Muerte y pesar en Noruega
Noruega es un país ejemplar en muchos sentidos. Entre sus cualidades resaltan la convivencia pacífica y la tolerancia de sus habitantes, acostumbrados a respetar las normas y la propiedad ajena.
Noruega es un país ejemplar en muchos sentidos. Entre sus cualidades resaltan la convivencia pacífica y la tolerancia de sus habitantes, acostumbrados a respetar las normas y la propiedad ajena. Su confianza se traduce en una vida tranquila y productiva, con puertas abiertas, bicicletas sin candados, paseos a altas horas de la noche, bienestar y una larga serie de etcéteras que ha llevado a los turistas a definir a Noruega como «un lugar en el que nunca pasa nada malo».
Sin embargo, en tan sólo pocas horas, esa envidiada e idílica convivencia se ha visto profundamente perturbada. El sábado, la Policía confirmó la muerte de 85 personas, la mayoría jóvenes laboristas acribillados durante un encuentro al que tenía previsto acudir el Primer Ministro; este hecho se produjo poco después de que un potente coche-bomba estallara en el centro de Oslo, junto a la sede del Gobierno, que provocó la muerte de otras siete personas. Tras la matanza, la Policía detuvo a Anders Behring Breivik, un noruego de 32 años vinculado con la extrema derecha.
Además de un inmenso pesar entre las familias afectadas, este terrible incidente abre las puertas a sentimientos hasta ahora poco extendidos en el país nórdico: el miedo y el rencor; sentimientos capaces de frustrar muchos proyectos, pero también sueños, vidas e ilusiones.