Los viajes del Presidente
El Presidente tendría que haber dado pruebas de credibilidad a los potenciales inversores
Los viajes del señor Presidente al exterior siempre tienen, o deberían tener, alguna utilidad. Lo primero que se dice es que son para estrechar relaciones entre los países y con esto, firmar algún acuerdo con el país visitado, por insignificante que parezca. En todo caso, sirven para que el Mandatario salga con más intensidad en los periódicos nacionales, y para que la prensa internacional no se limite a informar sobre los golpes de Estado o sobre las sucias aventuras del narcotráfico.
Sirve para refrescarnos entusiasmos o decepciones de los ciudadanos, que fueron amainando inexorablemente con el tiempo. En esta oportunidad, el inopinado viaje del Sr. Presidente a España sirve para que Evo Morales se aleje de las salpicaduras del gran escándalo de la corrupción y las coacciones, que podrían afectarle. También son útiles para que el vicepresidente García Linera se sienta, tan orondo, Primer Mandatario por unos días.
En esta oportunidad, Don Evo buscó el apoyo del Gobierno español a la despenalización del acullico. Además de un respaldo a la reivindicación marítima de Bolivia. En cualquier caso, el viaje presidencial no fue del todo inútil. Consiguió que Manuel Rajoy declare públicamente que Bolivia seguirá siendo una prioridad para la cooperación española.
En lo que se refiere a la política masista internacional, Don Evo dijo que se pondría en contacto con los movimientos sociales españoles. Mal momento, ya que están ocupados en sortear la gran crisis que sufre aquel país. El viaje a Barcelona tampoco fue el más oportuno, ya que la capital catalana está soñando con independizarse de España.
Afinando un poco más el punto de mira, esos viajes son útiles, en este caso, para ganar votos potenciales entre los 150 mil bolivianos residentes en España. Pues sí, el propio Morales asistió al estreno del film boliviano Insurrectos, dirigido por el boliviano Jorge Sanjinés. Al final de la proyección, el público, en su mayoría residentes bolivianos, vitoreó al Presidente con las consabidas consignas electoralistas.
En resumen, está bien que el Sr. Presidente viaje a un país amigo. En el caso de España, a pesar de las constantes maldiciones del Gobierno boliviano contra el colonialismo hispano. Pero si hubiese sincera voluntad de acercar ambos países, el Gobierno boliviano tendría que haber dado pruebas fehacientes de credibilidad para los potenciales inversores que —pese a la crisis europea— todavía los hay, dispuestos a asumir los riesgos del prometedor mercado latinoamericano.