Silvio para todos
La sustancia de la Historia está en la vida, en la lucha y en las canciones que cantan a esa lucha.
No soy de esos nostálgicos que creen que todo tiempo pasado fue mejor. Para nada. En realidad, creo que lo mejor está por venir y que hemos avanzado. Pero también creo que el pasado es fuente de conocimiento y de esperanza. Como bien escribía Walter Benjamín en 1940, poco antes de suicidarse para no ser entregado a los nazis, la esperanza proviene de los varios pasados que “se entremezclan y combinan para hacer la plenitud y la riqueza del tiempo presente”.
Y ahí está la música que interpretó a la generación que recobró la democracia y que fue parte de los bolivianos que derrotaron al neoliberalismo (esa otra forma de dictadura). Cuando teníamos 15 años, nuestro estandarte era Sui Géneris, el grupo de rock argentino más importante del siglo XX. Y luego, ya empezados los años 80, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, la Nueva Trova, las canciones con sentido, con letras que no sólo podíamos repetir sino que eran parte de nuestra cosmovisión.
Eran otros tiempos y no había la facilidad de los CD pirata. Pero igual nos las agenciábamos para conseguir casetes y grabarlos y escucharlos, y dar vuelta a la cinta con el bolígrafo para no gastar las tan costosas pilas.
A Silvio Rodríguez lo vi en el 83 o en el 84 en el Teatro al Aire Libre, y quedé con las manos adoloridas de tanto aplaudir. Sobre todo cuando, junto a Vicente Feliú, tocó Créeme (“que soy feliz abriendo una trinchera, que me emociono ante un te quiero dulce”). Pero el compositor de Ojalá también fue a Santa Cruz, donde todavía campeaban bandas neonazis. Hubo que organizar todo un operativo de seguridad con compañeros armados por si a los fachos se les ocurría hacer algún atentado. Por suerte no pasó nada.
Y ahora vuelve Silvio con todo. Sólo que esta vez no habrá que hacer gran despliegue de seguridad, porque vivimos en otra Bolivia. Y además podremos verlo gratis. Claro que tendremos que pagar el pasaje de avión y el hotel, porque el espectáculo será en la capital cruceña. Pero bien lo vale. Porque aunque hemos mejorado mucho, de una cosa no cabe duda: los sueños siguen siendo los mismos. Esos que en el pasado ya venían cargados de esperanza con la convicción de que “los amores cobardes no llegan a amores”.
Cierro con otro maestro, Adolfo Gilly, quien formó su pensamiento militando en las minas bolivianas a mediados de los cincuenta, quien dice: “En los museos y en las bibliotecas hay magníficos artefactos de la historia, pero la sustancia de la Historia no está ahí”. No, está en la vida, en la lucha y en las canciones que cantan a esa lucha.