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Saturday 4 May 2024 | Actualizado a 18:36 PM

Chuquiago

Las buenas obras, como ‘Chuquiago’, son atemporales y renuevan constantemente sus atributos

/ 24 de julio de 2012 / 04:37

Después de 35 años de su estreno, volver a mirar Chuquiago, de Antonio Eguino, fue un goce estético que nos hizo olvidar (señal inequívoca del gran cine) a la ciudad que sufrimos todos los días. Fue constatar una vez más que las buenas obras son atemporales y renuevan sus atributos de fondo y forma para siempre.

Su guión mantiene el vigor de su estructura narrativa y su postura ideológica, y nos permite compararnos y mostrarnos como en un espejo. Concebido desde una apacheta de la ciudad, el Killi Killi, Chuquiago retrata cuatro historias en una topografía social invertida. Fue, sin duda, un momento de lucidez de Antonio. Así llevó al celuloide las dos características paceñas más relevantes: nuestro abanico social y la configuración de estas montañas.

Las historias relatadas mantienen hoy en día todas sus fricciones sociales. Este Chuquiago posmoderno es aún una ciudad conformada por varias ciudades. Desde la planicie alteña hasta los acogedores barrios sureños, la película retrata nuestros barrios con algunos cambios en sus detalles. Quizás las calles por donde Isico inicia su inserción social sigan siendo de polvo y tierra seca, pero las construcciones de adobe filmadas ahora son de un inacabado pero resistente ladrillo y hormigón; los senderos de tierra y de albañales abiertos de las pendientes ahora tienen, en su mayoría, graderías y los cauces controlados; los adoquines de piedra comanche que texturizan el nervioso deambular de Johnny por el centro paceño ahora son reemplazados por cemento, y dicho sea de paso, desconocemos dónde van a parar esas hermosas piedras. Cambiamos esos detalles urbanos, pero el sentimiento de un espíritu colonizado se mantiene ahora en los nuevos Kevins, los Brayans o las actuales Shirleys o Wendys.

De las cuatro historias, una recurre a una especie de flashback necrológico, la de Carloncho. Puede que este grupo social, el del empleado público borrachín y negrero, ande como un muerto en vida por tener el espíritu  empeñado a las dos prácticas más nefastas de nuestra sociedad: la militancia politiquera y su consecuente corruptela. Los otros tres personajes parecen conservar alguna esperanza en sus vidas. Patricia, como sucede ahora, no camina esta ciudad. Se la pasa encerrada en un automóvil que la lleva a los barrios del sur que ahora sepultan sus jardines con negocios inmobiliarios. Las Patricias de hoy siguen acudiendo al club y a la crónica social; pero, por nuestra acelerada movilidad social, se incorporan sin su permiso nuevos y coloridos vecinos. Si uno se atreve a proyectar la continuación de la trama de Chuquiago, podríamos imaginarnos una escena: un acaudalado Isico recibe en su tienda “de la Eloy” a la abuela Patricia que, sin maquillaje y en buzo, le compra una televisión coreana de última generación.

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Bloqueos urbanos

Carlos Villagómez

/ 3 de mayo de 2024 / 07:30

Hace décadas que nuestra pequeña ciudad padece de bloqueitis aguda por marchas y desfiles de todo tipo. Esta enfermedad llegó con la sede de gobierno, y estamos al borde del colapso. Una ciudad de infinitas callejuelas y pocas avenidas puede bloquearse muy fácilmente. Aparte de la razón estructural de esa gimnasia callejera de la política (jodemos por la incapacidad centenaria de no consolidar un Estado pleno), los efectos nocivos a los ciudadanos son alarmantes y debemos conocerlos.

Revise: Las musarañas de Malasia

¿Qué genera la congestión vehicular en el organismo de un chofer de taxi o del usuario que está en posición chullpa en un minibús? Pues, lo siguiente: El tráfico vehicular está estrechamente relacionado con el aumento de las enfermedades respiratorias. La exposición continua a los contaminantes del tráfico, como el dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas finas, puede provocar el desarrollo o empeoramiento de enfermedades como el asma, la bronquitis crónica y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Además, la exposición a largo plazo a estos contaminantes puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de pulmón. El dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas finas, por ejemplo, pueden penetrar en el sistema respiratorio y causar enfermedades respiratorias como el asma, la bronquitis crónica y la reducción de la función pulmonar. Además, la exposición a los óxidos de nitrógeno puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión arterial y problemas del corazón. Es imperativo acotar: como vivimos en alturas andinas donde escasea el oxigeno, todo lo anterior se potencia al máximo.

Aparte de esa descripción científica de los efectos nocivos a nuestros organismos, tenemos otros en la psiquis: la congestión vehicular es una de las principales causas del  estrés, y contribuye significativamente al trastorno psíquico llamado burn out (estar fundido). Pero, la palabra estrés tampoco parece intimidarnos. Los bloqueos por marchas, desfiles y farándulas no solo afectan el tiempo de viaje, también generan frustración, agresividad, ansiedad y agotamiento mental; efectos tremebundos que nos resbalan porque creemos que somos tan indestructibles como los monolitos.

Pero, lo más triste, es que los bloqueos tienen una secuela: La Paz ha perdido calidad de vida y su futuro es incierto. Las tensiones de la política nacional que se manifiestan perversamente en nuestra pequeña ciudad han calado muy profundo y las heridas no paran de sangrar diariamente.

¿Existen soluciones a corto plazo? Los entusiastas candidatos y candidatas tienen  como respuesta las recetas de siempre. Mis arrugas dicen que no hay soluciones inmediatas.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Las musarañas de Malasia

Carlos Villagómez

/ 19 de abril de 2024 / 07:07

Existe una especie que resiste la embriaguez tanto como los seres humanos: la musaraña de Malasia. Este un pequeño mamífero —de mirada turbia que te recuerda a muchos— vive y se desarrolla en su hábitat natural, el néctar de una palmera fermentada que sería lo más parecido al velado espacio de las tabernas. Todas estas historias vienen en el texto Breve historia de la embriaguez del inglés Mark Forsyth, que en un lenguaje entretenido nos brinda una visión sobre el impacto de la embriaguez en la historia.

También revise: Cae el patrimonio

El autor explora los conceptos médicos y sociales asociados a la embriaguez, destacando la vinculación del consumo del alcohol, como alterador del estado de conciencia. Como los antropólogos que dividen las sociedades en húmedas o secas, Mark Forsyth resalta la relevancia histórica que ha tenido la embriaguez en todas las culturas. El joven autor nos muestra cómo la embriaguez ha estado presente en rituales religiosos, y en ceremonias como escape de la realidad y forma de sociabilidad. Es así que en Göbekli Tepe (10.000 a.C.), se edificó una monumental espacio dedicado para la libación mucho antes que la misma agricultura. Posteriormente, “los sumerios la vieron como pura alegría colectiva, los egipcios como un deporte extremo y los griegos dieron un paso atrás, acariciaron sus barbas y reflexionaron”. Sin embargo el autor menciona que “Platón decía que emborracharse era como ir al gimnasio: la primera vez te sientes realmente mal y adolorido, pero la práctica hace al maestro”. En sus referencias bíblicas nos recuerda que Noé lo primero que hizo al desembarcar —podrido de ver tanta agua— fue plantar viñas. Y sin remilgos, Forsyth declara que “Jesús comenzó su carrera con una lluvia de alcohol en las bodas de Caná”. Pasa después al pulque azteca, el agua miel del agave, tan lleno de nutrientes que casi es carne, tan carnosa como la diosa Mayahuel y sus 400 senos para igual número de conejitos ebrios. Y del mundo anglosajón, campeón del APV, el etimólogo inglés afirma que fueron deportados los borrachos de Gran Bretaña para hacer Estados Unidos y Australia.

Forsyth desarrolla su pesquisa eludiendo el carácter poliédrico de la embriaguez, no analiza sus facetas oscuras, ni las implicancias nefastas del alcohol en las sociedades. A pesar de ello, asocia con justeza —como un buen cóctel— la influencia de los brebajes en las organizaciones sociales, culturales y religiosas. Y de las facetas jubilosas de la embriaguez, admito que me enternecen mis “musarañas de Malasia” que en espacios brumosos comparten su amistad porque, como decía Bryce Echenique, “desconfío de los que no toman”, recordando luego que Hitler era abstemio.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Cae el patrimonio

Carlos Villagómez

/ 5 de abril de 2024 / 10:10

Hace décadas que nuestro patrimonio arquitectónico va cayendo. Durante los gobiernos municipales de la democracia pactada ya se atentaba contra esa historia edificada. Recordemos también, cómo un primer mandatario destruía a picotazos casas patrimoniales para edificar los monumentos arquitectónicos de este tiempo histórico ubicados en la Plaza Murillo. En la Batalla de las Ideas políticas, también son muy importantes los símbolos edificados; y, por esa historia política, podemos explicar por qué la protección del patrimonio arquitectónico —para preservar la cultura y la identidad de nuestra ciudad— no prosperó ni caló hondo en el pensamiento colectivo.

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Las leyes y regulaciones específicas que buscaban conservar y salvaguardar estos bienes no fueron suficientes ante nuestras prácticas políticas. Tampoco funcionaron las medidas de conservación y restauración, ni la legislación para garantizar su protección y preservación, ni las normativas y leyes municipales que rigen los criterios y requisitos que deben cumplirse para llevar a cabo modificaciones en las obras arquitectónicas, o su restauración. Las sanciones y penalidades tampoco fueron suficientes para hacer cumplir las normativas establecidas para el respeto y la conservación del patrimonio arquitectónico; ergo: no podemos contener la dejadez planificada para la caída de muros y cubiertas históricas porque no existe conciencia ciudadana como un solo objetivo colectivo. Tampoco nuestras instituciones, municipales y estatales, trabajan en estrecha colaboración con expertos en patrimonio ni con otras entidades especializadas para determinar la importancia de las edificaciones históricas; y lo peor de todo: no se fomenta la conciencia ciudadana sobre la importancia y el valor del patrimonio edificado. En este nuevo siglo, la ciudadanía en su mayoría aprueba la demolición de esas “casas viejas” porque “no son modernas y dan mal aspecto”; y tampoco son moneda de cambio en nuestra lógica mercantil del espacio urbano.

Sin conciencia ciudadana no se protegerá el patrimonio edificado. Los ciudadanos juegan un rol fundamental en la preservación del patrimonio. Para ello, es imprescindible que la sociedad tome conciencia de la importancia histórica, cultural y estética de esas construcciones, valorando su significado y reconociendo su contribución a nuestra historia urbana. Pero pregunto: ¿queremos implementar programas educativos y campañas de difusión para involucrar al ciudadano en la protección y conservación del patrimonio urbano para promover su sentido de apropiación y responsabilidad ante esa historia edificada? ¿O francamente esa “historia de q’aras” no interesa?

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Puente sobre aguas tumultuosas

Carlos Villagómez

/ 22 de marzo de 2024 / 09:46

Una bella canción nos recuerda que ante el sufrimiento de los otros uno debe ser un puente sobre esas aguas tumultuosas. No pudimos ser ni pasarelas. Vivimos días de terror y nuestros puentes, físicos y sentimentales, colapsaron por la brutal fuerza de la naturaleza.

Cientos de voces clamaban ayuda; muchos culpaban a la gestión municipal; otros acusaban a los que edificaron al borde del río; los letrados repetían las viejas recetas para “solucionar” todo (planificación urbana, normativas, metropolización, control de cabeceras, etc.); y todos, eludimos nuestras responsabilidades. Lo cierto es que vimos absortos cómo las aguas tumultuosas se llevaban vidas humanas, viviendas y nuestra precaria infraestructura urbana.

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Este siglo viene con enormes desafíos para todos. Uno de ellos son los desastres naturales de la crisis climática originada por el hombre. En territorios y ciudades del planeta se vaticinan inundaciones, sequías, incendios, tornados, etc. Ante semejante panorama, organismos internacionales como la ONU Habitat estimaron: “Durante esta última década, los desastres naturales han afectado a más de 220 millones de personas y han causado un daño económico de 100 mil millones de dólares cada año”. Para esta década se predice un incremento exponencial de esas cifras. Es decir, estamos frente a  desafíos urbanos gigantescos sin haber controlado, ni resuelto, los del siglo XX: un modelo de desarrollo urbano capitalista dependiente; una población carente de educación, polarizada y racializada; y un territorio geotécnicamente inestable, con ríos y riachuelos en pendiente, etc. Ergo: somos una bomba de tiempo.

Nuestra precaria infraestructura urbana data del siglo pasado y debe ser renovada en todos sus sistemas (canalizaciones, embovedados, estabilización de farallones, redes de alcantarillado sanitario y pluvial, manejo de cuencas, puentes, viaductos, etc.); es decir: necesitamos una millonada exorbitante para estabilizar la ciudad. En 2012, en un programa de televisión que anunciaba la construcción del teleférico, me opuse a ese gasto aparatoso y pedí que esos $us 750 millones (otros dicen cerca de 1.000 millones) se destinen a infraestructura urbana. Nadie escuchó mi sugerencia de invertir en lo razonablemente más importante.

En 2020, el Banco Mundial prestó $us 70 millones a las ciudades de La Paz y Santa Cruz para “reducir las vulnerabilidades ante los riesgos climáticos”, una pequeña suma al lado del sistema de transporte construido para alegrar a los turistas nacionales e internacionales. Esas decisiones, conocidas como “obras estrella”, son las aguas tumultuosas y erráticas de nuestra política.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Genoma

Carlos Villagómez

/ 8 de marzo de 2024 / 09:46

Trataré —con pinzas— el tema de la raza, la identidad, las etnias desde el punto de la genómica; es decir, desde el desarrollo científico y no desde la especulación política o coloquial. La racialización del discurso cotidiano y político en nuestra sociedad se ha polarizado en extremo; por ello, van tres apuntes.

1) Solicitar estudios de identidad genética se ha vuelto una moda global. Empresas multinacionales ofrecen estudios completos de tu ascendencia (ancestría) genética y, colateralmente, los lazos de parentesco con otras personas de otras latitudes geográficas. En la medida que crecen los datos de estas empresas podrás encontrar parientes en latitudes inimaginables como Tanganica u Oceanía. Estos estudios científicos son una ayuda inconmensurable para personas que buscan a sus padres biológicos, o son también motivo para múltiples juicios o escándalos familiares, por una paternidad no respaldada científicamente. Es decir, es el catálogo más grande de la especie humana que va creciendo día a día; es el árbol genealógico universal que no da para especulaciones nobiliarias ni para blasones. Es ciencia pura.

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2) En algunos países latinoamericanos se llevan a cabo estos estudios, pero se acaba de anunciar el más grande de todos que reunirá a científicos de España y México en el llamado “Proyecto mestizaje, a 500 year chronicle”, de la Universidad de Burgos y expertos del INAH y la UNAM. Trabajarán varios años para desentrañar la marca genética, social y cultural, entre ambos países; será una investigación interdisciplinaria entre ciencia y sociedad, y desentrañarán las marcas genéticas naturales como también las huellas culturales. Un tema apasionante.

3) Dato 1: En algunos círculos paceños buscan “la pureza de sangre”, y piden estudios de identidad genética para vanagloriarse de “cero genética indígena”. Una verdadera bobería. Todos los grupos étnico/raciales continentales están mezclados en mayor o menor grado. La especie humana es, genéticamente hablando, 99,9% idéntica y los estudios científicos mencionados se enfocan al 0,1% restante, ergo: somos prácticamente iguales. Sin embargo, estas constataciones científicas se complejizan con la llamada coevolucion genético/cultural, una rama que estudia los fenómenos evolutivos resultados de la interacción de la genética natural y la cultural (en nuestro caso, ese 0,1% es un verdadero zafarrancho plurimulti). Dato 2: Para su conocimiento, tengo, a mucha honra, 66,6% de identidad genética aymara y quechua, mayoría científicamente comprobada.

Pregunta de cierre: ¿qué tipo de adaptación genética seremos con la interacción de la actual cultura tecnológica y la sempiterna práctica de la politiquería?

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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