Ciclos de protesta
La historia del país ha estado caracterizada por un eterno conflicto entre el Estado y la sociedad
La historia del país ha estado caracterizada por un eterno conflicto entre el Estado y la sociedad. Sin embargo, a pesar de esta condición, los gobiernos encontraron siempre periodos cortos de “estabilidad”, que les permitieron mantener a flote una barca siempre amenazada por la marea social, de ahí que la dinámica del conflicto político y social haya dependido esencialmente de ciclos de protesta, que hicieron que la relación entre gobernantes y gobernados transcurriera por periodos de tensión y distensión. Por ese motivo, la protesta social no ha sido necesariamente disfuncional al sistema político, puesto que en algunos casos ha hecho posible ajustes en el accionar del Gobierno, aunque los periodos cortos de estabilidad permitieron también la implantación de medidas sin consenso social, ya que supusieron momentos de oxigenación para las clases gobernantes.
El gobierno de Evo Morales no ha sido ajeno a esa dinámica, pues, a pesar de su autoconcepción como gobierno de los movimientos sociales, curiosamente éstos han impedido algunas de sus imposiciones políticas. El Gobierno no necesariamente ha comprendido ni considerado, de ese modo, la práctica política de los movimientos, tales como el asambleísmo, la deliberación, sus disposiciones contra-estatales, etc., que tanto justificaba su ahora teórico gubernamental: Álvaro García, cuando habló de la necesidad de cambio político. Así, medidas como el “gasolinazo” o la construcción de la carretera del TIPNIS han sido resistidas por los propios movimientos sociales a los cuales supuestamente representa el Gobierno, por lo que sus representados han resistido a la imposición, imponiendo otras necesidades que simbolizaron la torcedura del brazo duro gubernamental.
Esa misma autoconcepción ha hecho posible incluso que el aparato estatal sea muy asediado por los movimientos sociales, pues éstos se han dedicado a buscar el lugar natural que a través de su propio discurso les confiere el Gobierno. Sin embargo, los gobiernos de la democracia pactada también enfrentaron momentos de flujo y reflujo social e iguales ciclos de protesta, por lo que no queda clara la diferencia entre el carácter de esos gobiernos y el de Morales, por los menos en su relación con los movimientos y los ciclos de protesta.
Una hipotética respuesta a esa duda radica en la composición social de los movimientos, ya que los ciclos de protesta están siendo protagonizados por sectores que aspiran a constituirse en clases medias y mucho menos por indígenas y campesinos que han dejado la enseñanza, empero, de que el bloqueo de caminos es la forma de obligar al Gobierno a negociar o deponer actitudes, causando un colapso en la economía de las ciudades.
El problema es que, cuando un gobierno abandera el discurso del cambio, como cualquier otro a lo largo de la historia, la menor activación de los sectores sociales afectados por una medida gubernamental deriva rápidamente en un ciclo de protesta, porque la frustración de quienes se sienten engañados por la promesa del cambio se suma a la frustración de quienes se sienten desplazados por el Gobierno. Sobre la suma de esas frustraciones, los ciclos de protesta pueden derivar en crisis y ésta generar la inestabilidad del Gobierno. La intelligentsia gubernamental actual no ha podido procesar aún esta forma de actuar de los movimientos sociales, a pesar de que uno de sus estudiosos ejerce el cargo de vicepresidente; a menos que la tolerancia a la protesta consista en una maniobra política para la constitución de un escenario basado en el necesario tiempo para la distensión y la legitimidad del Gobierno, mediante la concesión a las peticiones, tal que ello le permita seguir sosteniendo su idea de un gobierno de los movimientos sociales.