Patrimonio
Aquí, tanto moros como cristianos arrasamos edificios y zonas patrimoniales importantes
La historia de la catalogación, protección y conservación del patrimonio arquitectónico de esta ciudad tiene algunas décadas. Sin embargo, las instituciones académicas, estatales y municipales han avanzado considerablemente y lograron avances significativos sobre el tema. Pero (en la mentalidad de un andino invariablemente hay peros), podría decir que esta historia fue construida con “una de cal y otra de arena”. Junto a contadas obras de mérito reina el frenesí demoledor privado o de las instituciones públicas. Y nadie se salva. Todos aportamos a desmantelar nuestra historia construida, por una sencilla razón: aquí, la buena arquitectura (histórica o contemporánea) vale un cacahuate. Prima el interés del presente antes que los valores del pasado, vale más el lucro que la memoria e importa mucho más la moda pasajera que el valor arquitectónico de un soberbio edificio público o de una modesta vivienda. Y esto va como un lamento dirigido a todas las clases sociales, porque en La Paz, tanto moros como cristianos, arrasamos edificios y zonas patrimoniales importantes. Creemos, míticamente, que la historia siempre comienza con nosotros.
Pero, para no seguir lloriqueando, deslindaré mi posición ante el tema. Considero que el ejercicio de la conservación del patrimonio arquitectónico es ante todo un planteo ideológico.
No es, como muchos fundamentalistas del oficio creen, una palabra santa o un verbo inconmovible. Para ello, formularé una simple pregunta: ¿En qué momento congelamos nuestra historia y cuáles edificios de esa época restauramos? Este debate se vive en Europa, donde las ciudades históricas, en un buen número, se reconstruyeron como parques temáticos, lindos de pasear pero con un tufillo a “falso histórico”, a escenografía urbana reconstruida. Todo por la ideología que define la marcha de la cultura occidental. Pero, recordemos dos perlas. El prefecto Haussmann, en el siglo XIX, se llevó por delante el París medieval y los alemanes, en la actualidad, están demoliendo todo lo que fue la historia de la Alemania comunista. Pregunto con malicia: ¿Por qué no conservan toda su historia?
Volviendo a nuestra ciudad, ¿qué debemos conservar para las futuras generaciones y bajo qué ideología? Cuestión peliaguda. En lo personal, creo que experiencias como la pérdida de la plaza Pérez Velasco y la torpe separación de la ciudad damero de la ciudad “de indios” (con un polémico mercado, una pasarela que pisotea la Historia y una jardinera elevada) jamás se deben repetir. Por todo ello, los grandes proyectos estatales en curso en el centro histórico y en la terminal central deben ser motivo de mayor debate y participación ciudadana. Recuerden siempre que la Historia (cíclica o lineal) nos juzgará implacablemente.