Carlos Fuentes partió de este mundo el  el 15 de mayo, en su amado México, a los 83 años. Su partida tiñó de luto a las letras del continente.
Fuentes —de padres mexicanos— nació en Panamá, ya que sus padres radicaban allí debido a las funciones diplomáticas que su progenitor desarrollaba en ese país.

Vivió en México desde los 16 años y entró en la preparatoria en el Centro Universitario México. Se inició como periodista colaborador de una revista y obtuvo el primer lugar del concurso literario del colegio francés Morelos. Sin embargo, más allá del prolífico escritor e intelectual que fue, está la parte humana de este exponente del boom de la literatura latinoamericana, esa aura clara que lo iluminaba.

El aura de Carlos Fuentes, que no precisamente hace referencia a su famosa novela, sino a su calidad humana, fue reconocida por muchos de sus contemporáneos escritores.

“Carlos soñaba con un mundo que estuviera repleto de escritores”, lo dijo varias veces el renombrado escritor chileno José Donoso, a quien Fuentes lo contactó con su editor en Nueva York para que lo leyera y le diera un espaldarazo.  

Para el mexicano, era deber dar una mano a sus colegas de oficio, ayudarlos a promocionar sus libros o contactarlos con prestigiosas editoriales para que sus trabajos vieran la luz.

El sectarismo y el temor a la competencia literaria eran miseras egoístas que no cabían en su generoso espíritu que buscaba que todo el que amara escribir lo hiciera.

Por otro lado, se caracterizaba por ser un excelente orador, un galán, un defensor del hispanismo y un activo militante de izquierda que, en diversas ocasiones, abiertamente hizo conocer su postura.

Una prueba de ello fue que en 1975, cuando aceptó el nombramiento de embajador de México en Francia, como homenaje a la memoria de su padre abrió las puertas de la embajada de su país a los refugiados políticos latinoamericanos y también a los refugiados de la resistencia española. Ser humano cuyo corazón fue la región más transparente de sí mismo.

En 1977 renunció a su puesto de embajador en protesta contra el nombramiento del expresidente Díaz Ordaz, como primer embajador de México en España, después de la muerte de Francisco Franco.

Fue candidato al premio Nobel de Literatura varias veces, y entre sus trabajos figuran: Aura, La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Las buenas conciencias, Gringo viejo, entre otros. Antes de partir de este mundo, dejó la novela Federico en su balcón, que no pudo publicar.