Calles de venta de artesanías
Pese a ser colectivo y anónimo, el arte po-pular crea obras que permiten apreciar sus valores estéticos
Algunos países latinoamericanos recrearon en la segunda década del siglo XX la ciudad como forma de vida, pensamiento e ideología en acción. En cambio, otros estudiaron —40 años más tarde— la confluencia de sociedad y cultura, con expresiones que ratificaban su redescubrimiento.
La calle Sagárnaga y sus alrededores, como es bien conocido, están atiborrados de comercios de productos artesanales, generalmente expuestos en lugares laberínticos donde —por la cantidad de trabajos allí amontonados— no es fácil apreciarlos.
Casi siempre el talento de la artesanía ha sido reducido a lo práctico pintoresco, olvidando al arte popular, el cual, pese a ser colectivo y casi siempre anónimo, nos muestra ejemplos para apreciar sus valores, aunque su producción sea en serie.
Su juego con matrices icónicas de la cultura —como opinan los expertos— son la base fundamental de su sentido mismo, que reafirma el mito que sostienen algunos de esos trabajos artesanales. A ello se debe añadir que actualmente esos prototipos —en determinados casos— son el inicio de una innovación creativa, sin olvidar a las prendas tejidas en lana cuyos modelos y colores fueron bien diseñados y elegidos. Éstos convergen con líneas contemporáneas y están preparados para ser expuestos por los turistas.
México ocupa actualmente el primer lugar en el mundo como productor de artesanías, sin desmerecer a China, Japón, India y Perú. Esta tarea ha logrado convertirse en una importante fuente de ingresos para las comunidades rurales y la población de ciertos ámbitos urbanos de esos países. Todo está preparado y pensado en su relación directa con el turismo y su exportación.
Su reconocimiento como símbolo nacional en México ha logrado multiplicar con los años los esfuerzos de apoyo a la artesanía, no sólo para traerla al presente, sino para ampliar su comercialización. Este hecho evitará que la industria la invada y aliente su desaparición.
Pero, ¿qué de particular pueden tener estos “barrios artesanales” en las ciudades? Que al medio de la urbe existen calles con una identidad particular, las cuales reciben a los turistas para mostrarles la magia de las manos de su población nativa, cuya imaginería es capaz de elaborar una variedad de trabajos creativos. Asimismo, si bien están pensados para la venta multiplicada de modelos, eso no niega que cada artesanía tenga un valor estético particular. Y todo ello requiere ser bien presentado al visitante.
En la actualidad, la calle Sagárnaga ha cambiado en su primera cuadra. Los motorizados transitan linealmente y el ruido se ha reducido, ya que la competencia de cuál minibús pasaba primero parece haber terminado. Igualmente, el tránsito peatonal se desarrolla de forma fluida; y gracias a ello, hoy el visitante puede pararse, por ejemplo, a apreciar la fachada lateral de la Basílica de San Francisco.