarse que los militares bolivianos habían ingresado accidentalmente a territorio chileno y que la acusación de robo era infundada, fueron liberados y expulsados del vecino país. Sin embargo, quedaron las huellas del roce, sobre todo porque la Ministra de Defensa anunció un reclamo formal debido a los «malos tratos» infligidos a los uniformados, situación corroborada por el Viceministro de Relaciones Exteriores, quien dijo que la situación no condice con tratados internacionales, y por el Defensor del Pueblo, quien aseguró que hubo vulneración de derechos.
Por su parte, el Ministro del Interior de Chile aseguró que el reclamo sería infundado al haberse aplicado procedimientos habituales para ese tipo de casos, habida cuenta de que pesaba una acusación en contra de la patrulla boliviana.
Con todo, quedan valiosas lecciones que deben ser aprendidas. Primero, que en un contexto de lucha frontal contra el contrabando ya no es admisible que los militares que custodian las fronteras deban hacer su trabajo en semejante precariedad; segundo, que los contrabandistas no tienen límites a la hora de dañar a sus perseguidores; y, tercero, que es posible una mejor coordinación entre ambos países a la hora de hacer frente al delito transfronterizo. Ojalá que estas situaciones incómodas no se repitan.